21 de septiembre de 2005

Vivir más

Afirmó Unamuno que el hombre siente un "ansia de no morir", un "hambre de inmortalidad", un "anhelo de eternidad". La idea de la inmortalidad ha rondado desde siempre al ser humano, la única especie que es consciente de su mortalidad, conocimiento cuya consecuencia es origen de la angustia vital.

En este "anhelo de eternidad", la ciencia está últimamente invirtiendo ingentes cantidades de dinero y recursos humanos en el desarrollo de métodos para retrasar la muerte. Para ello, los científicos intentan en un primer momento descubrir las causas de por qué los seres humanos morimos, llegando a encontrar dos principales sospechosos:
a) los radicales libres, producto de la oxidación de las células, proceso que se produce debido a la propia naturaleza de las células, pues necesitan de oxigeno para realizar sus funciones vitales.
b) las sucesivas mutaciones que por un lado, provocan un acortamiento de ciertos cromosomas y que llegado un momento, impiden nuevas reproducciones celulares; y por otro, son responsables de enfermedades como el cancer.

Una de las afirmaciones más sorprendentes entorno a este tema, defendida por la mayoría de los genetistas y biólogos, es que el ser humano no está determinado genetica y biológicamente para morir. La ciencia intenta decirnos que la tan manida frase sobre que todos tenemos que morir porque esa es nuestra naturaleza es falsa y que, si hablamos de la parte más natural del hombre, la muerte no entra en sus planes.

Entonces, ¿por qué nos morimos?, los expertos dicen que el ser humano se muere porque el organismo humano prima la función reproductora sobre la función de mantenimiento. La especie humana, determinada por las leyes de la evolución, gasta cantidades ingentes de energía en la capacidad de reproducción, y una vez que el ser humano alcanza la edad en la que puede procrear correctamente, dedica muy poco consumo de energía al proceso de mantenimiento del cuerpo, por eso se producen los achaques con la edad.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, los caminos por los que se decantan los científicos para alargar nuestra vida, incluso hacernos inmortales son tres:
a) la nanotecnología, con la cual mediante el uso de robots nanotecnológicos suministrados a nuestro organismo, se encargarían de reparar a nivel celular los problema que surgan.
b) los implantes y repuestos biomecánicos.
c) la vida virtual, que basicamente consiste en descargar nuestra existencia en el mundo virtual que hemos creado.

La prolongación de la vida humana es, desde luego, fascinante y un deseo de muchos, sin embargo, plantea una serie de problemas que afectan de manera determinante a la sociedad en todo su núcleo; retos que analizaré en otro momento, por ahora soñemos con las posibilidades de vivir 300 años o ser casi inmortales....

15 de septiembre de 2005

Otra ley de educación más y van...

La alternancia política pacífica en el poder es significado de madurez democrática, pues normalmente los cambios en democracias poco maduras suelen ser desastrosos y muy convulsos. En España, hemos sido testigos dos veces de esa alternancia: la primera, con la victoria del PP en 1996 cuando resulta elegido presiente José María Aznar; la segunda, hace pocos años cuando el PSOE consigue ganar las elecciones y es elegido presidente José Luís Rodríguez Zapatero.

Estos cambios ideológicos en el poder suponen, o deben suponer, una forma diferente de ver y hacer las cosas, pues para ello los ciudadanos han optado por el cambio. Sin embargo, los partidos políticos que consiguen ganar las elecciones deben tener cuidado cuando se ponen manos a la obra: no tocar aquello que los antecesores han dejado funcionando bien e intentar remediar los problemas que, o bien no han sabido solucionar o bien han provocado por su mala gestión, los gestores salientes. Lo dicho hasta aquí parece lo más lógico, pero la cruda realidad se empeña en demostrar que esto está más bien cerca de la utopía política y la verdad de las cosas es muy diferente.

Desconozco los motivos por los cuales el Gobierno entrante tiene el deseo ardiente de cambiar todo lo que suene al Gobierno saliente, funcione bien, mal, regular o incluso no haya llegado a plantearse; es como si de llegar hacerse, uno quedará marcado por algún tipo de estigma desconocido que nada debiese envidar a las maldiciones bíblicas. ¿Miedo a reconocer los aciertos de los adversarios políticos quizás?, ¿incapacidad para controlar el impulso de dar un aire fresco y nuevo a todo?, no lo sé.

El mejor ejemplo de todo esto lo obtenemos cada legislatura, independientemente del color político que defiendan, con las reformas sobre las leyes de educación. Llevamos en España más leyes sobre reformas en la educación que los estudiantes ya no se diferencian por nivel educativo sino por reforma legislativa que han sufrido, y algunos de ellos, han pasado por más de una. La pregunta se hace evidente: ¿han servido de algo?, los análisis y los datos parecen demostrar que no, todo lo contrario, han empeorado la situación.

Los alumnos, los profesores, los padres, etc. deben decir basta de tantas reformas educativas en tan poco espacio de tiempo. Debemos exigir a los partidos políticos que se pongan de acuerdo y realicen un Pacto de Estado para solucionar de una vez los problemas. Uno reconoce que no es muy partidario de esa práctica política, pero algunas veces la necesidad y la realidad se imponen y debe hacerse lo que debe hacerse.

Y si algún día ese pacto llega a realizarse, dejémonos de hablar sobre cuestiones meramente superficiales como la obligatoriedad o no de la religión u otras cosas parecidas. España padece de un problema de educación básica, sobre todo en la secundaria. Es en este grado donde se obtienen los peores resultados y todo debido a la poca calidad de los contenidos de las asignaturas. En nuestro país ha tenido un importante desarrollo la pedagogía de la enseñanza, y ello es muy de valorar, pero ha sufrido una pérdida invalorable de contenidos. Ya no es que exista fracaso escolar, que los profesores no acierten con el método pedagógico para la enseñanza o no sepan motivar a sus alumnos; es que los que consiguen llegar a la universidad en su mayoría, lo hacen con unos conocimientos algunas veces muy precarios sobre materias básicas indispensables. Me refiero, por supuesto a la lengua y a las matemáticas.

Esa es la principal queja de los profesores de universidad, que asombrados comprueban día a día que sus alumnos no saben puntuar correctamente, no tienen hábitos de lectura, su dominio del lenguaje es muy reducido, que sus conocimientos matemáticos básicos de cálculo son rudimentarios en el mejor de los casos y en su mayoría inexistentes. Estos profesores, muchas veces, tienen que adaptar programas a un nivel que no les corresponde y, en algunos casos, verse en la necesidad de enseñar contenidos que debían haber sido aprendidos anteriormente.

La solución a los problemas citados se encuentra en potenciar los contenidos de la secundaria, sobre todo los básicos como el lenguaje y las matemáticas, pues si alguien no es capaz de comprender un texto y expresarse con claridad, si uno no es capaz de realizar ciertas operaciones y cuestiones matemáticas, con dificultad podrá desenvolverse en la educación superior. Con esto no quiero decir que otras asignaturas no sean importantes, pero haciendo una analogía, antes de poder comprar un deportivo, debo saber si tengo dinero suficiente para comer y tener un hogar. Una vez logrado esto, discutamos hasta la saciedad sobre la oportuna presencia o no de la religión, sobre si debemos enseñar como tocar una flauta alemana o como construir una mesa camilla con trozos de pasta. La casa debe hacerse desde lo cimientos y terminando por el tejado, y la casa que representa la educación en España tiene unos cimientos muy débiles, incapaces de soportar un tejado tan grande.