12 de febrero de 2007

Mal interpretando la teoría cuántica

Alicia Montesdeoca escribe un artículo bajo el título: “La física cuántica arroja una nueva visión de los procesos sociales”; para la revista científica virtual Tendencias 21. Trata como la apertura epistemológica que supone la aceptación de los postulados cuánticos supone una auténtica revolución sobre la ruptura de las fronteras sociales del conocimiento: “El conocimiento es fruto de la experiencia social, pero nunca se es consciente de todos los acontecimientos simultáneos porque la percepción actúa a modo de barrera. Con la física cuántica, sin embargo, empezamos a entender que la realidad que observamos no tiene fronteras.” La introducción de la incertidumbre y la probabilidad abre, según la autora, un nuevo camino o una nueva visión en las ciencias sociales. Todo bien hasta aquí, pero no estoy muy de acuerdo con algunas de sus conclusiones.
Después de citar a Ken Wilber y su idea de la existencia de una entidad suprema natural, la cual discuto su existencia más que dudosa, menciona: “Con la física cuántica, sin embargo, empezamos a entender que la realidad que observamos ni está dividida, ni es previsible. El universo visto desde la física subatómica no tiene fronteras, ni se puede medir con exactitud cómo va a conducirse. […]Cada presente está impregnado así de la “información” necesaria para reproducir, en cualquier instante o en cualquier condición, el impulso de la vida con sus ciclos. Desde esta perspectiva, las sociedades se configuran como macro-células de un gran organismo planetario, sujeto a las mismas leyes de la materia cósmica que se encuentra en el universo.”; bajo la idea de que la tradicional idea bidimensional macro-micro, individual-grupal se rompe. Es evidente que lo cuántico acaba con la idea de lo bipolar y establece claras pautas de un intento de unir, como ya he mencionado varias veces en mi blog, lo grande y lo pequeño. Sin embargo, una cosa es una búsqueda de la gran teoría unificadora y otra afirmar que la sociedad es una macro-célula porque entonces se vuelve a establecer una división o frontera. Además de que no pienso que exista un gran organismo planetario que nos influye, pues eso es como defender la tesis de la astrología y la influencia de los planetas; tesis que no comparto aunque entiendo que haya gente que si crea en ella.
Pero no satisfecha con la idea de un gran ente universal, cuando menciona el pensamiento moderno, afirma: “Con esta visión funcional, el sujeto parece quedar atrapado por las leyes del sistema y engullido por un enorme “agujero negro” de “no vida”. Esta visión abarca, mecánicamente, al sujeto de todas las culturas, de todos los estratos sociales, que de esta forma queda convertido en una abstracción esperpéntica: el ciudadano es un tipo sin alma; una marioneta sin voluntad, movida por los vientos de la especulación y el mercantilismo, gobernada por un discurso vacío del que permanentemente se hacen eco, multiplicando sus efectos, los llamados “medios de comunicación”. Argumento manido y sobado de todos aquellos que repudian del mercado, acusando a éste incluso de haber quitado el alma al ser humano, algo que dicho a sí de pronto supone confirmar que antes del sistema de mercado el ser humano poseía algo llamado alma. Es más, no existe la libertad de acción, somos marionetas en mano de un amo cruel y sin sentimientos, pero pienso yo, ¿nos ofrece mayor libertad el pertenecer a un macro ente celular universal que nos influye? ¿no pasamos de habernos librado de las ataduras religiosas a ponernos voluntariamente los grilletes de un nuevo amo sideral?. Continua: “Es como si la “muerte de Dios” por decreto, incluyera la desaparición del sujeto como expresión de un espíritu con voluntad creadora. Ese sujeto sin espíritu, sin voluntad, sin sentimientos, es un ente vacío, robotizado, dirigido con mando a distancia (a cuanta más distancia de él mejor se le dirige): de ahí a carecer de responsabilidad en sus actos no hay ni un paso.” Sin embargo, el mercado es todo lo contrario, no homogeniza, sino permite la posibilidad de mostrar abiertamente nuestra parte diferencial, de hecho, si quieres adaptarte al mercado, diferénciate del resto. (El marketing es un producto de ese punto).
Pero lo más interesante del artículo no son esas ideas sobre el mercado, aceptables como opinión, sino el extraño recorrido de cómo llega a esos puntos desde la teoría cuántica. Establece que la teoría del cuanto es un camino de ruptura de estilo postmodernista que rompe con la concepción social de todo lo establecido hasta ahora: individualidad, ciencia y conocimiento científico, progreso, etc. Sin darse cuenta de que lo único que aporta las teorías quánticas a nivel epistemológico es la introducción del sujeto en el objeto, o mejor dicho, la imposibilidad de separar lo uno de lo otro frente al positivismo radical del siglo XIX. No parece quedar claro que lo que pasa es que caminamos de la exactitud a la probabilidad; y que la pérdida de exactitud no justifica el total azar científico teórico: “Para la física cuántica, cualquier realidad es posible, pero, según sea el “observador-participador” sólo se concreta una: todo es posible y sólo hay una concreción; todo es posible aunque se concrete sólo una expresión. El potencial cuántico depende de las interacciones entre las “partículas” del sistema y el contexto.” Porque no cualquier realidad es posible, sino que existe una realidad única donde algunos sucesos pueden ocurrir o no.

2 de febrero de 2007

Yo no, porque no y punto.

Ayer a eso de las 19:55 muchos decidieron apagar durante cinco minutos sus aparatos eléctricos y de paso su conciencia. Uno, que ya tiene un carácter agrio, difícil y casi porque no decirlo, insoportable, no se sumó a la iniciativa porque simplemente le parecía una tremenda estupidez, una más de las muchas que llevan a cabo algunos grupos ecologistas para darse a conocer, armar cierto revuelo mediático tocando la escasa fibra sensible por el medio ambiente de nuestra sociedad.
Pienso, algunas veces no muchas para no contribuir al calentamiento global, que lo del apagón fue principalmente un apagón de conciencia más que cualquier otra cosa. Bueno, eso y una demostración de que a tontas bonitas y emotivas no nos gana nadie y que para la parafernalia estamos siempre dispuestos. Si de verdad el ciudadano de a pie estuviese concienciado con el calentamiento del planeta y la degradación del medio ambiente, los cinco minutos que ayer hizo para tranquilizar su conciencia de ecologista de fin de semana los alargaría a todas las horas de su vida e intentaría llevar a cabo toda una forma de vivir respetable con la naturaleza.
Sin embargo, esa utopía de ciudadano realmente concienciado y de verdad preocupado no existe aún en la gran mayoría de la población. Si, está bien que durante cinco minutos no use la televisión, el ordenador, etc. pero luego de ese tiempo, la calefacción a todo trapo porque no hay nada más cómodo que estar en casa con poca ropa. Y por supuesto, nada de renunciar al horno, al microondas, la lavadora, el lavavajillas. Bueno, y no menciones el dejar al coche para ir a cualquier sitio, porque una cosa es hacer de persona responsable durante cinco minutos y otra tener que coger el transporte público y renunciar a mi coche. Lo de reciclar lo llevamos un poco mejor, pero tampoco mucho porque si no tenemos muy cerca un contenedor para cada residuo, muchos dicen que para que separar si luego tienen que caminar para encontrar un cubo azul, verde o amarillo.
A todo ello se suma por si no fuera poco, que parece que los malos de la película son aún por encima las compañías energéticas como las causantes de todo mal. Sin embargo, somos nosotros los que no queremos renunciar a las comodidades en las que nos hemos acostumbrado a vivir y ellas, no hacen más que servirnos la energía necesaria para que toda nuestra confortable vida se lleve a cabo. Y lo que nos enfadamos cuando nuestra compañía eléctrica o de gas natural no cumple con su servicio y nos deja sin luz, tele o agua caliente, entonces la vida del caribú, el oso panda o los deshielos de los casquetes polares nos importan lo que nos importan.
Por todo ello, ayer yo no me uní a la pantomima de apagar mi conciencia cinco minutos y beber los vientos a una propuesta más bonita que efectiva o pensada.