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11 de agosto de 2008

El Estado odia al Mercado, ¿por qué será?

En “El malestar de la democracia” Víctor Pérez – Díaz uno de los sociólogos más sugerentes del panorama ya no nacional sino internacional dice: “La dificultad para superar esta ambivalencia puede tener que ver con la falta de costumbre de operar en órdenes libres y abiertos, donde no cabe desplazar la responsabilidad por los actos propios, y donde cada cual tiene que pagar un precio por sus propios errores. En efecto, no es raro que las experiencias formativas de varias generaciones de ciudadanos de las democracias de hoy se hayan realizado en el seno de organizaciones e instituciones que les han entrenado sólo a medias en el ejercicio de las competencias cognitivas, retóricas y morales que están en la base de esta competencia cívica.” (PÉREZ – DÍAZ 2008, 195). Hace referencia al autor en la dualidad que suele darse en las democracias liberales actuales entre el rechazo a lo político (“son unos ladrones”, “sólo quieren nuestros votos”, etc.) y la total confianza que luego se deposita en los políticos para la resolución de los problemas que a uno le afectan (creencia en la necesidad imperiosa de la existencia de un Estado del Bienestar). Así, el amor y el odio hacia lo político busca la comodidad, la no implicación, la dejadez de aquel que nunca ha estado acostumbrado a participar activamente en el juego democrático. Los ciudadanos dejan de ser miembros activos de la civis, para convertirse en sujetos pasivos que calculan los costes de esfuerzo que esa implicación necesita y deciden no llevarla a cabo.

¿La solución? Pérez – Díaz apunta dos caminos principalmente: la educación y el mercado.

La educación como la etapa formativa que favorezca “la maduración cognitiva y moral de los ciudadanos.” (PÉREZ – DÍAZ 2008, 201). No se habla de una simple asignatura de educación para la ciudadanía, sino hacer volver al mundo académico una serie de valores que conforman los pilares básicos de la democracia liberal. Y si hacemos caso a las encuestas sobre los problemas de la educación pública en España por ejemplo, nos damos cuenta de que se le achacan problemas como: la dejadez, la falta de interés, la poca constancia, la inexistencia de capacidad de compromiso y sacrificio. Se llena a los alumnos de actividades extra-escolares pero no se les carga de deberes, se les imponen asignaturas como educaciones para la ciudadanía[1]1 pero se eliminan horas de filosofía, historia, etc. Por supuesto, en los programas curriculares se hace evidente la ausencia y total olvido de pensadores de la corriente liberal (mencionando si acaso a Smith como liberal y padre de la economía, pero ignorando todo el pensamiento político de Locke o Hume de los cuales sólo se estudia su sistema epistemológico mientras se deja bien patente las ideas políticas de pensadores como Karl Marx).

El mercado entendido como un mercado conversacional, en palabras del autor: “ver los mercados como procesos de intercambios qua comunicaciones entre agentes individuales situados en redes sociales. Estos agentes son lo suficientemente racionales y morales como para comprenderse unos a otros y confiar los unos de los otros, al menos lo bastante como para realizar tales intercambios, y reiterarlos. Ese sistema de intercambios es al tiempo un sistema de comunicación que incluye elementos lingüísticos y extralingüísticos.” (PÉREZ – DÍAZ 2008, 215). Donde esos intercambios en el mercado son (PÉREZ – DÍAZ 2008, 215-216):

- “actos de una conversación orientada hacia un asunto concreto.”

- “parte de un arte de la conversación: de una conversación uno de cuyos objetivos fundamentales es simplemente el de estar juntos y seguir hablando.”

- “son parte de una conversación en la que se dan procesos creativos, deseos, aspiraciones, descubrimientos e innovaciones.”

- “este despliegue de oratorias de persuasión, acompañadas de las justificaciones morales correspondientes, implica debates en los que no se alcanza un punto final de equilibrio. La conversación es continua.”

Los mercados como conversaciones exigen sujetos activos y participativos, formando una moral de la participación, “Lo que estos mercados hacen, si funcionan correctamente, al cabo del tiempo, es educar a las gentes que participan en ellos. Es decir, funcional como una forma de paideia, y como tal ayudan a formar miembros activos y responsables de la sociedad.” (PÉREZ – DÍAZ 2008, 216)

Ante estas conclusiones podemos preguntarnos, ¿desea realmente el Estado unos sujetos activos en la vida política? Evidentemente no. El instinto de supervivencia y conservación del poder del Estado es algo innato a su existencia, y por lo tanto no puede permitirse el que los ciudadanos participen activamente de la res publica. Y para ello crea la gran mentira del Estado de Bienestar.

El EdB no es más que la herramienta para mantener contentos y callados, es decir, en el papel de sujeto pasivo, a los ciudadanos de una democracia liberal. Al inmiscuirse el Estado a través de las llamadas políticas sociales en todos los aspectos de nuestra vida, en nuestras casas bajo la idea de Carlos Rodríguez Braun; el estado lo que logra es que nos acostumbremos a la inactividad, la pasividad, la contemplación y la dejadez a la hora de tomar nuestras decisiones vitales más importantes y dejemos esas decisiones en mano del Estado. Con ello está claro que el Estado aumenta su poder y control sobre nosotros, controlando nuestro ciclo vital desde que nacemos (incluso antes dictando la legalidad del aborto o no) hasta nuestra muerte (cobrando impuestos por la herencia que dejamos a nuestros descendientes).

Así no es de extrañar que el gran enemigo para el Estado sea el Mercado. Es claro es este aspecto Pérez – Díaz. “La experiencia del mercado impulsa una forma de vida moral no de modo teórico sino práctico: no mediante un río de palabras, como una ethica docens, sino mediante una avalancha de actividades e interacciones. Va involucrada en costumbres o hábitos, y cristaliza en el desarrollo de capacidades y disposiciones, y la formación de un carácter moral. ¿Con qué contenido? Básicamente, uno que reúne la moral de los grupos pequeños y la de los ordenes extensos, que hace compatible el compromiso de cada cual en los unos y en los otros, pero de tal forma que se mantenga cierta unidad narrativa de la propia vida.” (PÉREZ – DÍAZ 2008, 218).

Se entiende así el odio acérrimo del Estado por el mercado, porque es el mecanismo por el cual los sujetos de una democracia adquieren todo lo necesario para transformarse en ciudadanos activos. Lo hacen porque ponen a disposición de la sociedad una serie de recursos, limitando los excesos de la política sobre nuestras vidas. Esta activación de la democracia liberal produce también un descenso del nivel de violencia que todo sistema democrático contiene, en palabras de Pérez – Díaz: “Los mercados requieren y fomentan la civilidad en su sentido más estricto, el de reducir el nivel de violencia. Hay dos modelos de interpretar la experiencia de la lucha política. Uno la observa contra el telón de fondo de un modelo de experiencias compartidas, lo que reduce el grado de animosidad entre los adversarios. Otro ve la vida política organizada en torno a la tensión entre amigos y enemigos. El mercado está sesgado a favor de la primera interpretación de la política, mientras que la difusión de una visión de la política en términos de amigos y enemigos es un síntoma de una influencia reducida del mercado en la vida política. Una sociedad impregnada de los valores de una economía de mercado tiende a reducir el despliegue de la hostilidad en el debate público.” (PÉREZ – DÍAZ 2008, 219).

BIBLIOGRAFÍA

PÉREZ – DÍAZ, Víctor: El malestar de la democracia. Editorial Crítica. Colección Noema. Barcelona. 2008.

RODRÍGUEZ BRAUM, Carlos: Diez ensayos liberales. Editorial LID. Biblioteca de Carlos Rodríguez Braun. Madrid. 2008.



[1] Asignaturas donde su carga curricular está impregnada en casi todas las publicaciones usadas en los colegios, de ideas contra la globalización, el sistema capitalista, el mercado, la competencia, la responsabilidad. Y por supuesto dejan bien claro los maravillosos beneficios del Estado de Bienestar. Todo ello sin la posibilidad de abrir un debate claro de ideas.

15 de abril de 2008

Geometría computacional y equilibrio político

En la pasada legislatura una de las acusaciones que la mayoría de los españoles vertió sobre el sistema de partidos fue su radicalización, su antagonismo, es decir, su incapacidad de lograr políticas de equilibrio.

La teoría de juegos tradicional nos dice que el equilibrio es un lugar geométrico dado para n jugadores y t teorías u opciones políticas. Si reducimos el juego a su mínima expresión, dos jugadores (n=2), cada uno de ellos con una teoría u opción política (t1, t2); el punto de equilibrio E es el lugar geométrico donde t1 = t2, es decir, bajo los postulados de la teoría de juegos tradicional los dos partidos políticos deben realizar la misma política si desean alcanzar un equilibrio. Esta situación es la que se da por ejemplo en los equilibrios de Nash, Dows o Wittman. Gráficamente:




Resulta evidente que las posibilidades de que este tipo de equilibrio ocurra son bastante limitadas o casi imposibles. Es por ello que últimamente se están aplicando a las distintas teorías de juegos aplicaciones provenientes de la geometría matemática y la geometría computacional, con la intención de transformar ese único punto de equilibrio en una serie de nubes de puntos que den como resultado un equilibrio débil que permita situaciones de equilibrio sin que se de la condición de igualad de teorías políticas.

Un estudio ilustrativo de ello es el que realizan María Dolores López González y Javier Rodrigo Hitos en el papper titulado: “Generalización del concepto de equilibrio en juegos de competición política Fundación de Cajas de Ahorros, documento de trabajo nº 373/2008. En palabras de los autores: “se propone una versión discreta del juego de Downs, y una debilitación de la definición clásica de equilibrio, que hace que éste no sea único, sino que se alcance en ciertas regiones que hay que determinar utilizando técnicas de la geometría computacional. Dicha propuesta proporciona posiciones de cuasi equilibrio.”

Las condiciones de partida para este tipo de juego son:

  • La existencia de dos partidos políticos.
  • Con dos diferentes teorías u opciones políticas.
  • Ambos partidos llevan a cabo sus acciones bajo la teoría racional de las expectativas, es decir, buscan lograr el número máximo de votos en cada una de sus decisiones.

Si partimos de la lógica de que el punto de equilibrio corresponde con aquel que distribuye de forma equitativa el número de votos disponible, es decir, el 50% de los mismos para cada partido. Matemáticamente:[1]

Π1 ( t1, t2) número de puntos pi tales que d(pi , t1 ) ≤ d(pi , t2 )

Π2 (t1, t2) = número de puntos pi tales que d(pi , t1 ) > d(pi , t2 ) = n - Π1 ( t1, t2)

Igualando t1 = t2, definimos que Π1 ( t1, t2) = Π2 (t1, t2) = n/2. Donde n es el número de votos.

Aplicando Nash para que se cumpla lo anterior en la posición (t*1, t*2) tenemos que el equilibrio de juegos de Nash es:

Π1 (t1, t*2) Π1 (t*1, t*2), Π2 (t1, t*2) Π2 (t*1, t*2) para todo t1, t2 є T En estas posiciones los partidos políticos saben que si se mueven no van a mejorar sus votos.

Con la misma posición ( t*1, t*2), nos encontramos en un equilibrio débil si se cumple:

Π1 (t1, t*2) Π1 (t*1, t*2) + 1, Π2 (t1, t*2) Π2 (t*1, t*2) +1 para todo t1, t2 є T

Lo que nos permite establecer una serie de condiciones de equilibrio:

Π1 (t*1, t*2) ≥ (n/2) - 1

Π2 (t*1, t*2) ≥ (n/2) - 1

Que se traduce en una condición necesaria y suficiente que se define como “la intersección de todos los posibles cierres convexos de los subconjuntos de [n/2] + s puntos de una nube de n puntos”. El desarrollo de estas condiciones necesarias y suficientes se desglosan para n par y para n impar, pues los resultados son totalmente diferentes (recordemos que n es el número de votos).

Los cierres convexos son figuras geométricas que envuelven una nube de puntos o conjunto de puntos S tal que si trazáramos un segmento entre un punto x y otro y, este segmento quedaría dentro del cierre convexo. Gráficamente[2]:






Podemos ver que en la nube de puntos, tenemos que el cierre convexo (línea verde), cierra todos los demás puntos y engloba todos los posibles segmentos que podamos dibujar entre todos los valores de x, y del conjunto S.

Aplicando el concepto de cierre convexo al equilibrio discreto bajo condiciones de equilibrios de Nash, podemos obtener en el caso de:

  • n = impar (en este caso n = 5, para n igual al número de votos)

En este caso al caer t1 fuera del área de cierre convexo (pentágono en gris) y t2 dentro de él, se impide que, recurriendo a las funciones de ganancia antes expresadas:

Π1 ( t1, t2) = 2

Π2 ( t1, t2) = 3

Ninguno de los dos partidos pueda sumar[3] + 2 a sus funciones de ganancia. Con lo cual se ha logrado un punto de equilibrio débil sin necesidad de que ambas políticas sean iguales.

  • n = par (en este caso n = 6, para n igual al número de votos)

Aplicando la misma deducción que se utilizó para n impar a partir de las funciones de ganancia:

Π1 ( t1, t2) = 2

Π2 ( t1, t2) = 4

Las posibilidades que abre la existencia de equilibrios débiles en el juego político son ante todo, beneficios que recaen en la propia sociedad, ya que favorecen el desarrollo de políticas pactadas y con mayor respaldo electoral y sin suponer un coste político importante para los propios partidos políticos. Como dicen los autores: “permite garantizar a un jugador que, en las posiciones de equilibrio, aunque su competidor se mueva no le será posible aumentar su ganancia en más de una unidad.”

El problema de la aplicación de equilibrios débiles radica en contextos políticos donde el voto se encuentre muy fragmentado, ya que pequeñas variaciones pueden suponer grandes ventajas electorales. Ello se debe a que cuando el número de participantes aumenta, tienen que repartirse el mismo número de votos, porque el crecimiento de la masa de votantes es casi constante en las sociedades modernas con sistemas democráticos estables. Otra crítica que puede verterse al modelo es que favorece el bipartidismo por los argumentos expuestos anteriormente; pero lejos de favorecer el bipartidismo que depende más de la estructura del sistema electoral de cada democracia, lo que podemos afirmar es que se trata de una herramienta útil para buscar consenso precisamente en casos de bipartidismo.


[1] Formulación tomada del documento de trabajo, para desarrollos y demostraciones consultar original.

[2] Un programa para crear cierres convexos lo podemos encontrar en http://www.personal.us.es/almar/docencia/gctem5co.htm aplicación VoroGilde

[3] Debemos recordar que lo imposibilita este tipo de equilibrios es que el oponente político sume más de 1 voto por movimiento teórico o cambio político.