29 de julio de 2005

La Iglesia me ataca y es ella la que se siente ofendida

La iglesia se siente atacada porque por fin se ha corregido una injusticia, porque al fin los homosexuales pueden casarse y equiparar sus derechos con una pareja casada heterosexual. Humildemente me pregunto: ¿no puedo sentirme yo ofendido y atacado por la doctrina moral de la iglesia?. Sus defensores me dirán que la doctrina de la iglesia no puede ofenderme y atacarme, pues está basada en el amor y el respeto al prójimo, que soy un hijo más de Dios y que por tanto soy amado y respetado. Entonces yo a estos les pido que me expliquen las declaraciones de Rafael Termes, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, realizadas en el diario El País el día de hoy.

Tengo la necesidad de que alguien me razone comentarios tan llenos de amor como: “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y nada puede justificarlos...”, “la homosexualidad, en sí misma, es condenable, y el homosexual curable”. ¿Curable?, ¿significa eso que estoy enfermo?, ¿qué tengo que acudir a un especialista médico a curar esta terrible dolencia que es amar a otro hombre?. Si con estas grandes perlas uno no puede sentirse ofendido y atacado, que venga alguien más inteligente que yo y me lo explique, modestamente, como yo estoy enfermo y tengo mis sentidos aturdidos por el virus de la homosexualidad no puedo quizás ver la realidad del tema.

Pero tengo que estar tranquilo, quizás me he alarmado demasiado, el propio Rafael Termes para consolarme ha acudido a un gran especialista como Aquilino Polaino, sabio entre sabios, que me explica que la razón de mi enfermedad puede encontrarse por dos vías: genética, (vaya, entonces quizás no es tan antinatural como intentan algunos demostrar); o adquirida por el entorno social. A este sabio iluminado, genio del pensamiento y mente privilegiada le pregunto: ¿Conoce algún padre o madre que fomente la homosexualidad entre sus hijos? ¿A escuchado alguna vez a un padre o una madre decir: “¡Uy!, mi Pedrito es todo un homosexual, en la guardería no hace más que tener novios, los trae a todos locos por él”. Claro que no, nadie desea tener un hijo maricón o lesbiana, ningún padre quiere tener uno bicho raro de esos porque es una desgracia para la familia, pero claro, si viene que le vamos hacer, habrá que respetarlo y quererlo igual (eso en el mejor de los casos). El “profesor” Aquilino Polaino no ha tenido que luchar primero para aceptarse a si mismo, a tragarse el orgullo y aguantar todo tipo de chanzas e insultos sobre maricones, mariquitas, bolleras, marimachos; no ha tenido que dar esquinazo y mentir a unos padres cuando le preguntan a uno sobre sus novias; no ha tenido que luchar contra sus sentimientos cuando un amigo empieza a ser más que un amigo y las dudas asaltan, el miedo te asedia y lo único que quieres es que nadie note que estás enamorado. Es cierto que con el tiempo estas cosas se superan, uno va ganando confianza y empieza a percibir que no todo es tan negro, y que si uno es gay o lesbiana, no tiene la culpa de nada; entonces llegan otras pruebas igual de duras, llega el momento de coger a unos padres y decirles eso de “papa, mama, soy gay” y escuchar los llantos de una, los por qué de otro, el ver la incomprensión y el miedo en sus ojos, el asombro y el sentimiento de rechazo y negación hacia tu persona, si ya sabemos que al final todo se aclara (para aquellos que tienen esa suerte, pues otros muchos ya no vuelven a ser respetados y aceptados); llega el momento de explicarle a tus amigos porque nunca te han visto con chicas, a dar por ciertos esos rumores que durante tanto tiempo has negado, algunos se marcharán y otros se quedarán, sin embargo, nada volverá a ser igual, por mucho que ellos intenten decir que no es así.

Así que cuando después de muchos siglos de injusticia, de purgas, de condenas, insultos, ofensas se percibe una pequeña luz al final del túnel, la iglesia dice que se pare el mundo, que eso no puede ser, que a estos enfermos no podemos darle derechos, que hacerlo es un insulto para todos los considerados normales.

La iglesia no se siente atacada porque se casen dos hombres o dos mujeres, se siente atacada porque pierde otra parcela de poder, que se suma a otras muchas que ha ido perdiendo y no es capaz de asimilar. Y a todos aquellos que me respondan que la iglesia no aspira al poder terrenal les diré que deben repasar un poco de historia, que deben preguntarse porque ese intento por su parte de controlar todas las etapas del ser humano.

Yo me siento atacado y ofendido por una institución que es capaz de influir en miles de personas, sino, imagínense a la iglesia negando la existencia de alma a las mujeres y considerándolas poco más que animales de compañía del varón, pues no se lo imaginen, eso ya sucedió y forma parte de la historia de la iglesia; por todo eso y por un Dios vengativo que no mueve un dedo por el hambre en el mundo, pero sin embargo castiga a Sodoma y Gomorra simplemente por prácticas homosexuales, yo me siento insultado y vilipendiado.


Con aprecio y cariño para todos aquellos amigos que saben de lo que hablo. Gracias a vosotros he conseguido ver una realidad que permanecía oculta ante mis ojos.

27 de julio de 2005

¿Cuándo perdimos el norte?

Uno lleva ya unos cuantos años estudiando sociología y se ha percatado de que, desde que comenzó sus estudios, es más fácil encontrar una aguja en un pajar que un sociólogo liberal. Debido a ello, las dudas me asaltan e incluso en algunos momentos de flaqueza y debilidad, he llegado a pensar que me he equivocado a la hora de elegir mi futuro laboral. Sin embargo, en esos momentos de confusión, uno recuerda que ser liberal es defender algo fundamental: la libertad.

Hoy, mientras disfrutaba de un café, leía un artículo del profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, Fernando Álvarez-Uría, titulado “Londres: otros tiempos difíciles”; y otra vez un escrito desde la sociología ataca el liberalismo, sin percatarse, a mi entender, de las consecuencias no deseadas que hacer dicha ofensa supone.

Álvarez-Uría comenta en dicho artículo, como la elaboración del Informe Beveridge y la aparición del Libro Blanco de la política de empleo, pero sobre todo el primer documento, fueron claves para la resistencia de los londinenses en el asedio constante durante la II Guerra Mundial por parte de la aviación nazi; en palabras del propio autor: “El Gobierno imprimió 650.000 copias, que circularon suscitando animados debates y la conciencia de los ciudadanos de estar luchando por un mundo mejor dio ánimos a una población asediada por la muerte, los incendios y la devastación provocados por las bombas alemanas”. Personalmente creo que los londinenses resistieron porque si eran derrotados, es decir, si los nazis se alzaban victoriosos, perderían algo que amaban por encima de cualquier cosa, su libertad. Pero para Álvarez-Uría, eso no era importante, la libertad de los londinenses se encontraba para ellos en un segundo plano, lo realmente valioso para los ciudadanos de Londres de entonces era un plan para aumentar los impuestos, las cotizaciones, el paro y la rigidez laboral.

La mención a este acontecimiento de la historia de Europa sólo es una excusa, la intención del artículo en cuestión es relacionar los atentados terroristas ocurridos en los últimos años, son fruto de haber olvidado y abandonado los postulados del Estado de Bienestar, sobre todo del modelo keynesiano; cito textualmente: “Los pilares para el Estado social keynesiano no se levantaron en tiempos difíciles de sufrimiento y dolor, tiempos en los que proliferaban, como en la actualidad, los crímenes contra la humanidad”. Defiende, por tanto, el autor la idea de que si se extendiese el modelo de Estado de Bienestar, los atentados terroristas no tendrían porque haber ocurrido, que la culpa de que se hayan cometido es, en última instancia, de los dos demonios preferidos por todos los intelectuales iluminados: el capitalismo y el liberalismo. Como si en los países de procedencia de los terroristas fueran ejemplo de sistema de mercado y libertad individual.

El discurso anticapitalista al que recurre para explicar los males que padece el mundo en general es bastante errado, pues parece que debemos recordar que capitalismo y democracia van cogidos de la mano; el capitalismo es imposible de llevarse a cabo completamente en sociedades donde no exista un sistema democrático, el cual debe defender los derechos fundamentales de libertad, seguridad y propiedad privada.

Este artículo es sólo uno entre los muchos donde un profesional de la sociología se encierra en un antiliberalismo y anticapitalismo incomprensible y fuera de toda razón intelectual. La Sociología y sobre todo en España, parece haber olvidado las consecuencias de las políticas keynesianas que acabaron, en su clímax, en la crisis de los años 70, donde las medidas de intervención estatal en la economía supusieron la aparición de situaciones peligrosísimas para cualquier economía: inflación, paro, déficit y deuda estatal.

Los sociólogos del pensamiento único, y lo son la mayoría de los sociólogos que conozco, defienden un modelo de gestión donde está permitido la coacción, los impuestos, el igualitarismo mal entendido y lo que es peor de todo, los ataques constantes contra la libertad de los individuos. Defienden un Estado sobredimensionado de funciones y tareas, imbuido de poderes que nadie es capaz de controlar, dueño y señor de todas las decisiones que, nos guste o no, toma elecciones por nosotros y las financia con nuestro dinero, recaudado de forma coaccionada mediante impuestos. Parecen ignorar que cuando defienden la rigidez laboral, realmente están defendiendo trabas para que una persona tenga mayores posibilidades de encontrar trabajo; que cuando apoyan un sistema de pensiones y seguridad social, están obligándome a que acepte un estado paternalista que cuide de mí y me diga lo que tengo que hacer.

En qué momento, estimados colegas, nos hemos puesto la manta en la cabeza y perdimos en rumbo en la defensa de la libertad; cuándo ocurrió el fatídico día en que, nosotros que tan cerca estamos de las personas, decidimos coger el camino del intervencionismo y el paternalismo estatal; qué pasó por nuestras mentes cuando decidimos apoyar la coacción y olvidarnos de que si perdemos nuestra libertad, lo perdemos todo; pero aún queda lo más importante: ¿cuándo veremos nuestro fatal error y volveremos a ver el norte?

¿Quién teme al libre mercado?

Quiero comenzar esta reflexión del poder de las multinacionales con dos citas, la primera de Alí Laidi en Le Monde Diplomatique: “Es una guerra silenciosa. Un conflicto ahogado por el ruido de la cruzada del Bien contra el Mal que se lleva a cabo desde el 11 de Septiembre de 2001. Sin embargo, las víctimas son numerosas: no hay muertos ni heridos, si no empleados, inválidos para el trabajo y excluidos de la sociedad. Los fundamentos mismos de la sociedad se ven afectados. Las empresas constituyen los principales actores de esta guerra económica en la cual se enfrentan con o sin complicidad de los Estados. Guerreros de cuello blanco sin fe ni ley que se olvidan de las leyes comerciales, se burlan de la ética y sólo tienen una religión: el aumento de los márgenes de ganancia.” [1]

En la segunda cita quiero hacer un pequeño juego, no citaré al autor hasta que lo considere oportuno, para que el lector intente adivinar de quien se trata: “En la carrera por la riqueza, los honores y los ascensos, el hombre puede correr tan deprisa como le sea posible y tensar cada uno de sus nervios y músculos para dejar atrás a sus competidores. Pero si empuja o tira por tierra a alguno de ellos se termina la indulgencia del espectador. Esto es violar el reglamento, no jugar limpio, y eso no puede permitirse”.

Existe por lo visto entre los intelectuales del mundo, cabezas pensantes que alumbran el oscuro camino del resto de individuos, una aversión hacia el capitalismo y el sistema de mercado. Desconozco si dicha repugnancia se produce o por su desconocimiento del tema o por el contrario, debido a que son auténticos expertos poseen la capacidad de ver cosas que el resto de los simples mortales no vemos; personalmente me inclino por la primera opción.

Lo que realmente desde luego parecen desconocer mis amigos los intelectuales deslumbrados es los fundamentos teóricos en los que se basa el capitalismo y el sistema de mercado, porque sino difícilmente se puede defender posturas como que el mercado funciona mejor sin trabas ni leyes, que el capitalismo no necesita del derecho más que para defender la propiedad privada y que el estado es un simple pelele al servicio de los intereses económicos. Todas estas sandeces y otras muchas quedan en agua de borrajas con la siguiente cita de Adam Smith: “Aquella seguridad que las leyes británicas dieron a cada uno de sus habitantes para que cada uno pudiera gozar del fruto de su trabajo es, por sí sola, suficiente para hacer que florezca cualquier nación...” (SMITH, A.: 1776 (1992), 481). [2]

Como muy bien indica Amando de Miguel: “La desconfianza respecto al mercado proviene de la errónea suposición de que en las relaciones económicas espontáneas o libres –sin intervención del Estado – siempre triunfan los fuertes o los grandes. Véase el argumento en un editorial de Cuadernos para el Dialogo (enero de 1965): “Una simple comprobación de la vida social nos lleva a la evidencia de que allí donde no interviene una autoridad reguladora superior, la fuerza misma de las relaciones económicas –montadas sobre desigualdades de clase y permanentes procreadores de estas – perjudica necesariamente a los más débiles” (p. 4). No hay tal evidencia. Son muchos los casos en los que David vence a Goliat. Es más, también hay muchos ejemplos en los que la “autoridad reguladora superior” refuerza la posición de los fuertes. Durante los años setenta el equipo de Cuadernos para el Diálogo sostuvo la conveniencia de nacionalizar los bancos. (Se decía “socialización de la Banca”). En lo cual coincidía con uno de los “puntos” de la Falange Española, lo que no deja de ser divertido” (MIGUEL, AMANDO DE: 2003, 116-117). Y continua el sociólogo diciendo: “La idea de libertad de mercado no desplaza, sino que refuerza la de un Estado bien organizado. Aunque parezca paradójico, el mercado solo puede funcionar bien si hay un Estado que mantiene un Gobierno honrado, una Justicia independiente y un orden público con la máxima seguridad. Añádase una estricta lista de servicios públicos realmente eficientes, que no tienen por qué ser los mismos siempre.” (MIGUEL, AMANDO DE: 2003, 123)

Partiendo desde esta perspectiva, más apropiada para el análisis del abuso de las multinacionales que el ataque simple y superficial al capitalismo y el sistema de mercado; podemos indicar que el comportamiento de aquellos agentes económicos que no cumplan la normativa legal deben ser sancionados, y que es bueno que el sistema lo haga para su propia supervivencia. Pero es que a mayores, el sistema de mercado ofrece una doble pena, la que supone la perdida de clientes, pues los consumidores no perdonan a las compañías comportamientos incorrectos.

El sistema de mercado, con la defensa de la libertad que lleva implícito, permite que los propios individuos puedan pedir explicaciones sobre el funcionamiento correcto o no de las multinacionales y actuar en consecuencia. El mercado no se define sólo desde el lado de la oferta, sino que la oferta no es nada sin la demanda, sin los consumidores, que son los que al final deciden comprar y con esa compra son los responsables de los aumentos de los márgenes de beneficios. Si el consumidor decide que los productos que consume deben poseer una serie de valores como calidad y precio; puede exigir también como valor añadido todas las reivindicaciones como la no explotación de menores, la conservación del medio ambiente, etc, etc.

El mercado con su propio funcionamiento expulsa fuera a las empresas poco eficaces, las poco productivas, las menos rentables; y para poder ser eficaz, productiva y rentable, dedique a lo que se dedique cualquier empresa, es vender y convencer a un consumidor, si no lo consigue, posiblemente el mercado acabe echándola o cambiando su forma de actuar en él.

Por cierto, la cita es de Adam Smith.


BIBLIOGRAFÍA:

[1] Alí Laidi: La guerra económica, el eterno conflicto de las grandes potencias en Le Monde Diplomatique, Marzo 2005, nº 113; Ediciones Cibermonde S. L. Valencia.


[2] Adam Smith (1776): Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México, Fondo de Cultura Económica, 1992. La negrita de la cita es mía.

[3] Amando de Miguel Rodríguez (2003): Las ideas económicas de los intelectuales españoles. Colección Tablero, Instituto de Estudios Económicos. Madrid.

22 de julio de 2005

Nuevos retos para la sociología de la familia

Comienzo una de mis lecturas atrasadas, una de las muchas que acumulo, y debo confesar que la inicio con una sensación de sorpresa. El libro en cuestión se titula “Principios de bioética laica” del catedrático de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid Javier Sabada.
Reconozco mi desconocimiento sobre los temas y puntos más importantes sobre la bioética, aún a pesar mío, pues se trata quizás de uno de los debates más interesantes que han aparecido a la palestra en los últimos años. No es que no haya oído hablar sobre el asunto, todo lo contrario, los medios de comunicación rara vez no ofrecen información al respecto, sin embargo, si es la primera vez que me adentro en las procelosas aguas de la bioética de una manera más especializada.

Hablaba del sentimiento de sorpresa que me asaltó cuando comencé la lectura de la obra. El motivo se encuentra en la página 16, cito textualmente:
“Un bebé podrá tener cuatro madres. Efectivamente, una madre sería la que pone a disposición el núcleo con la carga genética; otra, la que aporta el óvulo; otra, la que ofrece su útero en alquiler para llevarlo, ya fecundado; y, finalmente, la madre social que lo eduque. Las relaciones de identidad, parentesco y sociales, como se ve, chocan con las habituales, e incluso, se diría, con las morales.” (SABADA, J. 2004, 16).

¡Cuatro madres!, vaya, y yo que pensaba que era difícil explicar a un niño que sus padres no son sus padres biológicos, sino adoptivos.

Nos encontramos, si alguna vez esto se lleva a cabo, ante una serie de desafíos muy interesantes y que no deberíamos ignorar. Parece claro pensar de todo lo anterior, que conocer a la madre del recién nacido será un verdadero misterio

No veo problemas en conocer a la madre “legal”, es decir, la que la ley reconoce como la responsable del cuidado y manutención del bebé. Sin embargo, llegado un momento, ¿no podrán las demás madres reclamar ese derecho?, ¿no tendrá derecho el niño a conocer a todas las mujeres implicadas en todo el proceso de procreación? .

Sin embargo, el embrollo puede complicarse aún mucho más. ¿Podemos considerar como hermanos a los hijos de las madres que han participado en el proceso, pero ahora no son la madre “legal”? ¿Qué pasará con la filiación y la descendencia?

Parece claro que el tema es muy fecundo, pero tampoco quiero extenderme aquí, pues no creo que sea el lugar adecuado, pero tampoco quiero dejar pasar por alto la oportunidad para reconocer que, ante esta posible realidad que se avecina, estoy impaciente por observar como se desarrolla todo. ¿Ustedes no?


BIBLIOGRAFIA

Javier Sabada (2004): Principios de bioética laica. Gedisa Editorial. Barcelona.

15 de julio de 2005

Los sindicatos y la pobreza vistos desde la izquierda

Leo en el diario Expansión, del jueves 14 de Junio del 2005, un artículo de Ramón Jáuregui Atondo titulado: "Dos noticias y una misma reflexión"; con el cual no comparto sus opiniones. Dice Jáuregui: “Ya es bastante lo que le está ocurriendo al sindicalismo en los tiempos de la globalización económica y en el marco ideológico impuesto por el neoliberalismo, como para que, además, se sume una crisis de sus líderes, especialmente en el movimiento sindical más fuerte y organizado, como es el sindicalismo alemán”. Los problemas del sindicalismo nacen no por los aspectos negativos, que de forma implícita en el artículo de Jáuregui, parecen poseer la globalización y el neoliberalismo, sino por la falta de capacidad para adaptarse a los retos que plantea la actual economía global.

La estructura de las organizaciones sindicales y su visión sobre la problemática económica y social de los trabajadores, a los cuales supuestamente defienden, se ha quedado anticuada, ya que no pueden ejercer su coacción como lo hacía antaño. Hoy en día los sindicatos no representan a todos los empleados de una empresa, pero siguen empeñados en querer ser la voz y el camino a seguir de todos ellos, estén afiliados o no, estén de acuerdo con sus ideas o no. Los sindicatos están perdidos en un mundo que no quieren comprender y el cual no quieren aceptar, y cuanto antes se enteren de ello, mejor para los trabajadores y los empresarios.

En relación a los conciertos promovidos por Bono y Geldof para solucionar la pobreza, dice Jáuregui: “No desprecio estos movimientos, los miro con simpatía, sabiendo que en su corazón late la vieja aspiración de justicia y libertad que animó siempre al progreso y a la izquierda”. En los inicios de los movimientos socialistas y de izquierdas, sus ideologías se perdían es un igualitarismo totalitario y no acababan por convencer a sus seguidores plenamente, pues tenían éstos miedo de perder libertades ante unos partidos y movimientos que no querían dejar esfera social, política y económica sin dominar y controlar. Fue entonces cuando se dieron cuanta de que, si querían llegar a cumplir sus verdaderos propósitos, debían incluir a la libertad entre sus ideas, pero se trataba de una libertad con trampa: recortaba la libertad a los individuos pero parecía otorgar carta blanca a gobiernos, partidos políticos e incluso sindicatos.

Lo que a Jáuregui parece preocuparle, es que los partidos políticos, sobre todo los de izquierda, no sean capaces de ser los abanderamos de las preocupaciones ciudadanas; parece olvidar que los partidos políticos sólo buscan una cosa: ganar las elecciones. Acabar con la pobreza mundial no está entre la agenda de los líderes mundiales porque tampoco está entre los principales problemas personales de los ciudadanos del mundo desarrollado.

Jáuregui llega incluso a afirmar que en un principio llegó “a confiar en los movimientos altermundialistas […] como embrión de una sociedad concienciada y movilizada contra una globalización tan injusta como insoportable en lo social y tan incoherente como suicida en lo ecológico”. Opino que es precisamente el proceso de globalización el que nos hará ver y compartir los problemas mundiales y buscar una solución a ellos de manera conjunta. No se puede decir que los gobiernos deben actuar a nivel global y luego acusar a la globalización de todos los males habidos y por haber.

Me asombra también la inocencia de Jáuregui cuando dice: “[…] los pequeños incidentes de Edimburgo, dominados por pequeños grupos anarcos, sin organización, ni líderes, ni propuestas […]”. De verdad cree el señor Jáuregui que esos grupos funcionan así, debería pasar un tiempo navegando por las páginas Web de grupos como http://acp.sindominio.net/ ; o todo un directorio de este tipo de grupos desorganizados: http://www.rebelion.org/directorio.php .

La izquierda sigue confundiendo el término igualdad: una cosa es que ante la ley yo sea igual que cualquier otro individuo, pero otra cosa es hacerme igual a la fuerza en todo, yo no tengo que ser igual a otro individuo, yo tengo mis circunstancias personales únicas: mi educación, mi trabajo, mi forma de vida, mi ideología, etc. y no se puede coger y decir que todos iguales nos guste o no.

14 de julio de 2005

Dos amenazas sobre la libertad

"Existen tres argumentos principales que justifican la democracia. El primero afirma que siempre que se estime conveniente la primacía de una opinión entre varias en conflicto –concurriendo la circunstancia de que habría de imponerse, en caso necesario, por la fuerza – resulta menos dañoso que apelar a la violencia el determinar cuál de aquellas opiniones goza del apoyo más fuerte utilizando al efecto el procedimiento de contar los que están en pro y los que están en contra [...] El segundo argumento –históricamente el más importante y todavía de la mayor trascendencia, aun cuando no nos hallamos completamente seguros de que sea siempre valido – afirma que la democracia es una importante salvaguardia de la libertad individual. [...]" (HAYEK, F. A. 1998, 147)

Las democracias actualmente tienen que hacer frente a dos amenazas: el terrorismo y los ataques a la libertad individual. La realidad nos hace percibir de manera más clara el peligro del terrorismo, ejemplos abundan por doquier: Irak, New York, Bali, Madrid, Londres más recientemente. Estos actos inhumanos y despiadados buscan desestabilizar la sociedad occidental mediante sus dos armas más crueles: los muertos y el miedo. Como consecuencia de la existencia de victimas se generan en la sociedad sentimientos de sufrimiento, dolor, impotencia y venganza. De modo más sutil, el miedo y junto a él la inseguridad, pueden hacer tomar decisiones equivocadas a las sociedades que los padecen.

La otra gran amenaza y mucho menos visible son los ataques contra la libertad individual, normalmente bajo la forma de recortes y restricciones. Estas medidas se toman como consecuencia del miedo y la inseguridad que se forman después de un ataque terrorista. La sociedad se ve golpeada de forma tan brutal que esos sentimientos negativos que son el miedo y la inseguridad nos hacen creer que la pérdida de libertades es un mal menor si con ello conseguimos acabar con el peligro terrorista. Sin embargo, no por mucho que vigilen nuestros correos, controlen nuestras llamadas telefónicas, nos graben en todo momento, nos registren, nos obliguen a pasar por mil y un rituales de falsa seguridad en un aeropuerto el terrorismo será derrotado o lo que es peor, impediremos que se produzcan más atentados.

Estas medidas lo único que hacen es crear una falsa esperanza de seguridad, una falsa sensación de protección y lo que si logran y de manera muy eficaz es invadir nuestra intimidad, nuestro derecho a la privacidad, en definitiva: un recorte de nuestra libertad. Por lo general, el sistema judicial de una democracia supone que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario; con estas medidas todos somos sospechosos de cometer un posible crimen terrorista, por eso se atenta contra nuestra privacidad, tenemos que demostrar a nuestros gobernantes y a las fuerzas de seguridad, que supuestamente deben defendernos, que somos inocentes.

¿Qué nos está pasando cuando permitimos que recorten nuestras libertades? ¿Dónde vamos cuando en Irak mueren 31 niños por un atentado terrorista (en la memoria también los niños muertos en Beslán) y no se tomen medidas de ningún tipo? Los asesinos están ganando muchas batallas, no dejemos que ganen la guerra y consigan el triunfo que tan diabólicamente están persiguiendo, no permitamos que nos quiten lo que tanto hemos tardado en conseguir: la libertad.

No quiero dejar esta reflexión sin pasar por alto dos citas para que reflexionen ustedes:

"Fuimos los primeros en afirmar que conforme la civilización asume formas más complejas, más tiene que restringirse la libertad del individuo." Benito Mussolini

"Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla" Alexis de Tocqueville

Bibliografía
Friedrich A. Hayek (1998): Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial. Madrid

10 de julio de 2005

Sobre el Estado del Bienestar y la responsabilidad personal

Soy consciente de que criticando al Estado de Bienestar me enfrentaré ideológicamente contra muchas personas que lo defienden, pero no por ello voy a dejar de hacerlo.

Muchos dicen que cuando mediante nuestros impuestos (y todos pagamos impuestos en todo momento), conseguimos financiar un sistema más justo e igualitario no me lo creo. El Estado de Bienestar lo único que logra, aparte de interferir muy perniciosamente en el sistema económico, es crear una serie de actitudes en los individuos que viven en ese sistema de irresponsabilidad y dejadez.

Desde pequeños parece que no debemos preocuparnos por nada, porque Papá Estado se ocupará de todo, de nuestra salud, de nuestra educación, de nuestra vivienda, de la seguridad de nuestro trabajo, etc. Pues yo no quiero, lo siento, pero no acepto que el estado me quite dinero para gastarlo donde mejor le viene en gana con la supuesta excusa de hacerlo por un bien mayor. Soy lo suficientemente mayor y racional para decidir que hacer con el dinero que recibo a cambio de un trabajo, si con esa cantidad salarial me dedico a comprar números especiales de Playboy y no contrato un plan de pensiones, o un seguro médico, o una vivienda es problema mío.

La abolición del masificado y sobredimensionado del Estado de Bienestar supone que yo, como individuo mayor y consecuente con mis actos adquiera una cualidad que todo ser debe poseer: responsabilidad con mi persona y con los demás. Si no tengo a nadie que saque las castañas del fuego, o soy responsable con mis actitudes y decisiones, o pagaré las consecuencias en un futuro, pero sin que mis decisiones equivocadas afecten a nadie. Si no contrato un plan de pensiones y cuando me jubile tengo problemas económicos, habrá sido mi culpa, no podré ir a Papá Estado y decirle: "perdón, se que no debería haberme gastado todo en fiestas y mujeres, estoy muy arrepentido y quiero que ahora, todos los demás miembros de la sociedad me paguen una pensión." Lo siento, tachadme de poco solidario, pero no soy responsable de que esa persona haya decidido así.

8 de julio de 2005

Comenzamos

Venid hijos míos y escuchad la historia de un pequeño blog que nació hace mucho, mucho tiempo en una tierra lejana y extraña donde sucedían cosas extraordinarias e increíbles.