15 de octubre de 2006

Teorías de lo Complejo y liberalismo (y II)

Una vez, eso espero, que tenemos más claro lo que significa la teoría de lo complejo y algunos de los conceptos y cambios que ha introducido este paradigma en la ciencia, pasaré a hablar del liberalismo.
Los orígenes del liberalismo pueden rastrearse según Victoriano Martín Martín en su obra “El liberalismo económico: La génesis de las ideas liberales desde San Agustín hasta Adam Smith”, en dos tradiciones o fuentes:
a) Tradición Inglesa: Que parte de la Escuela Escocesa de Filosofía (Hume, Smith, Fergurson), Josiah Tucker, E. Burke, W. Paley. Su concepción del mundo es empirista y centran su atención en la esencia de la libertad y la espontaneidad junto con la contrastación prueba/error. Su teoría social se basa en la relación hombres-instituciones, que surge de la acción separada de los múltiples individuos sin una intención previa suprema, simplemente de su evolución adaptable.
b) Tradición Francesa: Desde los enciclopedistas, los fisiócratas como Rousseau y Condorcet. Su concepción del mundo es esencialmente racionalista, donde se persigue un fin colectivo o patrón único aceptado por todos. Su teoría social parte de un algo primitivo, que es regulado y cambiado gracias a un sabio legislador y un contrato. Su concepción de la naturaleza humana es la bondad del ser humano y la necesidad de la planificación de la acción humana.

Sin embargo, al igual que toda corriente de pensamiento político, social y económico, el liberalismo es una amalgama diversa y variada donde tienen cabida multitud de opiniones e ideas, es por ello que sólo mostraré las características principales de lo que llamamos liberalismo clásico.
La wikipedia tiene las siguientes entradas en referencia al liberalismo clásico, la cual reproduzco en su integridad:
“El Liberalismo clásico o primer liberalismo es una frase usada para describir ideas formuladas durante los siglos XVII y XVIII, contrario al poder absoluto del Estado y su intervención en asuntos civiles, la autoridad excluyente de las iglesias, y cualquier privilegio político y social, con el objetivo de que el individuo pueda desarrollar sus capacidades individuales y su libertad en el ámbito político y religioso. Su base fundamental se encuentra en la doctrina de la ley natural, cuyo más representativo exponente es John Locke.
Dotado de una alto grado de laicidad, ya que tanto los pensadores cristianos como aquellos que a partir del siglo XVIII adoptaron el ateísmo como postura frente a la religión, estaban vinculados a la reforma de la Iglesia Católica y el cisma protestante de inicios del siglo XVI, con el consecuente alejamiento de la idea de Dios de los asuntos públicos. La religión pasa a ser un asunto privado, alejada de la moral y de la política, con la finalidad de favorecer la convivencia.
Sus bases racionales son el realismo y el empirismo, con mucha mayor atención, por lo tanto, a los cambios observados en los hechos, por lo que se distingue del idealismo y del deductivismo propios del racionalismo continental europeo, más tendente a formular verdades obsolutas. Se trata de un racionalismo analítico, más que justificativo.
Su visión del hombre es relativamente pesimista, suponiéndole una motivación fundamentalmente egoísta en aras de la satisfacción del propio interés.
Dicho laicismo, empirismo y utilitarismo, propios del liberalismo clásico favorecen la convención más que la convicción, mediante un programa político basado en el consenso, por lo que considera la ley y la institución creaciones artificiales, evaluándolas por sus resultados y omitiendo su concordancia con cualquier principio trascendente.
Nace en Inglaterra a mediados del siglo XVII, entre la guerra civil y la revolución de 1688, con la elaboración de argumentos contrarios a la monarquía absoluta y el poder eclesial y su pretensión de monopolio sobre la verdad religiosa.
Los primeros en manifestar estas posturas son los niveladores, pequeños propietarios disidentes del ejército de Oliver Cromwell, constituido en partido político en 1646. Sus ideas centrales hacían referencia a la comunidad política como un conjunto de personas libres que comparten los mismos derechos fundamentales, por lo que el gobierno tenía que basarse en el consentimiento de los gobernados. Como los gobernados son personas racionales, dicho ejercicio de gobierno no podía ser ni paternalista ni intervencionista, sus poderes, por lo tanto tenían que ser limitados, con una clara vocación de protección de los derechos individuales como la libertad de expresión, de religión, de asociación y de propiedad.
El factor religioso también jugó un importante papel en la formulación del liberalismo. En línea con lo anterior, se reclamaba tolerancia y libertad religiosa por parte de los sectores inconformistas de la Iglesia anglicana. Hasta ese momento, reinaba un compromiso doctrinal entre el calvinismo y el catolicismo que permitió la nacionalización política, compromiso que proporcionó en la práctica una dinámica de tolerancia religiosa. Pero en el siglo XVII surgieron importantes discrepancias en el seno de la Iglesia anglicana referentes a su tradicionalismo y autoritarismo, desembocando en el puritanismo, cuyas reclamaciones radicaban en la independencia eclesiástica y en una organización presbiteriana o asamblearia.
Como filosofía personalista e individual, el liberalismo permite que algunos individuos piensen que unos derechos son más importantes que los otros, como en el caso del los defensores del liberalismo social y el liberalismo económico, o de los que entienden que unos y otros no pueden disociarse. Aquí expondré lo que se entiende tanto por social como por económico.
El liberalismo social defiende la no intromisión del estado o de los colectivos en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales no-mercantiles, admitiendo grandes cotas de libertad de expresión y religiosa, los diferentes tipos de relaciones sexuales consentidas, el consumo de drogas, etc. Sin embargo sus detractores objetan el hecho de que no considera valores más allá de la propia voluntad, como los valores religiosos o tradicionales.
El liberalismo económico defiende la no intromisión del estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos (reduciendo los impuestos a su mínima expresión y eliminando cualquier regulación sobre comercio, producción, condiciones de trabajo, etc.), sacrificando toda protección a "débiles" (subsidios de desempleo, pensiones públicas, beneficencia pública) o "fuertes" (aranceles, subsidios a la producción, etc.). La impopularidad de reducir la protección de los más desfavorecidos lleva a los liberales a alegar que resulta perjudicial también para ellos, porque entorpece el crecimiento, y reduce las oportunidades de ascenso y el estímulo a los emprendedores. Los críticos, por el contrario, consideran que el Estado puede intervenir precisamente fomentando estos ámbitos en el seno de los grupos más desfavorecidos. El liberalismo económico tiende a ser identificado con el capitalismo, aunque este no tiene por qué ser necesariamente liberal, ni el liberalismo tiene por qué llevar a un sistema capitalista. Por ello muchas críticas al capitalismo son trasladadas falazmente al liberalismo.
¿Cómo es posible entonces que un sistema como el liberal y el capitalismo, basados en el egoísmo y el interés propio, puedan dar cohesión al sistema social y evitar el caos? Las respuestas a estas preguntas trajeron en jaque a muchos pensadores de todos los tiempos, sobre todo como ya hemos venido exponiendo, tanto desde la corriente más anglosajona como desde la visión más francesa o continental.
La concepción británica habla de un “desarrollo gradual de un cuerpo de teoría social demostrativa de que las relaciones entre los hombres y sus instituciones surgían de las acciones separadas de numerosos individuos que ignoraban lo que estaban haciendo, más bien que inventadas u obedeciendo a un plan. Se demostraba así la existencia de un orden que no era resultado del plan de la inteligencia humana ni se adscribía a la invención de ninguna mente sobrenatural y eminente, sino que provenía de la evolución adaptable.”[i] Por el otro lado, la concepción racionalista, cartesiana, “presupone que el hombre originariamente estaba dotado de atributos morales e intelectuales que le facilitaban la transformación deliberada de la civilización”[ii], que “la sociedad civil ha sido formada por algún primitivo y sabio legislador o un primitivo contrato social.”[iii]
La concepción racionalista cerraba la discusión gracias a la colaboración, la cooperación y la voluntad suprema de alguien o algo por dar cohesión y orden al sistema; sin embargo, la concepción inglesa no despejaba ninguna duda, seguía sin saberse como era posible la sociedad en un mundo de individuos egoístas. Entonces, los moralistas escoceses dieron con la solución al dilema, las consecuencias no deseadas, cuyo exponente más claro es la mano invisible de Adam Smith.
Nos dice Smith al respecto:
“Cada individuo en particular se afana continuamente en buscar el empleo más ventajoso para el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad; pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, de una manera natural, o más bien necesaria, el empleo más útil a la sociedad como tal.
[…] Al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios. No son muchas las cosas buenas que vemos ejecutadas por aquellos que presumen de servir sólo al interés público. Pero ésta es una afección que no es muy común entre los comerciantes, y bastan muy pocas palabras para disuadirlos de esa actitud.”[iv]
Pero no sólo el padre de la economía defiende que el perseguir los intereses particulares promueve el bienestar social, otro ejemplo lo tenemos en Francisco de Vitoria cuando nos dice: “El que vive en sociedad o en una sociedad es parte de la ciudad. Luego el que hace algo en bien o en provecho de un particular lo hace también para la utilidad común y pública, así como el que perjudica a un particular perjudica al bien común, del cual aquél forma parte.”[v]
Y es que el orden liberal basado en la libertad económica y política permite el surgimiento de un orden espontáneo donde antes sólo predominaba el caos, como bien indica Paul A. Samuelson en su Economics: “Un sistema competitivo es un mecanismo elaborado para llevar a cabo una coordinación inconsciente sirviéndose de un sistema de precios y mercados, un artificio de comunicaciones por el que circulan los conocimientos de millones de personas distintas. Resuelve, sin inteligencia central, uno de las más complejos problemas imaginables, lleno de intrincadas relaciones y variables desconocidas. Nadie lo proyectó, se desarrolló espontáneamente, y, lo mismo que la naturaleza humana, presenta cambios, pero soporta, por lo menos la primera prueba de toda organización social, puesto que es capaz de sobrevivir. […] El sistema competitivo basado en los mercados y los precios […] no produce el caos y la anarquía, sino que existen en él cierto orden y una línea de conducta. El sistema funciona.”
Partes individuales que no se sabe muy bien como interactúan entre ellas sin una intención previa a hacerlo, ordenes espontáneos nacidos de un caos originario sin necesidad de intervención divina o planificación exterior, sistema abierto que alcanza cotas de organización automática y que aprenden a medida que se equivoca; no estamos hablando acaso de rizomas, auto-organización, sistemas complejos y no-lineales, de autopoiesis, etc.; y no se adaptan perfectamente el capitalismo y el liberalismo a estas concepciones donde el azar, la libertad, el orden como producto del caos, son el pan nuestro de la naturaleza que nos rodea y asombrados empezamos poco a poco a descubrir.
“Cuando las sociedades se han estratificado y precisado cunde la idea de una mano invisible, que articula el interés egoísta con una eficaz asignación de los recursos económicos. Atemperado el egoísmo de cada uno por un sentimiento que Smith llama <>, multitud de esfuerzos individuales sin orden ni control desembocan en márgenes de bienestar superiores a los observados cuando la pauta genérica es pura envidia, y los esfuerzos tratan de planificarse rigurosamente, siguiendo una cadena exterior de mando. La conciencia de esta mano invisible –armonía oculta, superior a la manifiesta (Heráclito), astucia de la razón (Hegel) – inaugura una crítica del control gubernativo, basada sobre el principio de que solo será útil y legítimo si resulta frugal, comedido.”[vi]

[i] Victoriano Martín Martín (2002): El liberalismo económico: La génesis de las ideas liberales desde San Agustín hasta Adam Smith. Editorial Síntesis. Madrid. Pág. 43.

[ii] Idem

[iii] Idem

[iv] Adam Smith (1776): The wealth of Nations, edición en castellano en Oikos-Tau, Barcelona, 1988.

[v] Francisco de Vitoria: De eo ad quod tenetur homo cum primum venit ad usum rationis, 7, en Francisco Vitoria, Obras de Francisco de Vitoria, Relaciones Teológicas, edición crítica por el padre Teófilo Urdanoz, O.P. Biblioteca de Autores Cristianos; Madrid, 1960, págs. 1344-1345.

[vi] Antonio Escotado (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid. Pág. 278.

12 de octubre de 2006

Carta abierta a Latinoamerica

Hace ya unos casi 600 años tres naves llegaron a una costa de un continente nuevo e impresionante. Muchos de los soldados que arribaron allí se quedaron asombrados de lo extravagante de la vestimenta de sus pobladores, otros fascinados por la belleza de los parajes, algunos maravillados por la riqueza de la tierra y también hubo quien vio en el descubrimiento de América una fuente de explotación y guerra. Como en todo proceso de colonización e imperialismo, miles de cosas buenas y malas nacen en el momento en que dos culturas comienzan a conocerse. Los años posteriores y los siglos siguientes se transformaron en sentimientos de fascinación, miedo, atracción y repulsión; en colaboración y guerras, en exterminio e imposiciones, etc.

Reconozco que hace unos cuantos años Latinoamérica era una desconocida para mi, más que una desconocida, simplemente no sentía una gran atención por ella. Me considero español y europeo pues creo firmemente en el proyecto de una Europa unida y fuerte; sin embargo, desde que he comenzado a mantener cierto contacto con personas de ese impresionante continente, mi interés hacia la zona ha crecido exponencialmente.

He visto que los lazos creados entre España y Latinoamérica son o deberían ser tan fuertes como los que mi país tiene con todos sus vecinos europeos, incluso pienso que deberían estar al mismo nivel. Muchos siglos de contacto, de conocimiento, de repulsa y admiración mutua nos unen de una forma increíble y fascinante. Y a pesar de que muchos pensadores latinoamericanos consideran que los españoles seguimos viendo Latinoamérica como los territorios perdidos de nuestro Imperio, personalmente considero que esa visión, por lo menos en mi parte es totalmente falsa; como liberal que soy me alegro enormemente que los diferentes pueblos de América del Sur consiguieran su libertad y la capacidad para independizarse. Pero también considero que esa independencia no debe significar olvido, resentimientos, celos o indiferencia, pues como ya he dicho nos unen unos lazos de cultura latina común de un valor incalculable.

Mi admiración y cada vez mayor atención a esa tierra hace que las noticias que llegan de esa zona del mundo me llenen de preocupación. Hacen que reflexione sobre por qué esa parte del globo no parece encontrar la senda del progreso y la paz que tanto se merece y necesita. Advierto que antes de nada que no impongo una visión paternalista e imperial hacia esos países, como suponiendo que esas colonias descarriadas no saben gestionarse y necesitan de España para hacerlo, al contrario, defiendo que deben ser ellos mismos los que hallen las soluciones a todos sus problemas, pero el consejo de un amigo, creo, siempre es bienvenido y sobre todo si se hace desde el respeto por su independencia y el reconocimiento de su capacidad para gestionarse y la afirmación de que disponen del capital intelectual para poder hacerlo. Repito, como casi hermanos que somos no podemos permitirnos los que estamos de este lado del charco mirar para otro lado e ignorarles, sería la actitud más estúpida e injusta.

Percibo, y puedo estar errado por supuesto, que uno de los grandes problemas de Latinoamérica es su falta de unidad supranacional y proyecto en común. Los diferentes países parecen estar más atentos a su parte del pastel que en considerar que todos y cada uno de los diferentes estados forma un pastel más grande e importante. No entiendo como los diversos gobiernos latinoamericanos no se preocupan lo más mínimo por sus vecinos cuando los problemas les asedian, da igual que Argentina entre en una crisis financiera, que Colombia esté infectada por el terrorismo y los cárteles de la droga, que Cuba siga en manos de una dictadura, que México no sea capaz de mostrar un sistema democrático que supuestamente le corresponde a un país de su calibre, que Venezuela tenga un líder que tire piedras contra el único país vecino con el cual tienen mucho que ganar y que intente dividir Latinoamérica entre los pro-imperialista y los anti-imperialistas creando una separación estúpida a la par que muy peligrosa, que Haití y Jamaica vivan constantes revueltas civiles con sus aterradoras matanzas, etc.

Soy consciente de que muchos me dirán que esos problemas son parte de los asuntos internos de un estado-nación independiente y que intervenir en ellos sería una amenaza a la soberanía nacional; pero una cosa es intervenir y otra cosa hacer mover los hilos de la diplomacia con mensajes altos y claros de apoyo y búsqueda de soluciones. Hablo, al fin y al cabo, de un proyecto común, de meter en la cabeza de sus líderes que comparte una casa común y que su gestión necesita que cada uno gobierne su parte y entre todos gestionen el todo.

Bolivia se encuentra en una fase actual de ruptura social y política seria y preocupante, se habla de una posible guerra civil que causaría graves daños primeramente a la propia Bolivia, pero inmediatamente después a sus vecinos más cercanos para acabar afectado a todos posteriormente. Hablo de un fallo en el suministro energético para Brasil, de un movimiento de refugiados de casi un millón y medio de personas hacia Argentina o Chile, a parte de las presiones en sus respectivas fronteras, el retroceso en el comercio continental, etc. Y este es un ejemplo, pero por desgracia, seguro que ustedes pueden citar muchísimos más.

¿Qué les pasa hermanos? ¿Por qué sus partidos políticos y los respectivos líderes no hacen más que radicalizarse y dirigirse hacia los extremos más peligrosos, independientemente de su signo de izquierdas o derechas? ¿Por qué sus respectivos gobiernos parecen ignorarse entre ellos? ¿Por qué el discurso victimista impregna todos los discursos tanto políticos como científico sociales para explicar su desarrollo? ¿Qué puede hacer su vecino más lejano por ustedes? Tantas preguntas y tan pocas respuestas.

Ustedes, mis queridos y apreciados lectores y amigos latinoamericanos, independientemente de su nacionalidad, como futuro que representan, les motivo a que hagan cualquier cosa, les animo a que se conozcan entre ustedes, a que pasen de sus gobiernos respectivos y creen lazos de hermandad, a que usen esta poderosa herramienta de comunicación para descubrirse, como yo los he descubierto a ustedes, y rompan las fronteras y comiencen a verse como un todo compuesto de muchas partes. A que inicien cualquier cosa que les permita hablar, tratarse como iguales, a emprender proyectos, humildes y de corto alcance seguramente, pero no por ello menos ilusionantes. Son jóvenes, tienen fuerzas, son muy inteligentes y capaces, unan sus fuerzas y cuenten conmigo en todo lo que pueda servirles y ayudarles. Pensemos que podemos hacer y no dejemos vencernos por la idea de que poco podemos aportar.

Y mientras tanto, yo seguiré viendo esa parte del globo increíble y entristeciéndome por cada una de las malas noticias que me llegue.

3 de octubre de 2006

Teorías de lo Complejo y Liberalismo (I)

Lo primero que quiero pedirles es paciencia, se trata de una serie de artículos estos que comienzo muy largos y extensos, muy poco propios de un blog. Pero quiero compartir con ustedes este pequeño trabajo que estoy realizando y necesito de sus opiniones. Gracias por su comprensión.

Este artículo nace con la intención teórica de buscar los puntos de acuerdo, si existen, entre lo que ha venido en denominarse teorías de lo complejo y el liberalismo. Así términos como autoorganización, rizomas, teoría del caos, etc. servirán de contexto teórico para comprobar si el liberalismo se adapta a sus exigencias o, si por el contrario, las ideas liberales de libertad de mercado y libertad política se han quedado anticuadas e inservibles para entender este comienzo del siglo XXI.
Se me presenta por tanto una labor ardua y nada fácil de la cual espero salir airoso, siendo además muy consciente de cometeré multitud de errores y apreciaciones no muy válidas, por lo tanto, aceptaré gustosamente cualquier ayuda, opinión, crítica o aclaración que tengan a bien hacerme llegar.
Comenzaré por ofrecer unas pequeñas definiciones, espero que sencillas y por lo tanto operativas, que permitan al lector saber de qué estamos hablando y a qué nos estamos refiriendo. Para terminar, ofreceré, mejor dicho, intentaré mostrar si es posible seguir con las ideas que propugna el liberalismo tanto económico y político ante las exigencias que suponen las mencionadas teorías de lo complejo, que es al fin y al cabo la intención de este humilde trabajo.

Las teorías de lo complejo han sido definidas de multitud de formas, básicamente se trata de toda una gama de nuevas visiones epistemológicas, metodológicas y teóricas, de claro cariz transdisciplinar, siendo esta característica quizás su peculiaridad más importante, donde ciertas fronteras clásicas en la ciencia están siendo difuminadas e incluso eliminadas. Así se producen una serie de rupturas a niveles epistemológico, metodológico, teórico e incluso disciplinar.
La ruptura se produce en la base misma del conocimiento y la concepción de la ciencia. Se cuestionan las definiciones clásicas de la ciencia, sobre todo en su vertiente más positivista y empirista. ¿Qué significa esto? Antes de la llegada de este paradigma que algunos llaman paradigma de lo complejo, la ciencia estaba definida bajo los postulados del positivismo y el empirismo, aunque tampoco podemos olvidarnos de ciertos posos del racionalismo. El positivismo como corriente primeramente filosófica y posteriormente como visión creadora de ciencia, obligaba al científico a cumplir una serie de requisitos para que su trabajo fuese tildado como tal.
La dimensión epistemológica del positivismo se basaba en:
a) Fenomenalismo: “basado en la confianza derivada de los logros de la ciencia, implica que no hay una materialidad nouménica transcendente, inasequible a la percepción, sino que la realidad es tal como se aparece a los sentidos, que nuestras imagines mentales se corresponden con ella como un retrato académico a su modelo.”[i]
b) Nominalismo: “afirma el carácter artificioso del salto de casos individuales a enunciados universales. Esto implica que los objetos singulares deben ser clasificados y explicados por referencia a entidades teóricas, de las que no existe constancia empírica por ser colectivas (las especies) o intangibles (los átomos). Además, las explicaciones causales de hechos particulares sólo pueden generalizarse si se pueden asimilar a un proceso universal; […].”[ii]
c) Unicidad de método en el saber y en las ciencias: unificación establecida desde un saber o ciencia considerada como modelo.

Posteriormente en el siglo XX, surge el neopositivismo en torno al Círculo de Viena. Se originó en la década de 1920-1930 en torno a Moritz Schlick, siendo sus miembros más destacados Carnap, O. Neurath, H. Feigl (todos ellos filósofos); y Ph. Frank, K. Menger y K. Gödel (físico-matemáticos). Difundieron el positivismo lógico y establecieron vínculos y contactos con la Escuela de Berlín (H. Reichenbach y C. G. Hempel) y los empiristas de Upsala, los lógicos polacos (Lukasiewicz, Adjukiewicz, Tarski), los simpatizantes norteamericanos (Nagel, Ch. Morris, Quine) y los analistas británicos (G. Ryle, A.J. Ayer)[iii].
El neopositivismo lógico se fundamenta en las tesis siguientes:
a) Negación a toda metafísica
b) Fisicalismo y unidad de las ciencias: todo conocimiento científico debe estar basado en los postulados de la física, y es a partir de ahí, de donde deben partir todas las demás ciencias para el conocimiento científico.
c) Verificabilidad empírica: las observaciones realizadas por el sujeto deben ser trasmitidas a los demás para su compresión, y deben ser contrastadas o verificadas empíricamente.

El exponente más claro de este pensamiento es la física clásica o física newtoniana, caracterizada por “la radical separación del científico de la realidad que investiga y, lo que no es menos fundamental, una reducción del ámbito de su estudio a aquello que puede ser medido y manipulado”.[iv] La ciencia newtoniana hizo que durante mucho tiempo, el científico durmiese en la ilusión del orden y la seguridad, “De este modo, la dinámica o mecánica, que ha sido el ejemplo de ciencia clásica por antonomasia, permitía la ilusión de unas leyes universales de la física en las que las trayectorias aparecían como conservativas, reversibles y deterministas. Unas leyes que suponían que el objeto de la dinámica podía llegar a comprenderse en su totalidad con solo conocer la definición de un estado del sistema y la ley que rige su evolución.”[v]
El amargo despertar vino primeramente con la física relativista de Einstein y posteriormente, y de forma definitiva y total, con la física cuántica. De la seguridad y el orden, los científicos se vieron lanzados, de forma dura y amarga, al caos y la incertidumbre saltando por los aires los resortes de la continuidad, la reversibilidad y el orden; pasado, presente y futuro no tienen ya que estar conectados y mucho menos, uno ser consecuencia del otro, se produce la ruptura de la flecha del tiempo clásica: “Según esta nueva caracterización, procesos reversibles serían aquellos a los que no les afecta la flecha del tiempo mientras que procesos irreversibles pasarían a ser aquellos en los que sí tiene influencia dicha flecha.”[vi] Por supuesto, la relación sujeto-objeto se ve también totalmente alterada.
¿Qué es lo que trajo la física cuántica para armar entonces tanto revuelo? Pues algo tan simple y a la vez tan fascinante como la imposibilidad de conocer al mismo tiempo, la velocidad y la posición de una partícula cuántica. “En el mundo de las partículas ya no hay causa y efecto, sino una combinación de posibles, una suma de todo lo que puede ocurrir sin impedimento.”[vii] Esa imposibilidad propia de la física cuántica se conoce como incertidumbre de Heisenberg.
Los físicos se enfrentan por primera vez a algo novedoso para ellos, el azar. El azar significa que no hay determinismo, que la matemática lineal que explicaba los fenómenos de la mecánica newtoniana ya no sirve. Los fenómenos de la física cuántica son no-lineales, es decir, no aceptan las reglas del cálculo diferencial cuyo “campo son fenómenos expresables linealmente, con funciones o curvas simples, periódicas, graduales”[viii]. Es decir, aquellas funciones que permiten en su estudio el uso del diferencial, donde se hace necesario la derivada de la función de estudio y su integral. Sin embargo, “la naturaleza desemboca sin cesar en ecuaciones no-lineales…”[ix].
Las partículas sub-atómicas por tanto parecen no disponer de una ley que explique su comportamiento, el azar introduce un área de libertad, una dimensión de incertidumbre donde, al igual que en el ser humano, la lógica formal no sirve para comprender el fenómeno que pretende describirse. Y es que esa es “una de las principales características de las leyes cuánticas, más allá de estas apariencias, es la de dar libre curso a los posibles. La torre cuántica, cuando se habita en ella, evoca la maravillosa abadía de Thélème, cuya regla había escrito Rabelais: “haz lo que quieras.” Porque ésta es la regla absoluta en el mundo cuántico. Todo es posible y es la única realidad.”[x]
Pero la física de partículas no es la única que se ha visto afectada por la irrupción del azar. De hecho, una de las ramas que más pronto empezó a sentir los efectos de este cambio de paradigma fue la termodinámica, rama en la cual uno de los términos que abordamos en este artículo, la auto-organización, adquiere una importancia capital. Y muy relacionado a nuestro concepto de auto-organización es la transdisciplinariedad. “Si tuviésemos que destacar una de las características más singulares que ofrecen aquellas investigaciones que se han realizado acerca del concepto de auto-organización, sin duda alguna, la primera de estas peculiaridades en reseñarse sería la de transdisciplinariedad.”[xi]
Sobre la historia del termino auto-organización, siguiendo a Livet, encontramos cinco etapas: “La fase cibernética clásica, que tuvo lugar en la década de los cuarenta; la etapa del Biological Computer Laboratory […] y del consiguiente desarrollo de la segunda cibernética, desde 1958 hasta 1976; una tercera fase que contempla dos ramas, la de la teoría de la información (Atlan) y la de la termodinámica de redes (Katchalsky), que cobran difusión en la década de los setenta; la fase de la termodinámica de los fenómenos irreversibles (Progogine y la escuela de Bruselas), igualmente fechable en los setenta por lo que su impacto se refiere; y finalmente, la que comienza en la década de los ochenta conocida con el nombre de neoconexionismo porque en múltiples aspectos retoma los trabajos y reflexiones de Mc Culloch y Pitts en la construcción de redes y que son propios de la primera fase, la denominada como cibernética clásica.”[xii]
El profesor Juan de Dios Ruano Gómez aborda el estudio de la auto-organización en su obra Auto-organización: entre el orden y el caos desde dos puntos centrales de vista, a saber, desde las ciencias de la materia por un lado y por otro desde las ciencias de lo vivo. Posteriormente aplica el concepto de auto-organización al sistema social cuando se enfrenta a cuestiones de pánico colectivo.
La termodinámica clásica se fundamenta en el primer principio de la termodinámica que afirma que la energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. La termodinámica así entendida era una ciencia del equilibrio, una ciencia que defendía que todos los sistemas tendían hacia un equilibrio. El segundo principio afirma que “un sistema aislado evoluciona espontáneamente hacia un estado de equilibrio que corresponde a la entropía máxima, es decir, al mayor desorden.”[xiii] Este importantísimo descubrimiento nos lleva, como dicen Progogine y Stengers, al concepto de entropía y de paso a “distinguir tres amplios campos de la termodinámica, cuyo estudio corresponde a los tres estados sucesivos en su desarrollo. La producción de entropía, los flujos y las fuerzas son todos nulos en el equilibrio; en la región cercana al equilibrio, en donde las fuerzas son débiles, el flujo lineal de la fuerza, […]. El tercer campo de estudio se denomina región “no-lineal”, porque en ella el flujo es una función más complicada de la fuerza.”[xiv].
La termodinámica de los procesos irreversibles, la que se encarga de “los flujos que atraviesan ciertos sistemas físico-químicos y los alejan del equilibrio pueden alimentar fenómenos de auto-organización espontánea, rupturas de simetría, evoluciones hacia una complejidad y una diversidad crecientes.”[xv] Un orden a través del desorden, una auto-organización desde un caos inicial que se produce de manera imprevista, pero que puede ser predicha, “Unas estructuras encargadas de disipar energía, es decir, de hacer evolucionar al sistema hacia el máximo desorden y que, paradójicamente, en ese objetivo, en el cumplimiento de su finalidad entrópica, hacen que el conjunto del sistema muestre una coherencia global hasta entonces nunca vista.”[xvi]
Otra teoría de gran significado dentro del paradigma de lo complejo es la teoría de rizomas. Tradicionalmente se ha considerado que conceptos de estructura y sistemas centralizados servían perfectamente para explicar la realidad, sin embargo, a esta visión se opone el concepto de rizoma, “[…] a estos sistemas centrados, se oponen sistemas acentrados, redes de autómatas finitos en los que la comunicación se produce entre dos vecinos cualesquiera, en los que los tallos o canales no preexisten, en los que los individuos son todos intercambiables definiéndose únicamente por un estado en un momento determinado, de tal manera que las operaciones locales se coordinan y que el resultado final global se sincroniza independientemente de una instancia central.”[xvii]
El rizoma participa de una serie de principios:
a) Principio de conexión y heterogeneidad: lo diverso está conectado entre si.
b) Multiplicidad: “el rizoma no tiene sujeto ni objeto, sino únicamente determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que cambie la naturaliza, no tiene estructura, no hay puntos sino líneas, por eso no se deja codificar.”[xviii]
c) Ruptura asignificante: “Los rizomas están integrados por líneas de segmentariedad y de desterritorialización. Según las primeras el rizoma está estratificado, territorializado, organizado, pero en cualquier momento surgen intespectivamente de las líneas segmentarias líneas de fuga que produce una ruptura y lo desterritorializa, en un movimiento dialéctico y permanente, recomenzando siempre en cualquiera de sus líneas.”[xix]
d) Cartografía y calcomanía: “Los rizomas no siguen un eje genético estructurado reproducible infinitamente a partir de una estructura que codifica, o calcos, sino que constituye un mapa con múltiples entradas, “abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones”, constituyendo esta una de las características más importante de los rizomas.”[xx]

Vemos que el rizoma es algo que sabemos que está pero que no está físicamente, es aquello que nos relaciona a todos pero sin tener que estar presentes en persona en ese contacto. Mientras que el concepto de estructura se nos impone desde arriba, es decir, nos aglutina obligatoriamente a algo a partir de unas características determinadas, nos asimila y hace desvanecer nuestra esencia personal, el rizoma nos une a lo global sin desdibujar nuestro ser personal, nos enlaza por nuestra forma de ser, nuestras acciones, sin perder ni un momento de vista lo individual.
Una vez, eso espero, que tenemos más claro lo que significa la teoría de lo complejo y algunos de los conceptos y cambios que ha introducido este paradigma en la ciencia, pasaré a hablar del liberalismo.

[i] Juan Manuel Iranzo Amatriaín y José Rubén Blanco Merlo (1999): Sociología del conocimiento científico. CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y Universidad Pública de Navarra. Madrid. Pág. 41.

[ii] Juan Manuel Iranzo Amatriaín y José Rubén Blanco Merlo (1999): Sociología del conocimiento científico. CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y Universidad Pública de Navarra. Madrid. Págs. 41-42.

[iii] Manuel Cruz (2002): Filosofía contemporánea. Taurus Pensamiento de Editorial Santillana S.A, Madrid.

[iv] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. A Coruña. Pág. 22. Cursivas de Ilya Progogine y Isabelle Stengers (1990): Entre el tiempo y la eternidad. Alianza Editorial. Madrid citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña.

[v] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 23.

[vi] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pags. 42-43.

[vii] Georges Charpak y Roland Omnès (2004): Sed sabios, convertíos en profetas. Editorial Anagrama. Barcelona. Pág. 68.

[viii] Antonio Escotado (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid. Pág. 70.

[ix] Antonio Escotado (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid. Pág. 70

[x] Georges Charpak y Roland Omnès (2004): Sed sabios, convertíos en profetas. Editorial Anagrama. Barcelona. Pág. 111.

[xi] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 5.

[xii] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 5.

[xiii] Ilya Prigogine (1988): ¿Tan sólo una ilusión?. Una exploración del caos al orden. Tusquest. Barcelona citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág.33.

[xiv] Ilya Progogine y Isabelle Stengers (1990): La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia. Editorial Alianza. Madrid citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 33 nota a pie de página número 24

[xv] Ilya Progogine y Isabelle Stengers (1990): La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia. Editorial Alianza. Madrid citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 39.

[xvi] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 39.

[xvii] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. págs. 16-17.

[xviii] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. Pág.17

[xix] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. Pág. 18.

[xx] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. Pág.18.