19 de agosto de 2005

Todos contra la OMC

La noticia: Faro de Ourense, martes 2 de Agosto de 2005, “Verín protagoniza una campaña contra la Organización Mundial del Comercio”.

¡Espectacular!, todo un pueblo con el puño en alto cantando la internacional socialista y vítores en contra de la todopoderosa OMC. Una villa, alrededor de unos 13.000 habitantes, perdida de la mano de dios al sur de la provincia de Ourense, en pie de guerra contra un organismo internacional encargado de fomentar el comercio internacional. Me imagino esa manifestación recorriendo las principales calles de la villa, con pancartas y banderas al viento, toda una multitud de personas con una misma idea, de hecho, todo un pueblo con la misma intención.

Yo emocionado, extasiado por ese clamor popular antiglobalización y anticapitalista, casi desempolvo una bandera de la antigua Rusia comunista; sin embargo, al seguir leyendo el resto de la noticia, la desilusión, el engaño, la amargura y la pena me invadieron al momento, no es todo el pueblo de Verín, como indica la noticia, sino unos pocos los que, valientes y llenos de razón, se erigen como defensores de los pobres y desfavorecidos, esos gallardos héroes modernos son nada más ni nada menos que, atención al dato, el SLG (Sindicato Labrego Galego), la Asociación O Grelo Verde y, aunque parezca sorprendente, el Concello de Verín. Ante tales paladines causas justas, mi sueño de otro mundo mejor es posible se va a pique.

Bromas a parte, pues si nos quitan el humor qué nos queda, no es mi intención aquí dar clases de estilo a los profesionales del diario Faro de Ourense, algo que muy acertadamente hacia Juanjo de la Iglesia en Caiga quien Caiga. Lo que si voy hacer es intentar dejar patente que, frente a la máxima de Descartes cuando proclamaba, al inicio de su obra Discurso del Método: “El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo...” [1]; la estupidez parece algunas veces mejor repartida que la razón y el buen sentido.

Uno puede entender que el SLG y una asociación como O Grelo Verde protesten contra la OMC, aunque con ello no defiendo ni siquiera justifico esa postura, pues como sindicato y como asociación hacen lo que deben de hacer, defender los intereses de sus afiliados, a pesar de no saber hacer esa tarea correctamente. Sin embargo, la presencia y apoyo del Ayuntamiento de Verín en tal acto, está totalmente fuera de lugar. Intentaré explicarme.

Suponemos que los miembros del Ayuntamiento de Verín, de cualquier ayuntamiento del mundo, deben poseer unos conocimientos mínimos de gestión, pues para esos han sido elegidos por sus conciudadanos, para gestionar lo mejor que puedan. Cualquier gestor un poco competente debería conocer unas ideas básicas sobre economía, aunque evidentemente no podemos pedir que sean licenciados en economía, si podemos exigir que sepa algo sobre el tema. Bien, por muy poco que uno conozca sobre asuntos de economía, lo mínimo es saber como funciona un mercado, es decir, eso de la oferta y la demanda. Pues personalmente, creo que en el Ayuntamiento de Verín, no existe ningún gestor o responsable que tenga idea de lo significa eso de mercado, ley de la oferta y la demanda, etc.; sólo así puedo entender que hayan decidido apoyar una manifestación contra la OMC bajo el lema: Precios Justos para Nuestros Productos (sic).

Evidentemente uno ha perdido la inocencia hace ya unos cuantos años y sabe que, al ayuntamiento de Verín, le importa un comino que los precios de los productos agrícolas locales sean justos o no, que los agricultores sean menos competitivos o no (verdadero meollo del problema), lo que busca es lo que buscan todas las formaciones políticas, es decir, permanecer en el poder, y apoyando a un sindicato y una asociación de agricultores, en un municipio como el que estamos hablando con una gran masa poblacional directamente o indirectamente relacionada con la agricultura, supone una suculenta maleta de votos.

Si realmente, tanto desde instituciones públicas locales, como desde sindicatos y asociaciones de agricultores, se pretende hacer frente al problema de los precios en la agricultura local ante la competencia internacional, los caminos van más allá que quedarse en una ineficaz e estúpida manifestación contra la OMC. Se deben buscar medidas que conviertan nuestros productos agrícolas en competitivos en el mercado internacional, y si no podemos competir por precio, debemos hacerlo por otros mecanismos como estrategias de marketing que destaquen la calidad del producto local, potenciar productos competitivos como los ecológicos y sobre todo, modernizar una producción que no es capaz de abaratar los costes de producción.

Para competir en el mercado internacional no basta con rabietas y lloros contra la OMC, sino ser competitivos, ser eficaces. Se imaginan que por ejemplo, que yo soy en dueño de una tienda de ultramarinos, la única de mi calle; pues bien, durante años he puesto los precios que he querido pues tenía el monopolio, pero amigos, hace un par de meses, se ha instalado otra tienda que ofrece mejores precios, más grande, con mejor servicio, etc. Lo que no puedo hacer es pensar que la culpa de que mi negocio este en bancarrota por culpa del competidor, sino de mi falta de previsión, de mi falta de capacidad para competir e innovar. No puedo coger y decir, como no soy competitivo, como no se como mejorar, háganse las subvenciones publicas, defiéndanme los organismos públicos, páguenme todos los ciudadanos con sus impuestos mi mala gestión empresarial.

Los agricultores que quieran oportunidades en el mercado internacional, en cualquier mercado, deben abandonar una visión de la actividad agrícola pasada e arcaica basada en una economía de subsistencia; es obligatorio que empiecen a verse y a pensarse como empresarios, sino nada tenemos que hacer por mucho que hagamos culpable de nuestros males a la OMC, el FMI, el BM, al capitalismo y a la globalización. Por otra parte, también es necesario que se esfume de una vez el nefasto paternalismo del gobernante por la industria agrícola, sobre todo en los países desarrollados. Como ya bien decía Hayek: “Aunque lo irracional y absurdo de la política agraria puede apreciarse acaso más patentemente en los Estados Unidos, tenemos que referirnos a otros países para darnos cuenta del enorme alcance que tales medidas, sistemáticamente aplicadas, (al agricultor) [...] –cuya cerril independencia se suele evocar como argumento para mantenerlo a costa del erario público –, hasta convertirlo en el más regimentado y supervisado de todos los productores” [2].

Además, imponer trabas al comercio internacional mediante aranceles, cláusulas de salvaguardia, medidas proteccionistas, etc. perjudica a todos, desde el productor que se acomoda y no es estimulado para competir e innovar, a los consumidores que sólo podrán comprar a precios de monopolio nacional, e incluso a los países pobres que dependen principalmente de su agricultura para salir de la pobreza.

BIBLIOGRAFÍA

[1] DESCARTES, René (1637): Discurso del método. Biblioteca de los Grandes Pensadores. Pág. 37.

[2] HAYEK, Friedrich A. (1959): Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial. 6ª Edición 1998. Madrid. Pág. 470.

17 de agosto de 2005

La supuesta exactitud de las ciencias naturales

He hablado ya en este blog sobre la acusación que muchas veces se vierte contra la sociología de no ser una ciencia, basándose los que opinan así en que sus teorías no cumplen con elementos fundamentales de todo método científico: la experimentación, la demostración, etc. Sin embargo, los que hablan así demuestran dos cosas claras: primero, desconocen por completo como trabaja un sociólogo, que como profesional de la ciencia que es sigue un método que podemos denominar sin rubor alguno científico; segundo, desconoce también que las supuestas ciencias puras que el defiende (física, química, geología, biología, etc.), actualmente se encuentran en un proceso de redefinición epistemológica originada por el cambio de una mecánica clásica basada en la física newtoniana a una mecánica cuántica.

No entraré hoy en como es el “oficio del sociólogo” ni sus métodos de trabajo, me centraré en intentar demostrar que las llamadas anteriormente, ciencias exactas, ya no pueden hoy en día, querer ostentar tal privilegio en su denominación.

La exactitud de las ciencias naturales está argumentada y basada en que toda su teoría puede ser contrastada matemáticamente, es decir, al poseer un fundamento apoyado en la matemática, considerada la ciencia exacta per se, todos sus descubrimientos son ciertos, infalibles y una imagen fiel de la realidad que nos rodea. Este mismo argumento se suele usar para atacar a las ciencias sociales para no considerarlas como tales ciencias, defendiendo que sus teorías no pueden utilizar en su método las matemáticas; idea ésta de paso que desprende cierto tufillo que recuerda a una especie de determinismo matemático o dictadura de las matemáticas en el saber científico.

Los dos campos que más se usan habitualmente de las matemáticas en otras ciencias son el algebra y el cálculo, sobre todo el diferencial. Para poder hacer esto, se hace necesario que el científico opere de una manera singular. El cálculo necesita de drásticas reducciones, su objeto de estudio son sucesos y fenómenos que únicamente se pueden expresar linealmente, con funciones o curvas simples, periódicas y graduales. Funciones a la vez que deben cumplir con los postulados de derivación e integración. El problema surge cuando uno comprueba que las funciones que maneja la naturaleza son ecuaciones no-lineales, funciones continuas que no admiten derivadas [1] y por tanto tampoco pueden ser integradas, ¿qué hace entonces el físico, el matemático, el químico?, pues “no solo tiende a maquillar las aristas de cada problema (con pequeñas oscilaciones, suaves ondas, mínimos cambios de temperatura), sino que linealiza las ecuaciones de antemano, ya al plantearlas, omitiendo pura y simplemente su versión no-lineal o cualitativa.” [2] Algo tan simple como la función que describe el remolino que se produce cuando quitamos el tapón de una bañera, no puede realizarse mediante el cálculo diferencial (ecuaciones lineales); por no hablar ya del estudio de partículas cuánticas, los cambios de temperatura en sistemas abiertos, la producción de una determinada enzima, etc. Otro ejemplo son los fractales, figuras geométricas que “tienen siempre en común presentar longitudes infinitas dentro de áreas finitas [...], así como una sencillez no menos abrumadora. Su estructura se resuelve en una sola propiedad (la autosemejanza), combinada con una constante de escala (la dimensión de Hausdorff), que mide el grado de irregularidad en casa caso. [...] cada fractal es un objeto.” [3] Estas representaciones geométricas tienen además la peculiaridad de que no pueden ser interpretadas como ecuaciones lineales, algo impensable para la geometría clásica euclidiana.

Las ciencias naturales han descubierto que los procesos básicos de la naturaleza no tienen un orden establecido, no hay una regularidad; más bien todo lo contrario, el caos y la libertad lo dominan todo. Un ejemplo claro de cómo el azar, anteriormente rechazado a muerte por cualquier científico que quisiese considerarse a sí mismo como tal, ha entrado de lleno es la física cuántica. Si uno decide estudiar la trayectoria de un quark se encuentra con una desagradable sorpresa, su rumbo es caótico, aparece y desaparece sin un claro sentido, y si decidimos trazar una línea que una los puntos donde se manifiesta, lo único que conseguimos es un galimatías sin sentido. El mismo quark, soltado imaginariamente en Madrid, puede aparecer en Barcelona la primera vez, en Sevilla la segunda, ir a A Coruña una tercera y repetir Barcelona una cuarta vez; si continuamos el experimento más veces, comprobamos que ha visitado tantas ciudades como ha querido, sin un claro sentido, que ha repetido otras muchas, prefiriendo unas sobre otras; el azar parece que es lo que lleva a un quark de un lado para otro. Y lo único que puede hacer un físico cuántico es ofrecer una posibilidad sobre el destino elegido del quark, es decir, ofrecer un dato que puede cumplirse o no.

Pero no sólo la física se ha visto afectada por el caos, la química, sobre todo la termodinámica también ha caído bajo sus influjos. La primera ley de la termodinámica enuncia que la energía ni se crea ni se destruye únicamente se transforma; ésta ley obliga a que todos los sistemas sean cerrados y no tengan contacto con otros sistemas. Por su lado, el segundo principio de la termodinámica, “manifiesta que se produce en todo sistema físico aislado una magnitud llamada entropía cuyo valor tienda a aumentar hasta alcanzar el máximo posible o bien, en el caso más desfavorable para esa magnitud, su valor en el transcurso del tiempo será igual a cero.” [4]. Y como dice Prigogine: “el segundo principio afirma que un sistema aislado evoluciona espontáneamente hacia un estado de equilibrio que corresponde a la entropía máxima, es decir, al mayor desorden.” [5].

Azar, probabilidad, caos, libertad, elección y otros muchos son conceptos nuevos para las ciencias naturales, problemas que no pueden resolverse como ya hemos mencionado por el uso del cálculo. Sin embargo, las ciencias sociales llevan desde sus inicios prestando atención a estos fenómenos, para ellas no son conceptos nuevos que supongan un problema en su formulación teórica, sino que desde sus inicios, han formado parte de ellas y no por ello han ofrecido resultados menos científicos o menos reales. Ahora a todos aquellos que defienden que la sociología, la economía, la psicología no ofrecen verdadera ciencia sólo les quedan dos caminos: reconocer el rango de ciencia a las disciplinas de la ciencia social; o bien eliminar la etiqueta de ciencia a las ciencias naturales.

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

[1] En el cálculo diferencial la condición necesaria para demostrar que una función es continua es que dicha función tenga derivada.

[2] ESCOHOTADO, Antonio (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe. Madrid. pág. 70

[3] ESCOHOTADO, Antonio (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe. Madrid. pp. 89-90

[4] RUANO GÓMEZ, Juan de Dios (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Universidad de A Coruña, Servizo de Publicacións. A Coruña. pp. 32-33

[5] PRIGOGINE, Ilya (1988): ¿Tan sólo una ilusión?. Una exploración del caos al orden. Tusquets. Barcelona. pág. 308.

12 de agosto de 2005

¿Qué es la sociología? (II)

Retomando hoy el tercer punto sobre las posibles causas del desconocimiento sobre la sociología, pasaré a ofrecer una serie de definiciones para despejar dudas sobre esta fascinante ciencia. Comprobarán con ello que, como ya he mencionado, existen tantas sociologías como sociólogos.

Alex Inkeles define nuestra disciplina como “el estudio de los sistemas de acción social y sus interrelaciones”. Para J. E. Goldthorpe sociología es “el análisis científico del comportamiento social humano”. Émile Durkheim lo hace como “la ciencia de las instituciones y el complejo sistema de relaciones sociales que estas instituciones entrañan”. A. Cuvillier opina que sociología es “la ciencia positiva de los hechos sociales”. El sociólogo alemán Max Weber dice que sociología es “una ciencia que se propone comprender por interpretaciones los significados internos de las conductas humanas sociales y, de esta forma, llegar a su explicación causal”. T. Parsons piensa que nuestra disciplina “estudia los sistemas sociales formados por las interacciones de las conductas que se orientan hacia una escuela común de valores, dentro de la institucionalización de los modelos culturales”. Por su lado Gurvitch la define como una “ciencia que estudia los fenómenos sociales totales en el conjunto de sus aspectos y su dinámica”. El conocido sociólogo británico A. Giddens dice al respecto que “sociología es el estudio de la vida social humana, de los grupos y sociedades”. John J. Macionis y Klen Plummer piensan que “es el estudio sistemático, riguroso y científico de la sociedad”.Ya ven que existen definiciones para todos los gustos, y para que no falte ninguna, humildemente uno también tiene la suya, aunque no puede, ni se pretende, llegar a situar al nivel de “oficial”, categoría que si poseen las anteriores. Personalmente pienso que sociología es el estudio científico tanto de la acción consciente o inconsciente de los individuos como de las instituciones o estructuras que forman una sociedad determinada. Acción que puede llevarse a cabo entre los propios individuos, las instituciones, o entre ambos (individuos-instituciones) de forma voluntaria o involuntaria.

Podemos comprobar en todas estas definiciones que surge un problema a la hora de determinar cual es el objeto de estudio, si los individuos o las estructuras, por llamarlo de alguna forma, estamos ante una variación del dilema del huevo o la gallina. Algunos autores defienden que son las estructuras las que definen el comportamiento de los individuos y la sociedad; por el contrario otras corrientes teóricas afirman que es la acción individual de las personas las que modelan y construyen la realidad social; por último, actualmente han surgido aportaciones teóricas integradoras que opinan que las sociedades se forman por la interacción tanto de los individuos como de la estructura o instituciones que nos rodean.

Sin embargo, a este problema de determinar un objeto de estudio, se une un problema epistemológico sobre la objetividad o subjetividad de la ciencia sociológica. Ello es debido a que el sociólogo como miembro de la sociedad, como ser social que es, forma parte del objeto de estudio, con lo cual se nos plantea la duda siguiente: ¿Hasta qué punto un sujeto que pertenece al objeto de estudio puede ofrecer resultados objetivos?; análogamente es como si una molécula química o un electrón se estudiasen a si mismos y ofreciesen datos científicos sobre el mundo al que pertenecen. Nace así otro debate que lleva ocurriendo de los principios de la sociología.

Quizás debamos empezar por definir los términos objetivo y subjetivo, las que aquí expongo fueron dadas en su día por el profesor Jesús Ibáñez y se encuentran recogidas en el libro “Problemas de teoría social contemporánea” de E. Lamo de Espinosa: “Una realidad puede ser considerada un sistema en la medida en que es objetivable, definible como estructura separada y diferenciada del sujeto que la define”; por subjetivo “un sistema está constituido por la interferencia recíproca entre la actitud del sistema de objeto y la actividad objetivadora del sujeto”.

A lo largo de la historia de la sociología han surgido varios paradigmas donde cada uno defiende un uso de la objetividad o de la subjetividad, podemos agruparlos en tres grupos: el primer paradigma es el positivista, donde la realidad es concebida como única y objetiva, observable, medible y cuantificable; se considera importante separar al investigador de lo investigado. Un segundo paradigma es el interpretativo-comprensivo o cualitativo, donde la realidad social se considera como un producto de la actividad del hombre, se define una actitud subjetiva del investigador. Por último el paradigma crítico o de la teoría crítica donde los hechos no están captados directamente de la realidad empírica, sino que están mediados socialmente, por lo que no se puede desvincular el descubrimiento del contexto social en que se produce.

A todo esto podemos obtener una clara dicotomía entre investigación cuantitativa y cualitativa. Si consideremos los fenómenos sociales como algo objetivo y exterior, entonces es un enfoque cuantitativo; si lo hacemos como algo subjetivo e interior, es un enfoque cualitativo. Nos encontramos ante dos posturas de pensamiento diferenciadas como son el positivismo y la hermenéutica, o como dice Drogsen en 1858, entre explicación (erklaren) y la comprensión (verstehen).

En un lado encontramos a Emile Durkheim donde los hechos sociales son externos, objetivos e independientes de la voluntad del sujeto; de otro lado la postura de Max Weber que sostiene el rechazo al positivismo pues los hechos son irrepetibles, la relación entre sujeto y objeto, donde los actores sociales actúan en tanto en cuanto están inmersos en un medio social cargados de significado. Evidentemente la actitud del investigador depende del método que utilice; en la cuantitativa busca ya lo que conoce, en la cualitativa encuentra aspectos significantes que desconocía.

Pero debemos tener cuidado al pensar que otras ciencias, consideradas más puras o más exactas, pueden escapar de este problema sobre objetividad-subjetividad. La ruptura que supone pasas del paradigma de la mecánica clásica a la teoría de la relatividad o mecánica relativista, es debido a que por primera vez las ciencias de la naturaleza deben enfrentarse a la invasión del sujeto en sus paradigmas y estudios. Sin embargo, se produce un paso a mayores dentro de este tema, la aparición de la mecánica cuántica lleva a todas las ciencia sin excepción del presupuesto de objetividad al presupuesto de reflexividad (la realidad como sistema producido por interferencias entre sujeto y objeto.). Y con esto, algo que desde sus orígenes formaba parte de las ciencias sociales, pasa de lleno a las ciencias naturales: el azar.

Por todo ello, se hace comprensible el porque de los problemas de la sociología a la hora de su definición, y como por tanto, dificulta su conocimiento y compresión para el resto de las personas ajenas a ella.

Espero haber aclarado algunas dudas sobre la sociología a todas aquellas personas ajenas a esta disciplina. Dejaremos para otro día la tan manida pregunta sobre lo que hacen los sociólogos, pues se trata de un misterio mucho mayor.

11 de agosto de 2005

¿Qué es la sociología?

Si ustedes quieren ver en aprietos a un sociólogo no le pregunten por el problema vasco, la pobreza, la globalización o como terminar con el terrorismo, seguramente tendrán una respuesta; si de verdad desean comprobar como su tez se vuelve pálida, como comienza a sufrir pequeños temblores, sudores fríos y a murmurar por lo bajo frases sin sentido, pregunten una sola cosa: ¿Qué es sociología? Personalmente, sólo de imaginarlo, un malestar recorre cada parte de mi cuerpo. Cierto es que uno va acostumbrándose a responder a esa pregunta, pues es habitual, casi diría que tradicional, que un estudiante de sociología cuando responde a la cuestión de los curiosos sobre lo que estudia, se produce de inmediato un diálogo que seguro resulta familiar para todos los alumnos de esta carrera universitaria:
“- ¿Y tú que estudias?
- Sociología.- Responde el incauto joven.
- ¿Y eso qué es? Pregunta con cara de asombrado el curioso”

Se imaginan el mismo diálogo intercambiando la palabra sociología por, no sé, por ejemplo física, economía, periodismo, medicina, derecho, informática (asombroso es este caso, donde todo el mundo sabe de que va una ingeniería de informática, aunque después entre lo que los profanos piensan que saben y lo que de verdad es el estudio de una ingeniería en informática exista una legua de distancia); quizás el único caso comparable con la sociología es la logopedia. Sin embargo, no quiero que se vea en este comentario un reproche a todas aquellas personas que, ante el desconocimiento de lo que es la sociología, sabiamente toman la actitud de preguntar y no quedarse con la duda.

Modestamente creo que el desconocimiento de lo que es una ciencia como la que practican los sociólogos, se debe fundamentalmente a varias razones, que pasaré a detallar.

La primera es que se trata de una ciencia relativamente joven, si la comparamos evidentemente con otras ciencias como la matemática, la física, la química o la filosofía. La sociología nace a finales del siglo XVIII, sobre todo con un fenómeno social fundamental: La Revolución Francesa de 1789. El primer sociólogo, por lo menos al primero que se le concede ese estatus, es Auguste Comte, si bien es cierto que puede uno retraerse a pensadores de la filosofía moral y política.

La segunda causa, es que se trata de un fenómeno muy nacional, es decir, el desconocimiento de lo que es la sociología no se da en países donde existe una tradición sociológica arraigada como es el caso de los Estados Unidos, Alemania, Francia e Inglaterra. Esto se debe evidentemente, a que la Sociología como estudio universitario se hizo oficial en España muy tardíamente en comparación con los países descritos.

El tercer motivo es, en parte, culpa de la propia sociología y de los sociólogos, pues podemos afirmar que existen tantas definiciones de sociología como sociólogos, lo cual nos lleva a una pluralidad conceptual que confunde y desorienta al extraño, pero que incluso muchas veces, también perjudica a la propia ciencia sociológica.

CONTINUARA...

2 de agosto de 2005

¿Existe algún mal que no sea culpa de la globalización? (II)

Continuando con las multinacionales, se las acusa también de explotar a los trabajadores de los países en desarrollo mediante salarios bajos y jornadas laborales extensas, además de tener que realizar sus tareas en condiciones vergonzosas. Guillermo de la Dehesa contesta: “La amplia evidencia empírica disponible llega a conclusiones totalmente opuestas. Las empresas extranjeras, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, pagan salarios más elevados que los de las empresas nacionales y sus condiciones de trabajo son siempre mejores que las generales de los países donde se ubican, además de darles a sus empleados más formación y mejores condiciones de retiro.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 285).
Se oyen voces también que acusan a la globalización de ser la culpable de la reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Es un dato contrastable que este hecho es vergonzoso para los países desarrollados, y que deberían realmente pensar que su tacañería y falta de solidaridad son realmente escandalosas. Sin embargo, no culpemos de ello a la globalización, al contrario, los países en desarrollo que necesitan ayuda, “no son víctimas de la globalización como muchas personas, en general poco documentadas y sin ninguna evidencia, argumentan erróneamente, sino víctimas de la falta de globalización, puesto que aquellos países que han podido engancharse a ella y han podido abrir sus economías han logrado crecer a tasas muy superiores a las de los países desarrollados.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 287-288)
La globalización, como fenómeno histórico, social y económico que es, no tiene una forma física a la cual acusar de manera directa, sobre la cual verter la responsabilidad de todos sus males, esa culpabilidad suele recaer de manera casi igual entre las multinacionales, como ya hemos visto, como sobre el Banco Mundial y el FMI. No puede ocultarse de que tanto en FMI como el BM han cometido errores en cuanto a la hora de recetar medidas para el desarrollo de algunos países, al no tratar el tema más específicamente y teniendo en cuenta las particularidades de cada uno; sin embargo, el tan mal nombrado consenso de Washington, “es una realidad que algunos de sus principios siguen siendo absolutamente válidos: la apertura de las economías, la estabilidad macroeconómica tanto fiscal como monetaria, la flexibilidad cambiaria, etc.”. (DE LA DEHESA, G. 2003, 288).
En referencia a las crisis financieras, “éstas han existido siempre y han sido, incluso, más graves que las actuales.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 290). Como muy bien indica Carlos Rodríguez Braum, en una serie de artículos sobre la publicación de El malestar de la globalización, de Joseph E. Stliglitz: “Según este economista, la globalización financiera, merced a la libertad de movimientos de capitales, produjo las crisis del Este de Asia, la antigua URSS y América Latina. Pero como han señalado Juan José Toribio y muchos otros, las crisis se desatan cuando las autoridades del país receptor de capitales adoptan un tipo de cambio artificial e incompatible con políticas fiscales expansivas. La crisis, que finalmente acaba con la libertad (hasta el "corralito" argentino), no se deriva de la globalización y es a veces agravada por las interferencias en la libertad de movimientos de capitales. En el Este de Asia muchos Gobiernos promovieron estas trabas, algunos de modo suicida, desalentando la entrada de inversión directa pero no la de capitales a corto.” [1]
La globalización, como hemos visto, quizás no es tan culpable de todo lo que se le acusa. Los verdaderos culpables de el retraso económico en los países en desarrollo son otros, son el proteccionismo imperante entre productos manufacturados y agrícolas en las relaciones Norte-Sur y Sur-Sur; es el miedo a dejar al mercado funcionar libremente; es la corrupción que asola a estos países como jinetes del Apocalipsis; las guerras y enfrentamientos civiles; la falta de educación, etc. Pero no culpemos de ellos a la globalización, sino todo lo contrario, “si no se consigue un mayor grado de globalización en los próximos años extensible a todos los países en desarrollo, a través del comercio, la inversión extranjera y la ayuda al desarrollo, de modo que mejores las condiciones de muchos de esos países, el enorme desequilibrio demográfico entre los países ricos y pobres que se avecina puede llegar a generar una situación muy grave e insostenible a largo plazo” (DE LA DEHESA, G. 2003, 292). Y mientras tanto, nuestros políticos siguen empeñados en reducir y controlar el proceso globalizador por el bien de la humanidad; quizás en el futuro, si consiguen alcanzar sus propósitos, se llevarán las manos a la cabeza y tendrán que mirar las consecuencias que sus actos han originado, entonces y sólo entonces, a lo mejor rectificarán y opinarán que es necesaria más globalización.

BIBLIOGRAFIA
Guillermo de la Dehesa (2003): Globalización Desigualdad y Pobreza. Alianza Editorial. Madrid.

[1] Carlos Rodríguez Braum: “La publicación de El malestar en la globalización” en www.liberalismo.org

1 de agosto de 2005

¿Existe algún mal que no sea culpa de la globalización? (I)

Si usted se encuentra en paro, si la economía va mal, si han pensado trasladar su empresa a un país del Este de Europa o a Asia, si los inmigrantes cada vez son más, si la inseguridad por los atentados terroristas es cada vez mayor y no tiene a quien culpar, no se preocupe, el pensamiento único ha encontrado un chivo expiatorio al cual poder acusar: la globalización. El proceso globalizador es el demonio origen de todos los males que azotan a la humanidad, de hecho, ¿existe algún mal que no sea culpa de la globalización? Para los bien pensantes iluminados de la izquierda y la derecha la cosa está clara: ella, la globalización, es la madre de todas las crisis y todos los problemas. Si no, vea que opina al respecto Ramón Jáuregui Atondo en un artículo publicado en el diario Expansión el día 30 de Julio de 2005: “En definitiva, se trata, una vez más, de gobernar la globalización. La gran demanda ciudadana, a comienzos del nuevo siglo, sigue siendo una política para el mundo, soluciones a las nuevas amenazas, respuestas sociales a las derivadas económicas de un mercado global que rige la economía del mundo pero no resuelve los nuevos y graves problemas sociales que genera. Desde la convivencia cosmopolita de las grandes urbes, a la inmigración masiva en todo el mundo. Desde la destrucción del modelo social y laboral protegido, a las nuevas formas de exclusión y fractura social en el interior del mundo laboral. Desde la lucha contra el hambre en el mundo, a la aparición del terrorismo islamista global. ¿Quién gobierna la globalización?”.
¿Le duelen las muelas?, ¿le ha dejado su pareja?, ¿qué Fernando Alonso no ha ganado en Hungría?, pues no le de más vueltas a la cabeza buscando responsables, la culpa es de la globalización. Claro que si uno quiere hacer un análisis más profundo del tema, puede llegar a pensar que la globalización quizás no sea tan nefasta como defiende el señor Jáuregui Atondo. Un ensayo lúcido, claro, brillante y asequible para todo el mundo lo ha realizado Guillermo de la Dehesa, uno de los economistas españoles de mayor prestigio nacional e internacional. El trabajo realizado, publicado en un libro titulado Globalización desigualdad y pobreza (Alianza Editorial), defiende la postura contraria a Jáuregui, frente a la idea de este último de menos globalización y muy controlada, Guillermo de la Dehesa aboga por ampliar y expandir el proceso globalizador. ¿Cuáles son las razones de este último para defender esa tesis?, veámoslas en sus propias palabras.
A la globalización se la acusa de provocar una mayor pobreza en el mundo, dice de la Dehesa al respecto: “la pobreza absoluta se ha reducido muy significativamente en las dos últimas décadas, cuando el proceso de globalización se ha acelerado.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 283). Ofrece datos al respecto que resultan evidentes:


BANCO MUNDIAL 1970 1998 Disminución 1998/1970
1. Millones de personas con menos de 1 dólar diario 1.400 1.199 -201 millones
2. Porcentaje de población total 40% 24% -16 puntos
3. Millones de personas con menos de 2 dólares/día 2.200 2.800 +600
4. Porcentaje de población total 60% 51% -9 puntos

SALA I MARTÍN
1. con menos de 1 dólar diario 554 352 -201 millones
2. Porcentaje 20% 6% -14 puntos
3. con menos de 2 dólares/día 1.323,8 973,7 -35,1 millones
4. Porcentaje 44% 18,5% -25,5 puntos

BHALLA
1. con menos de 1 dólar diario 1.262 647 -615 millones
2. Porcentaje 46,4% 13,1% -33,3 puntos
3. con menos de 2 dólares/día 1.631 1.147 -484 millones
4. Porcentaje 60% 23,3% -36,8 puntos

Fuente: Banco Mundial (2002); Sala i Martín (2002a); Bhalla (2002) cit. en Guillermo de la Dehesa (2003)

Y los datos son mucho más optimistas desde el punto de la pobreza relativa: “la reducción en términos relativos ha sido espectacular: un 60 y un 69 por 100 en el primer caso (con menos de un dólar/día), y un 51 y un 70 por 100 en el segundo (con menos de 2 dólar/día).” (DE LA DEHESA, G. 2003, 283).
También se culpa a la globalización de haber aumentado la desigualdad en el mundo; otra vez los datos vuelve a desmontar esa falsa idea: “el coeficiente de Gini ha caído de 0,662 en 1980 a 0,633 en 1998, según Sala i Martín, y de un 0,685 en 1980 a 0,651 según Bhalla. La relación entre el 20 por 100 más rico y el 20 por 100 más pobre también se ha reducido, aunque levemente, pasando de ser 40 veces superior en 1970 a 39 veces en 1998.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 284).
Otro mal de la globalización es el poder cada vez mayor y nefasto de las multinacionales, que dificulta cada vez más la actuación de los estados llegando incluso a poder hablar, entre algunos especialistas de las ciencias sociales, de la desaparición del estado-nación. Comenta De la Dehesa al respecto: “ninguno de ambos argumentos se sostiene en realidad. Por un lado, las multinacionales nunca han estado sujetas a mayor regulación que en la actualidad, [...]. Por otro lado, una medición seria de su tamaño relativo, en relación con el de los países, muestra que en su mayor tamaño relativo actual se debe, sobre todo, a una elevada proliferación de nuevos países independientes de pequeño tamaño en el mundo, cuyo número total ha pasado en los últimos 50 años de 46 a cerca de 200. En todo caso, la experiencia reciente está llena de casos en los que países de diferentes tamaños se han impuesto a las multinacionales cuando ha surgido un conflicto entre ambos” (DE LA DEHESA, G. 2003, 284-285).

CONTINUARA...