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26 de agosto de 2009

Chomsky, Chávez: el idilio bolivariano.

Dos grandes pensadores franceses de los cuales se han hecho reseñas en este mismo blog, Raymond Aron (I y II) y Jean François-Revel, reflexionan sobre la influencia y el encantamiento que las ideas socialistas han ejercido sobre muchos intelectuales.

R. Aron en "El opio de los intelectuales" nos habla del "encantamiento" del ciertas ideologías (marxismo) de la cuales, los intelectuales, parecen ignorar las consecuencias de tal adhesión. Explica que ello se debe a que esas formas de pensamiento se revisten de un aura poética, como escribo en el primer post que dedico al sociólogo francés:

"La crítica al marxismo vulgar lleva a Aron a exponer la necesidad de diferenciar lo prosaico" de lo "poético" (ideas que desarrolla en sus Memorias cuando escribe sobre las intenciones de su obra "El opio de los intelectuales"). Kimball recoge muy bien esas intenciones de Aron. "Aron escribió (en sus Memorias) que en El opio de los intelectuales había tratado de "bajar la poesía de la ideología al nivel de la prosa de la realidad." . Lo que Aron llama el "Mito de la Revolución" (como el "Mito de la Izquierda" y el "Mito del Proletariado") resultaba tan seductor precisamente por su atractivo "poético": inducía la ilusión de que "todo es posible", de que todo... puede ser completamente transformado en el fiero crisol de la actividad revolucionaria. Combinar la doctrina de la inevitabilidad histórica -- la monstruosa idea que Marx recogió de Hegel -- con el Mito de la Revolución era una receta para la tiranía política. ¿Qué importa la liquidación de los kulaks frente al necesario despliegue de la Dialéctica?" (cita extraída de ROGER KIMBALL (2002): Lives of the Mind, the use and abuse of intelligence from Hegel to Wodehouse. Ivan R. Dee Publisher. Chicago. pág. 9)"

Ese ignorar las consecuencias se refleja claramente en Noam Chomsky cuando afirma feliz: "ver en Venezuela como se está construyendo ese otro mundo posible y ver a uno de los hombres que ha inspirado esta situación" (Libertad Digital).

Osea que el intelectual estadounidense se alegra de ver como desfallecen las libertades y los derechos individuales en Venezuela, está feliz de ver como se acosa a la libertad de prensa, a la oposición política, a las empresas extranjeras y a toda persona contraria al régimen que ha instaurado en el país Hugo Chavez. Como los enamorados, es incapaz de ver los aspectos negativos del nefasto plan revolucionario bolivariano.

Decía el gran Revel: "El intervencionismo imperialista de Occidente era mal visto incluso dentro de las propias sociedades occidentales, ya que se acusaba tales intervenciones de favorecer una posible guerra nuclear. Sin embargo, los juegos de poder soviéticos no eran cuestionados e incluso eran vistos como auténticos procesos de libertadores por parte de la opinión pública occidental. Ahí están Afganistán, Angola, Cuba, Etiopía o Vietnam." Hoy podríamos hablar de China, Rusia o la propia Venezuela.

Así mientras que para Chomsky el principal pecado de los USA es su imperialismo, no merece tal calificativo la política intervencionista de Chávez en Colombia, Chile, Perú, etc. Tampoco el apoyo económico brindado a sus acólitos como Evo Morales, Rafael Correa o Daniel Ortega para vencer en las elecciones de sus respectivos países.

Me pregunto también si el como profesor e intelectual está de acuerdo con el plan de culturización (bolivariano, claro está) que pretende establecer gobierno venezolano. Me gustaría saber si aceptaría la censura de algunas lecturas y la selección por parte del Gobierno americano de una bibliografía recomendada y fomentada con claros fines político-ideológicos.

¿Será de verdad amor lo que siente Chomsky? Yo creo que no. Personalmente opino que como todo buen intelectual de izquierdas que vive en Occidente, y no en los regímenes socialistas que tanto admiran, es un cínico, un falso y un hipócrita. De amor nada, lo que hay es un claro interés en la publicad y el ego personal. Chomsky tiene en Chávez a su mejor publicista literario, y lo sabe. Sabe que el presidente venezolano ha logrado aupar a las listas de los libros más vendidos, incluso en los USA, y está dando a conocer la misma en los países latinoamericanos, sobre todo los próximos al movimiento bolivariano.

Así, para el intelectual del MIT la visita se trata de una auténtica gira de promoción de su obra, mientras que para Chávez se trata de demostrar que también existe una clase intelecutal y formada que apoya su proyecto, en contra de los intelectuales que anteriormente se habían mostrado totalmente críticos como Mario y Álvaro Vargas Llosa o Apuleyo Mendoza. No hace falta nada más que ver como se recibe a uno y se recibió a los otros.

16 de abril de 2009

Pensadores liberales franceses II: Raymond Aron. El último de los liberales (II)

En la anterior entrada sobre R. Aron, terminamos la misma hablando de la diferenciación que realiza entre el espíritu reformista y el espíritu revolucionario. Sigamos pues.

La diferencia entre ambos espíritus se debe a que el reformista es consciente en todo momento de que el progreso, el auténtico y verdadero progreso, tiene tres características fundamentales: a) es contingente porque depende en todo momento del individuo y su acción; b) parcial porque los objetivos se consiguen uno a uno, paso a paso; c) e imperfecto, porque la realidad contiene en su seno el error, la frustación.

Asi el reformista es prosaico, es decir, comedido, cauto, precavido y tiene en todo momento en cuenta las consecuencias de su acción. Frente a esa prosa, el espíritu revolucionaro es poético, es envalentonado, incauto, como un torrente sin contro y medida al que nada ni nadie preocupa para alcanzar su meta o metas. De ahí la crítica y el rechazo de R. Aron al comunismo: "El comunismo es una versión degradada del mensaje occidental. Retiene su ambición de conquistar la naturaleza humana y mejorar el destino de los humildes pero sacrifica lo que fue y que tiene que seguir siendo el corazón mismo de la aventura humana: la libertad de investigación, la libertad de controversia, la libertad de crítica, y el voto."

Bajo la óptica de Aron, la poética del comunismo se vuelve una poética inhumana, en una poesía de lo absoluto donde la emancipación no es ya que desaparezca, sino que se vuelve "indistinguible de la omnipotencia del estado." La voluntad individual se diluye frente al abrazo "omni-presente" pero al fin y al cabo, "omni-futuro" del Estado totalitario.

Este futuro que profetizan una y otra vez los espíritus revolucionarios, y que en el marxismo está claramente presente, tiene además un nuevo elemento esencial: la irrefutabilidad. Y como no existe la posibilidad de contrastación, el marxismo se vuelve en opio de los intelectuales. Por lo tanto, dice nuestro protagonista, cuando Merlau-Ponty argumenta "que el proletariado es la única forma de aúténtica inter-subjetividad" o que "el marxismo no es una filosofía de la historia, es la filosofía de la historia, y rehusar aceptarlo es cancelar nuestra razón histórica." No hay posibilidad para refutar esas tesis, ya que la refutación es imposible, sólo queda una "desintoxicación."

Resulta así comprensible la predilección de Aron por la intelectualidad anglosajona frente a la tradicional intelectualidad francesa de la cual era miembro. Dice al respecto: "el arte de los intelectuales británicos es reducir a términos técnicos los conflictos a menudo ideológicos, el arte de los intelectuales americanos es convertir en discusiones morales las controversias que se refieren más a los medios que a los fines, el arte de los intelectuales franceses es el de ignorar y, a menudo, agravar los problemas propios de la nación, por la voluntad orgullosa de pensar por toda la humanidad."

Lo anterior nos lleva irremediablemente a uno de las metas principales de Aron: la lucha contra el fanatismo. Escribe al respecto: "El hombre [...] no está obligado a resignarse a lo injustificable. Es porque le gustan los seres humanos individuales, porque participa en comunidades reales y respeta la verdad por lo que rehúsa entregar su alma a un ideal de humanidad abstracto, un partido tiránico y un absurdo escolasticismo... Si la tolerancia nace de la duda, enseñémosle a todo el mundo a dudar de todos los modelos y todas las utopías, a desafiar a todos los profetas de la redención y a todos los heraldos de la catástrofe..." Acabar con el fanatismo, sin lugar a dudas; pero también, y en esto pone mucha atención R. Aron, a no dejarnos llevar por la enfermedad de la indiferencia.

Después de "El Opio de los intelectuales", Aron publica "Dix-huit leçons sur la société industrielle", "La lutte de classes. Nouvelles leçons sur les sociétés industrielles" y "Démocratie et totalitarisme". En todas ellas se ocupa profúsamente del análisis de la sociedad industrial, del capitalismo y del sistema comunista. Pero eso lo veremos en el siguiente capítulo.

12 de marzo de 2009

Pensadores liberales franceses II: Raymond Aron. El último de los liberales (I)

Comenzábamos esta andadura entorno a los intelectuales y pensadores franceses liberales con J. F. Revel . Hoy nos centraremos en el pensamiento de uno de los sociólogos franceses más originales y brillantes, hablaremos de Raymond Aron. Sobre él han dicho figuras como R. Dahrendorf: "Raymond Aron es el único científico de las últimas décadas que debido a la amplitud de sus intereses, a la combinación de su capacidad analítica y de acción, a su compromiso y capacidad de comprensión y a la mezcla de reserva y capacidad crítica, puede ser comparado con la figura de Max Weber."; Allan Bloom afirma: "el hombre que durante cincuenta años... ha tenido razón en lo que se dijo sobre Hitler, tuvo razón en lo que dijo sobre Stalin y tuvo razón cuando dijo que nuestros regímenes occidentales, con todos sus defectos, eran la única esperanza de la humanidad."

La obra de Aron según José Jiménez-Blanco puede estructurarse en cinco partes:

- primera parte: averiguar las posibilidades de la Filosofía Histórica.
- segunda parte: las RR. II. y la estretegia internacional.
- tercera parte: la sociedad industrial.
- cuarta parte: la pedagogía de la sociología.
- quinta parte: lo que podemos llamar, "espectador comprometido".

Estudiante en el École Normale Superieure de París decide marcharse a Alemania, más exactamente a las Universidades de Colonia y Berlín, donde entra en contacto con el pensamiento social y filosófico alemán. A su vuelta a Francia, decide dar a conocer los conocimientos adquiridos durante su estancia en el país germano; escribe para ello dos obras: "Introducción a la filosofía de la historia" y "La sociología alemana contemporánea".

Es principalmente la segunda obra de las citadas la que adquiere mayor relevancia, pues en ella desglosa una serie de autores como G. Simmel, F. Tönnies, K. Mannheim o M. Weber, que le permiten establecer una diferencia entre una sociología de línea sistémica y otra histórica.

SISTÉMICA --------------------------------HISTÓRICA
Estructuras..........................................Dinámica
Relaciones y Grupos...........................Leyes Sociales
Simmel y Tönnies...............................Mannheim y Weber.

En la segunda parte de la obra se centra especialmente en la obra de su admirado Max Weber, compartiendo su enfoque sociológico, dice al respecto: "Actuar es tomar una decisión, tratar con los hechos de cada día y dirigirlos hacia un fin en situaciones que los seres humanos no escogemos. La filosofía política no es más que un entendimiento profundo de la acción temporal, una reflexión sobre las condiciones en que se expresan nuestros deseos y un análisis de las prioridades políticas en su relación tanto con la realidad como con nuestros ideales". (Cita extraída de JOSEP PICÓ (2003): Los años doralos de la sociología (1945-1975). Alianza Editorial. Madrid. pág. 311). Empezamos a percibir en esta admiración por Weber ese aspecto de "espectador comprometido" que luego desarrollará R. Aron, influenciado claramente por el papel que Weber analiza del político y el cíentífico.

La admiración por el enfoque metodológico del sociólogo alemán más importante comienza ya en su otra obra de corte filosófico histórico, "Introducción a la Filosofía de la Historia". En la cual comparte con Weber los problemas que atañen a las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales en torno al tema de la subjetividad y la objetividad. Recordemos que para Weber la compresión es claramente subjetiva, pero donde la labor científica alcanza status objetivo es en la explicación.

La citada estancia en Alemania le permite conocer también profundamente la obra de un importante pensador: Karl Marx. Con el autor de "El Capital", Aron establece un largo e inteligente diálogo que se ve reflejado muy bien en su obra quizás más conocida: "El opio de los intelectuales".

El tema principal de la obra es "el embrujamiento - el desorden moral e intelectual que provoca adherirse a ciertas ideologías." (cita extraída de ROGER KIMBALL (2002): Lives of the Mind, the use and abuse of intelligence from Hegel to Wodehouse. Ivan R. Dee Publisher. Chicago. pág. 4) Aron establece una distinción en el marxismo separando por un lado un marxismo científico y por otro lado, un marxismo vulgar.

El primero lo hallamos en "El Capital" y sus conclusiones. El segundo en toda la obra filosófico utópico de Marx, es decir, en su materialismo dialéctico. Frente al marxismo más científico, Aron dice que ya no es que las modernas teorías del pensamiento económico hayan demostrado la imposibilidad de la teoría económica de Marx; sino que, frente al Marx más profético, sus augurios no se han cumplido, con lo cual, para Aron, toda validez intelectual de "El Capital" pierde importancia.

La crítica al marxismo vulgar lleva a Aron a exponer la necesidad de diferenciar lo "prosaico" de lo "poético" (ideas que desarrolla en sus Memorias cuando escribe sobre las intenciones de su obra "El opio de los intelectuales"). Kimball recoge muy bien esas intenciones de Aron. "Aron escribió (en sus Memorias) que en El opio de los intelectuales había tratado de "bajar la poesía de la ideología al nivel de la prosa de la realidad." . Lo que Aron llama el "Mito de la Revolución" (como el "Mito de la Izquierda" y el "Mito del Proletariado") resultaba tan seductor precisamente por su atractivo "poético": inducía la ilusión de que "todo es posible", de que todo... puede ser completamente transformado en el fiero crisol de la actividad revolucionaria. Combinar la doctrina de la inevitabilidad histórica -- la monstruosa idea que Marx recogio de Hegel -- con el Mito de la Revolución era una receta para la tiranía política. ¿Qué importa la liquidación de los kulaks frente al necesario despliegue de la Dialéctica?" (cita extraída de ROGER KIMBALL (2002): Lives of the Mind, the use and abuse of intelligence from Hegel to Wodehouse. Ivan R. Dee Publisher. Chicago. pág. 9)

Confronta así un espíritu revolucionario contra un espíritu reformista. Viste al primero de un halo poético, fantástico y cegado por el fanatismo; mientras que el segundo es prosaico, real y escéptico. Temas que desarrollaremos un poco más en la siguiente parte de esta entrada.