18 de diciembre de 2006

Hugo Chávez: o la Venezuela de alguien que conjuga a Narciso y a Lenin.

Hugo Chávez ha acusado desde que llegó al gobierno de Venezuela al capitalismo como un sistema generador de pobreza y esclavizar a todos los trabajadores. Pero lo que no dice es que él es el culpable de la fuga de capitales más grande e importante de la historia de su país y, si eso no fuese poco, ha provocado el aumento de la pobreza absoluta del 43 al 53 por ciento entre 1999 y 2004, y la pobreza extrema del 17 al 25 por ciento, cifras dicho sea de paso ofrecidas por el propio Gobierno. (Instituto Nacional de Estadística, República Bolivariana de Venezuela, Reporte estadístico nº 2, 2004, p.5)
El presidente de Venezuela también tiene cierta predilección por hacer largos discursos cuando puede sobre el imperialismo, las multinacionales, la globalización y etc. En la Cumbre de América Latina y la Unión Europea en mayo del 2004 celebrada en Guadalajara, México; mientras los presidentes, representantes y demás comitivas oficiales de los respectivos países se preocupaba por entablar reuniones con empresas, inversores, homólogos de otros estados para idear nuevas alianzas económicas; ¿saben a qué se dedico el revolucionario presidente venezolano? Pues “usó sus veinte minutos de tiempo en la cumbre para arremeter durante más de treinta y cinco minutos contra ustedes los ricos, señalando al ex-canciller alemán Schroeder, por ser los supuestamente responsables de la pobreza de América Latina.” Los funcionarios europeos pensaban que estaban viendo un fantasma de los años setenta y dejaron de prestar atención. Mientras las diplomacias de Estonia, Letonia, Lituania, Irlanda, Chile, Argentina, Mexico, Brasil, etc. se dedicaron a firmar acuerdos y convenios de inversión.
Sin embargo, estas actuaciones más llamativas de Hugo Chávez no son las más peligrosas. Son las llevadas a cabo en su propio país las que están levantando cierto tufillo ditactorial que algunos parece que niegan a ver. Repasemos algunas:
• en 2001 había hecho cambiar las leyes sobre la propiedad de las tierras, hidrocarburos y bancos.
• En 2002 había descabezado a la organización empresarial venezolana más importante, Fedecámara, y a al central obrera, la Confederación de Trabajadores de Venezuela, y a la compañía estatal independiente que controlaba la mayor parte del presupuesto nacional, el monopolio estatal PDVSA.
• En 2004 reformo la Corte Suprema de 20 a 32 miembros, llenándolo de partidarios y asegurándose el control total en una institución encargada de dictar la última palabra sobre la libertad de prensa y las reglas electorales. Este mismo año aprueba una ley que otorga poderes al gobierno para censurar de facto a la prensa.

Pero estas cosas no deben sorprendernos, Chávez ha dicho varias veces que quiere mantenerse en el poder hasta por lo menos el 2021, y que la democracia representativa es un sistema que “no sirve para ningún gobierno latinoamericano, porque la única cosa para la que ha servido es para dejar que una clase bastarda tome el poder y hunda al pueblo en la miseria.” (Amen)
Pero Hugo Chávez ha logrado también cosas nunca vistas, conseguir que sindicato y patronal se aliaran en una huelga para respaldar el paro nacional de los trabajadores de PVDSA, y la huelga general indefinida había logrado convocar una de las mayores manifestaciones de la historia del país. Pero por lo visto, al presidente no le debieron gustar los gritos a la puerta de su casa de Miraflores, y según confesaron algunos de sus generales del ejército, se negó a cumplir las órdenes dadas de represión.
Luego está la buena gestión de los petrodólares que durante todos estos años Chávez ha recibido de los altos precios del petróleo. El las elecciones sobre el referéndum de su presidencia, el presidente desembolsó entre 1.600 millones de dólares de los ingresos de la PVDSA en forma de beca de estudios temporales por más de 150 dólares mensuales a cientos de jóvenes y desempleados. Se trataba de becas para la educación, en su gran mayoría, pero que no llevaban obligación de estudiar. (sic)
Y así podría seguir y seguir, pero tampoco quiero acabar con esta entrada todas las virtudes que alrededor suya está conjugando ese presidente con tintes de dictador que intenta conjugar la devoción por la imagen tal cual Narciso clásico e ideas políticas muertas como las de Lenin.

4 de diciembre de 2006

A vueltas con la globalización de nuevo.

Muchos de los críticos de la globalización arguyen que dicho proceso ha aumentado la brecha entre los ricos y los pobres, básicamente dicen que los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. El problema es que los que acusan a la globalización de ello nunca ofrecen datos, porque se creen dotados de una altitud moral y de una sabiduría superior, demostrando que sus ideas preconcebidas por eso que llamamos el pensamiento único, no necesitan de demostración. Evidentemente la realidad es otra, no es que los movimientos anti-globalización no den datos porque no quieren o no los consideren necesarios, no, es que los datos no les dan la razón.
El economista Xavier Sala i Martín demuestra en su artículo “More or less equal”, que lo de defienden los contrarios a la globalización si se traslada a la cruda realidad de las cifras, es falso. Parte de la suposición de que es necesario resolver tres grandes áreas de dificultad para contestar a la pregunta de si la desigualdad está creciendo entre los países pobres y los países ricos. A saber:
1. cuánta gente de los países pobres o en vías de desarrollo consume
2. como se valora el consumo para que las comparaciones sean útiles
3. se está ensanchando la brecha entre los países ricos y pobres o, por el contrario, está aumentado la diferencia entre los pobres y los ricos indiferentemente del país donde vivan.

Si comenzamos por la tercera, Xavier Sala i Martín nos dice que debemos tener cuidado pues, una parte de la gente que explicaba la gran proporción de pobreza del mundo está disminuyendo debido al rápido crecimiento de los dos países más poblados del planeta: la India y China.
Santley Fischer, ex-subdirector del FMI, ofreció una serie de tablas muy orientativas sobre el problema que nos afecta. Veamos las gráficas:



La primera gráfica nos dice que si los países pobres crecen lo suficiente para alcanzar a los ricos, se situarían cada vez más hacia arriba y a lo largo de la tabla. Como se comprueba, la realidad dista de ser esa. Sin embargo, si miramos la segunda tabla, si trazamos los mismos círculos pero en proporción a su población, la India y la China claramente se sitúan hacia arriba. Y si tenemos en cuenta de que el número de pobres de esos dos países representa un gran porcentaje de los pobres del mundo, mantener la idea de que el número de pobres en el mundo está empeorando es muy difícil.
Xavier Sala i Martín dice que a pesar de los datos de Fischer, poco puede decirse de la pobreza, porque no dicen nada sobre cuántas personas en la India, China o Latinoamérica, por ejemplo, son pobres. O sí el crecimiento de cualquier país es bueno para su población.
La dificultad sobre la pobreza tiene, aunque parezca mentira, un cariz metodológico importante, pues no es lo mismo medir la pobreza en términos de nación o renta nacional que de capacidad para consumir de su población. Y dependiendo de los datos que se consulten, los resultados son diferentes.
Trabajos de Bhalla, Sala i Martín y por Francis Bourguignon y las demostraciones de Morrison muestran que a niveles de consumo individual, las cosas han mejorado tanto que puede hablarse de una nueva edad de oro del capitalismo global.
Sala i Martín proporciona que el número de gente que vivía en pobreza aguda (menos de un dólar/día) cayó del 17% de la población en 1970 a el 7% en 1998; la proporción que vivía con menos de dos dólares/día bajó del 41% al 19%. En números absolutos se está hablando de cerca de 200 millones de personas en el primer caso y de 350 millones de personas en el segundo caso.
Si tomamos los datos de renta nacional los datos son algo más pesimistas. Y estos datos son los que manejan por ejemplo, el Banco Mundial o la ONU. El trabajo de Chen y Ravallion nos dice que el porcentaje de gente que vive con menos de un dólar día era del 28% en 1987 y baja hasta un 24% en 1998.
Pero algo está claro, y es que las cifras arrojan en general que las cosas están mejorando.
Claro que quedan zonas del planeta donde la pobreza es tan alta que la pasividad de los gobiernos ricos es insultante. Sin embargo, cabe preguntarse si la culpa de que esos países sean pobres es del capitalismo y la globalización, culpables de que gran parte de los pobres del mundo hayan salido de su estado de miseria (China e India), o bien de que las zonas pobres aún no se han visto bañadas por las olas del capitalismo y la globalización.

13 de noviembre de 2006

Sociología y física: jugando con cuerdas

No es la primera vez que trato en este blog temas de la física y los relaciono con la teoría sociológica. Algo nada novedoso por otro lado, si tenemos en cuenta todo el impresionante desarrollo que está teniendo lo que se ha denominado Teorías de lo Complejo.
La intención de este post radica en dos puntos: el primero motivar a los posibles lectores a que no descarten ideas teóricas provenientes de otro campo científico; y segundo, comprobar que ciencias en un principio tan alejadas como la física y la sociología comparten problemas comunes muy curiosos e interesantes.
La física se enfrenta actualmente a un dilema crucial, como conjugar la fuerza de la gravedad con las otras tres fuerzas que configuran la mecánica cuántica: la electromagnética, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil. Tenemos por tanto dos grandes teorías, la relatividad y la cuántica, que han sido corroboradas pero que no se complementan, es decir, no se llevan bien.
Si la relatividad explica lo grande y lo cuántico lo muy pequeño, entonces tenemos un problema: “Por una parte, los grandes objetos están compuestos por los pequeños y resulta ilógico que unos tengan unas leyes y los otros objetos, leyes diferentes.” Y si esto no fuera poco, hay lugares donde ambas conviven: los agujeros negros y la explicación del big bang. Cuando un científico físico combina las ecuaciones para comprender cualquiera de estos problemas anteriores, llega a la conclusión de que ha obtenido un absurdo o singularidad. Así, resulta que la física se enfrenta a la tarea de encontrar algo que relacione lo macro con lo mico (seguro que este problema ya les suena).
Vayamos ahora a la sociología para intentar ver si los pobres sociólogos sufren tanto como sus colegas los físicos. La sociología tradicionalmente ha desarrollado dos grandes leyes teóricas explicativas de lo social: la teoría de las estructuras o sistemas y la teoría individualista. La primera al igual que la relatividad explica o intenta explicar el por qué de lo social a través de lo grande, de las estructuras, de aquello que está formado por muchos individuos. La segunda se parece a lo cuántico pues explica la sociedad a través de lo pequeño, es decir, los individuos. ¿Cuál de los dos posicionamientos tiene razón? Pues igual que en la física, los dos son perfectamente válidos para explicar lo grande y lo pequeño respectivamente pero, y mira tu que gracioso, resulta que lo grande esta formado de lo pequeño y lo pequeño forma lo grande, y la sociedad, al igual que un agujero negro, es un lugar donde conviven ambas fuerzas. Toma dosis de macro y micro otra vez. Y esto no sólo es un problema de la sociología, pensemos por ejemplo en la economía que desde hace tiempo divide su campo de atención entre la macroeconomía y la microeconomía.
Desde la sociología se han dado varios intentos de unificación conocidos por teorías de la integración (véase a G. Ritzer y su Teoría Sociológica Moderna para una síntesis aceptable), y la economía ha comenzado a intentar averiguar que aspectos de la microeconomía influyen en la macroeconomía. Los físicos mucho más imaginativos por lo visto han decidido jugar a las cuerdas como si el problema fuese de patio de colegio.
Una de las aportaciones a la unificación de lo macro y lo micro en física es lo que se conoce como teoría de cuerdas, y su versión más moderna y aceptada es la Teoría M. Resumiendo muy mucho, podemos decir que la teoría afirma que “todo lo que existe en el universo está formado por unas cuerdas vibrantes infinitesimalmente pequeñas.”
¿Cómo toman forma las diferentes cuerdas que dan lugar a las distintas partículas? Pues para que esto ocurra los físicos no se han acobardado y han sacado el recurso de las dimensiones. Tradicionalmente si nos preguntamos a voz de pronto cuántas dimensiones conocemos diremos tres y el más avispado dirá que Einstein formuló una más: el espacio-tiempo. Pues bien, olvidémonos del pasado, ahora la teoría M de cuerdas nos dice que existen 11 dimensiones, “que surgen de cálculos matemáticos que determinan cuántas dimensiones son necesarias para que las cuerdas vibren de manera tal que expliquen todas las fuerzas. Con el número preciso de dimensiones, las cuatro fuerzas fundamentales encajan como en un rompecabezas…”.
Pero los físicos teóricos no se conforman con 11 dimensiones, van mucho más allá y llegan hablar de universos paralelos. Para explicar estos universos se hace necesario comprender lo que es un brana y como se forma. Antes de la teoría M formulada por Edward Witten, existían diversas teorías de cuerdas cada una con su número diferente de dimensiones, Witten llegó a la conclusión de que eran necesarias 10 dimensiones y una más que diese lugar a la membrana, que es una especie de superficie.
Si las cuerdas son bidimensionales, la membrana puede tener tres o más y si tiene al energía suficiente, puede alcanzar un tamaño gigantesco, de hecho puede ser tan grande como un universo. Ya tenemos el concepto de brana.
Por tanto, si dejamos que la brana juegue con nosotros podemos afirmar que es posible que nuestro universo sea una brana, y esto permite que nuestra casa galáctica esté en contacto con otras branas, es decir, otros universos paralelos, algo muy parecido a las rebanas de un pan de molde.
Entonces, si existen varias realidades, cómo es posible que no podamos tocar o sentir las otras realidades, la respuesta que dan los físicos es que nuestros átomos no están preparados para salir de nuestra brana.
Las conclusiones se las dejo a ustedes.

1 de noviembre de 2006

Pobreza y capitalismo

Dedicado con todo mi aprecio a Pato, por impedirme que me deje llevar por ideas preconcebidas en un debate, porque su capacidad intelectual y su respeto como persona se merecían algo más digno que mi primer comentario y como muestra de disculpa y gratitud. De acuerdo o no, lo importante es el respeto que le tengo, y eso no voy a dejar que un mal comentario lo ponga en duda.

Los críticos del sistema capitalista suelen atribuirle, entre otros muchos males, la culpabilidad de la pobreza. Incluso existen corrientes teóricas como la teoría de la dependencia o la teoría marxista, que atribuyen como una condición necesaria para el mantenimiento del capitalismo la existencia de la pobreza. Este artículo intentaré mostrar lo más claro posible dos cosas: que la pobreza no es exclusiva del capitalismo; y, que de ninguna forma la pobreza es una parte vital que alimenta la existencia del sistema basado en el capital privado.
La primera tarea cuando se aborda un trabajo así es dejar claro a qué nos referimos cuando hablamos de pobreza y de capitalismo. Puede parecer algo innecesario, pues en un primer momento, todos sabemos que es pobreza y capitalismo, sin embargo, una vez vista una serie de aclaraciones conceptuales, comprobaremos que el trabajo realizado no ha sido en vano.
La definición de pobreza, como cualquier término, no está carente de subjetividades e influencias ideológicas. Pobre puede ser aquel que no tiene una casa en EE.UU., trabajo y por tanto seguro médico o cobra un sueldo inferior al medio; pero pobre también es aquel que en África no puede cubrir sus necesidades básicas (alimentación y salud básicamente). Dado el alto grado de relativismo que entre unas realidades económicas y otras nos podemos encontrar, la ONU estableció una medida o escala, que como tal puede ser más acertada o no, de considerar pobreza aquella persona que tiene que vivir con menos de un dólar al día. Ese límite se conoce también como umbral de pobreza o pobreza absoluta. Otro concepto interesante es el de pobreza relativa, que relaciona unos valores de pobreza en términos de comparación con una sociedad determinada.
El capitalismo es un sistema de ordenación económica que gestiona los recursos de una economía mediante el establecimiento de la propiedad privada y la creación de un mercado. Contrariamente a lo que suele pensarse, el capitalismo no es sinónimo de libertad de mercado o liberalismo; el intervencionismo estatal puede ser muy alto en una economía y ésta sin embargo puede seguir siendo capitalista, pues como bien hemos mencionado el capitalismo se basa en la propiedad privada y el mercado, pero no en el grado de libertad que exista en dicho mercado (mención aparte merece el capitalismo chino que tiene entre sus peculiaridades la existencia de mercados pero no el reconocimiento directo de la propiedad privada).
El funcionamiento del sistema capitalista tiene su base en lo que se conoce como la corriente circular del trabajo y el capital. Los trabajadores ofrecen su capital trabajo a una empresa que lo demanda, paga a cambio un sueldo gracias a la venta de sus productos en el mercado de bienes. Así, beneficios de empresa y sueldos van aunque en un principio parezca que no, muy unidos. Imaginemos que una industria de bienes de consumo no paga suficiente sueldo a sus empleados, estos no dispondrán de renta monetaria para consumir y la empresa no podrá conseguir beneficios al no vender sus productos. Me anticipo a las críticas de este simple esquema diciendo precisamente eso, que es simplista pero muy gráfico. Sin consumo no hay capitalismo.
Profundizando nos percatamos de que la cosa no es tan fácil, pues la empresa puede vender sus productos en un país diferente al cuál fabrica, uno donde las rentas monetarias si sean lo suficientemente altas para consumir, con lo cual la empresa obtiene beneficios igualmente, pero los trabajadores no consiguen dinero suficiente para su consumo básico.
Este esquema muy básico se complica aún más si de golpe introducimos la competencia global de una economía de mercado internacional donde hacerse con un mercado o cartera de cliente es una auténtica batalla. Es por eso que el capitalismo constantemente ha ido buscando mercados nuevos donde conseguir clientes y por tanto consumidores. Al hacer eso, desplaza consigo una corriente de riqueza, necesaria para que el círculo virtuoso se cumpla.
Evidentemente soy consciente de que todo esto es muy teórico y muy utópico, de acuerdo, pero lo que no podemos es negar una evidencia histórica. A principios del siglo XVIII las hambrunas seguían causando estragos en todo el mundo. Morirse se hambre era lo más normal para todo el globo cuando las cosechas no eran capaces de cubrir todas las necesidades de alimentación de la población. Como bien sabemos, la Revolución Industrial fue capaz de lograr en pocos años la creación de un excedente primero en la agricultura y posteriormente en el sector industrial que originó que de golpe eso de las hambrunas en Europa fuese algo muy esporádico, como producto de un conflicto bélico o un desastre natural, pero nunca por escasez.
La acusación que se vierte al capitalismo de generar pobreza es falsa, porque la pobreza ya estaba antes de que el capitalismo existiese. La acusación de que el capitalismo genera más pobreza que cualquier otro sistema económico también es falsa, porque ha sido el único sistema que ha logrado sacar por primera vez de ese estado a muchísima gente y lo está haciendo aún con un país como China y la India que hasta no hace mucho eran ejemplos de pobreza absoluta.
Vayamos con una serie de datos: “la pobreza absoluta se ha reducido muy significativamente en las dos últimas décadas, cuando el proceso de globalización se ha acelerado.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 283). Ofrece datos al respecto que resultan evidentes: Así, diferentes estudios avalan esa afirmación:

BANCO MUNDIAL 1970 1998 1998/1970 Disminución
1. Millones de personas con menos de 1 dólar diario 1.400 1.199 -201 millones
2. Porcentaje de población total 40% 24% -16 puntos
3. Millones de personas con menos de 2 dólares/día 2.200 2.800 +600
4. Porcentaje de población total 60% 51% -9 puntos

SALA I MARTÍN
1. con menos de 1 dólar diario 554 352 -201 millones
2. Porcentaje 20% 6% -14 puntos
3. con menos de 2 dólares/día 1.323,8 973,7 -35,1 millones
4. Porcentaje 44% 18,5% -25,5 puntos

BHALLA
1. con menos de 1 dólar diario 1.262 647 -615 millones
2. Porcentaje 46,4% 13,1% -33,3 puntos
3. con menos de 2 dólares/día 1.631 1.147 -484 millones
4. Porcentaje 60% 23,3% -36,8 puntos
Fuente: Banco Mundial (2002); Sala i Martín (2002a); Bhalla (2002) cit. en Guillermo de la Dehesa (2003)

Y los datos son mucho más optimistas desde el punto de la pobreza relativa: “la reducción en términos relativos ha sido espectacular: un 60 y un 69 por 100 en el primer caso (con menos de un dólar/día), y un 51 y un 70 por 100 en el segundo (con menos de 2 dólar/día).” (DE LA DEHESA, G. 2003, 283).
También se culpa al capitalismo de haber aumentado la desigualdad en el mundo; otra vez los datos vuelve a desmontar esa falsa idea: “el coeficiente de Gini ha caído de 0,662 en 1980 a 0,633 en 1998, según Sala i Martín, y de un 0,685 en 1980 a 0,651 según Bhalla. La relación entre el 20 por 100 más rico y el 20 por 100 más pobre también se ha reducido, aunque levemente, pasando de ser 40 veces superior en 1970 a 39 veces en 1998.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 284).
Y qué pasa con la desigualdad dirán los más atentos, no es acaso el capitalismo un sistema desigual. Por supuesto, se trata quizás de uno de los sistemas económicos más desiguales de los conocidos hasta ahora por el hombre. ¿Entonces cómo puede usted defender el capitalismo sin tener remordimientos de conciencia? Porque todo depende de cómo analicemos y valoremos la desigualdad. Ser desigual no es malo per se, al igual que totalmente bueno, sino que admite toda una serie de matices importantes que no podemos perder de vista. No somos biológicamente todos iguales, la naturaleza nos ha dotado a unos de atributos mejores que a otros, esa desigualdad natural por ejemplo no es ni buena ni mala, simplemente es el chasis que nuestra carga genética nos ha dado. ¿Qué podemos mejorarla? Por supuesto, pero siempre y cuando eso no suponga despojar de las cualidades superiores a aquellas personas que las poseen, es decir, si yo soy miope, para igualarme a una persona con una vista excelente no podemos rebajar su calidad de visión, sino construir un instrumento óptico que me haga avanzar a mí, de ahí nacen las gafas. Pues esto que parece tan evidente en el plano físico-biológico llevado al terreno económico parece que no se ve tan claro. En este ámbito, lo normal es quitar al rico para dárselo al pobre, hablando vulgarmente, esto es lo que se conoce como impuestos y Estado de Bienestar.
Pero la pregunta fundamental es: ¿debemos acabar totalmente con las desigualdades económicas? Mi respuesta es tajante, NO. Porque eso es lo que intento hacer el comunismo y acabo generando un estado de pobres y aún por encima con mayores desigualdades. Las desigualdades económicas son el impulso que lleva a mucha gente a superarse, a seguir trabajando para conseguir más cosas. Uno de los grandes defectos del comunismo es precisamente que al desincentivar a los trabajadores con un avance en su nivel económico. ¿Entonces qué podemos hacer? Aplicar medidas para dar a todos las mismas condiciones de partida. Todos somos conscientes de que con una buena formación académica, un entorno familiar adecuado y una seguridad básica que permita el desarrollo de una formación aceptable, generalmente puede eludirse el estado de pobreza. Como lo logremos si mediante impuestos o dejando al mercado actuar libremente es otro tema.

15 de octubre de 2006

Teorías de lo Complejo y liberalismo (y II)

Una vez, eso espero, que tenemos más claro lo que significa la teoría de lo complejo y algunos de los conceptos y cambios que ha introducido este paradigma en la ciencia, pasaré a hablar del liberalismo.
Los orígenes del liberalismo pueden rastrearse según Victoriano Martín Martín en su obra “El liberalismo económico: La génesis de las ideas liberales desde San Agustín hasta Adam Smith”, en dos tradiciones o fuentes:
a) Tradición Inglesa: Que parte de la Escuela Escocesa de Filosofía (Hume, Smith, Fergurson), Josiah Tucker, E. Burke, W. Paley. Su concepción del mundo es empirista y centran su atención en la esencia de la libertad y la espontaneidad junto con la contrastación prueba/error. Su teoría social se basa en la relación hombres-instituciones, que surge de la acción separada de los múltiples individuos sin una intención previa suprema, simplemente de su evolución adaptable.
b) Tradición Francesa: Desde los enciclopedistas, los fisiócratas como Rousseau y Condorcet. Su concepción del mundo es esencialmente racionalista, donde se persigue un fin colectivo o patrón único aceptado por todos. Su teoría social parte de un algo primitivo, que es regulado y cambiado gracias a un sabio legislador y un contrato. Su concepción de la naturaleza humana es la bondad del ser humano y la necesidad de la planificación de la acción humana.

Sin embargo, al igual que toda corriente de pensamiento político, social y económico, el liberalismo es una amalgama diversa y variada donde tienen cabida multitud de opiniones e ideas, es por ello que sólo mostraré las características principales de lo que llamamos liberalismo clásico.
La wikipedia tiene las siguientes entradas en referencia al liberalismo clásico, la cual reproduzco en su integridad:
“El Liberalismo clásico o primer liberalismo es una frase usada para describir ideas formuladas durante los siglos XVII y XVIII, contrario al poder absoluto del Estado y su intervención en asuntos civiles, la autoridad excluyente de las iglesias, y cualquier privilegio político y social, con el objetivo de que el individuo pueda desarrollar sus capacidades individuales y su libertad en el ámbito político y religioso. Su base fundamental se encuentra en la doctrina de la ley natural, cuyo más representativo exponente es John Locke.
Dotado de una alto grado de laicidad, ya que tanto los pensadores cristianos como aquellos que a partir del siglo XVIII adoptaron el ateísmo como postura frente a la religión, estaban vinculados a la reforma de la Iglesia Católica y el cisma protestante de inicios del siglo XVI, con el consecuente alejamiento de la idea de Dios de los asuntos públicos. La religión pasa a ser un asunto privado, alejada de la moral y de la política, con la finalidad de favorecer la convivencia.
Sus bases racionales son el realismo y el empirismo, con mucha mayor atención, por lo tanto, a los cambios observados en los hechos, por lo que se distingue del idealismo y del deductivismo propios del racionalismo continental europeo, más tendente a formular verdades obsolutas. Se trata de un racionalismo analítico, más que justificativo.
Su visión del hombre es relativamente pesimista, suponiéndole una motivación fundamentalmente egoísta en aras de la satisfacción del propio interés.
Dicho laicismo, empirismo y utilitarismo, propios del liberalismo clásico favorecen la convención más que la convicción, mediante un programa político basado en el consenso, por lo que considera la ley y la institución creaciones artificiales, evaluándolas por sus resultados y omitiendo su concordancia con cualquier principio trascendente.
Nace en Inglaterra a mediados del siglo XVII, entre la guerra civil y la revolución de 1688, con la elaboración de argumentos contrarios a la monarquía absoluta y el poder eclesial y su pretensión de monopolio sobre la verdad religiosa.
Los primeros en manifestar estas posturas son los niveladores, pequeños propietarios disidentes del ejército de Oliver Cromwell, constituido en partido político en 1646. Sus ideas centrales hacían referencia a la comunidad política como un conjunto de personas libres que comparten los mismos derechos fundamentales, por lo que el gobierno tenía que basarse en el consentimiento de los gobernados. Como los gobernados son personas racionales, dicho ejercicio de gobierno no podía ser ni paternalista ni intervencionista, sus poderes, por lo tanto tenían que ser limitados, con una clara vocación de protección de los derechos individuales como la libertad de expresión, de religión, de asociación y de propiedad.
El factor religioso también jugó un importante papel en la formulación del liberalismo. En línea con lo anterior, se reclamaba tolerancia y libertad religiosa por parte de los sectores inconformistas de la Iglesia anglicana. Hasta ese momento, reinaba un compromiso doctrinal entre el calvinismo y el catolicismo que permitió la nacionalización política, compromiso que proporcionó en la práctica una dinámica de tolerancia religiosa. Pero en el siglo XVII surgieron importantes discrepancias en el seno de la Iglesia anglicana referentes a su tradicionalismo y autoritarismo, desembocando en el puritanismo, cuyas reclamaciones radicaban en la independencia eclesiástica y en una organización presbiteriana o asamblearia.
Como filosofía personalista e individual, el liberalismo permite que algunos individuos piensen que unos derechos son más importantes que los otros, como en el caso del los defensores del liberalismo social y el liberalismo económico, o de los que entienden que unos y otros no pueden disociarse. Aquí expondré lo que se entiende tanto por social como por económico.
El liberalismo social defiende la no intromisión del estado o de los colectivos en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales no-mercantiles, admitiendo grandes cotas de libertad de expresión y religiosa, los diferentes tipos de relaciones sexuales consentidas, el consumo de drogas, etc. Sin embargo sus detractores objetan el hecho de que no considera valores más allá de la propia voluntad, como los valores religiosos o tradicionales.
El liberalismo económico defiende la no intromisión del estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos (reduciendo los impuestos a su mínima expresión y eliminando cualquier regulación sobre comercio, producción, condiciones de trabajo, etc.), sacrificando toda protección a "débiles" (subsidios de desempleo, pensiones públicas, beneficencia pública) o "fuertes" (aranceles, subsidios a la producción, etc.). La impopularidad de reducir la protección de los más desfavorecidos lleva a los liberales a alegar que resulta perjudicial también para ellos, porque entorpece el crecimiento, y reduce las oportunidades de ascenso y el estímulo a los emprendedores. Los críticos, por el contrario, consideran que el Estado puede intervenir precisamente fomentando estos ámbitos en el seno de los grupos más desfavorecidos. El liberalismo económico tiende a ser identificado con el capitalismo, aunque este no tiene por qué ser necesariamente liberal, ni el liberalismo tiene por qué llevar a un sistema capitalista. Por ello muchas críticas al capitalismo son trasladadas falazmente al liberalismo.
¿Cómo es posible entonces que un sistema como el liberal y el capitalismo, basados en el egoísmo y el interés propio, puedan dar cohesión al sistema social y evitar el caos? Las respuestas a estas preguntas trajeron en jaque a muchos pensadores de todos los tiempos, sobre todo como ya hemos venido exponiendo, tanto desde la corriente más anglosajona como desde la visión más francesa o continental.
La concepción británica habla de un “desarrollo gradual de un cuerpo de teoría social demostrativa de que las relaciones entre los hombres y sus instituciones surgían de las acciones separadas de numerosos individuos que ignoraban lo que estaban haciendo, más bien que inventadas u obedeciendo a un plan. Se demostraba así la existencia de un orden que no era resultado del plan de la inteligencia humana ni se adscribía a la invención de ninguna mente sobrenatural y eminente, sino que provenía de la evolución adaptable.”[i] Por el otro lado, la concepción racionalista, cartesiana, “presupone que el hombre originariamente estaba dotado de atributos morales e intelectuales que le facilitaban la transformación deliberada de la civilización”[ii], que “la sociedad civil ha sido formada por algún primitivo y sabio legislador o un primitivo contrato social.”[iii]
La concepción racionalista cerraba la discusión gracias a la colaboración, la cooperación y la voluntad suprema de alguien o algo por dar cohesión y orden al sistema; sin embargo, la concepción inglesa no despejaba ninguna duda, seguía sin saberse como era posible la sociedad en un mundo de individuos egoístas. Entonces, los moralistas escoceses dieron con la solución al dilema, las consecuencias no deseadas, cuyo exponente más claro es la mano invisible de Adam Smith.
Nos dice Smith al respecto:
“Cada individuo en particular se afana continuamente en buscar el empleo más ventajoso para el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad; pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, de una manera natural, o más bien necesaria, el empleo más útil a la sociedad como tal.
[…] Al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios. No son muchas las cosas buenas que vemos ejecutadas por aquellos que presumen de servir sólo al interés público. Pero ésta es una afección que no es muy común entre los comerciantes, y bastan muy pocas palabras para disuadirlos de esa actitud.”[iv]
Pero no sólo el padre de la economía defiende que el perseguir los intereses particulares promueve el bienestar social, otro ejemplo lo tenemos en Francisco de Vitoria cuando nos dice: “El que vive en sociedad o en una sociedad es parte de la ciudad. Luego el que hace algo en bien o en provecho de un particular lo hace también para la utilidad común y pública, así como el que perjudica a un particular perjudica al bien común, del cual aquél forma parte.”[v]
Y es que el orden liberal basado en la libertad económica y política permite el surgimiento de un orden espontáneo donde antes sólo predominaba el caos, como bien indica Paul A. Samuelson en su Economics: “Un sistema competitivo es un mecanismo elaborado para llevar a cabo una coordinación inconsciente sirviéndose de un sistema de precios y mercados, un artificio de comunicaciones por el que circulan los conocimientos de millones de personas distintas. Resuelve, sin inteligencia central, uno de las más complejos problemas imaginables, lleno de intrincadas relaciones y variables desconocidas. Nadie lo proyectó, se desarrolló espontáneamente, y, lo mismo que la naturaleza humana, presenta cambios, pero soporta, por lo menos la primera prueba de toda organización social, puesto que es capaz de sobrevivir. […] El sistema competitivo basado en los mercados y los precios […] no produce el caos y la anarquía, sino que existen en él cierto orden y una línea de conducta. El sistema funciona.”
Partes individuales que no se sabe muy bien como interactúan entre ellas sin una intención previa a hacerlo, ordenes espontáneos nacidos de un caos originario sin necesidad de intervención divina o planificación exterior, sistema abierto que alcanza cotas de organización automática y que aprenden a medida que se equivoca; no estamos hablando acaso de rizomas, auto-organización, sistemas complejos y no-lineales, de autopoiesis, etc.; y no se adaptan perfectamente el capitalismo y el liberalismo a estas concepciones donde el azar, la libertad, el orden como producto del caos, son el pan nuestro de la naturaleza que nos rodea y asombrados empezamos poco a poco a descubrir.
“Cuando las sociedades se han estratificado y precisado cunde la idea de una mano invisible, que articula el interés egoísta con una eficaz asignación de los recursos económicos. Atemperado el egoísmo de cada uno por un sentimiento que Smith llama <>, multitud de esfuerzos individuales sin orden ni control desembocan en márgenes de bienestar superiores a los observados cuando la pauta genérica es pura envidia, y los esfuerzos tratan de planificarse rigurosamente, siguiendo una cadena exterior de mando. La conciencia de esta mano invisible –armonía oculta, superior a la manifiesta (Heráclito), astucia de la razón (Hegel) – inaugura una crítica del control gubernativo, basada sobre el principio de que solo será útil y legítimo si resulta frugal, comedido.”[vi]

[i] Victoriano Martín Martín (2002): El liberalismo económico: La génesis de las ideas liberales desde San Agustín hasta Adam Smith. Editorial Síntesis. Madrid. Pág. 43.

[ii] Idem

[iii] Idem

[iv] Adam Smith (1776): The wealth of Nations, edición en castellano en Oikos-Tau, Barcelona, 1988.

[v] Francisco de Vitoria: De eo ad quod tenetur homo cum primum venit ad usum rationis, 7, en Francisco Vitoria, Obras de Francisco de Vitoria, Relaciones Teológicas, edición crítica por el padre Teófilo Urdanoz, O.P. Biblioteca de Autores Cristianos; Madrid, 1960, págs. 1344-1345.

[vi] Antonio Escotado (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid. Pág. 278.

12 de octubre de 2006

Carta abierta a Latinoamerica

Hace ya unos casi 600 años tres naves llegaron a una costa de un continente nuevo e impresionante. Muchos de los soldados que arribaron allí se quedaron asombrados de lo extravagante de la vestimenta de sus pobladores, otros fascinados por la belleza de los parajes, algunos maravillados por la riqueza de la tierra y también hubo quien vio en el descubrimiento de América una fuente de explotación y guerra. Como en todo proceso de colonización e imperialismo, miles de cosas buenas y malas nacen en el momento en que dos culturas comienzan a conocerse. Los años posteriores y los siglos siguientes se transformaron en sentimientos de fascinación, miedo, atracción y repulsión; en colaboración y guerras, en exterminio e imposiciones, etc.

Reconozco que hace unos cuantos años Latinoamérica era una desconocida para mi, más que una desconocida, simplemente no sentía una gran atención por ella. Me considero español y europeo pues creo firmemente en el proyecto de una Europa unida y fuerte; sin embargo, desde que he comenzado a mantener cierto contacto con personas de ese impresionante continente, mi interés hacia la zona ha crecido exponencialmente.

He visto que los lazos creados entre España y Latinoamérica son o deberían ser tan fuertes como los que mi país tiene con todos sus vecinos europeos, incluso pienso que deberían estar al mismo nivel. Muchos siglos de contacto, de conocimiento, de repulsa y admiración mutua nos unen de una forma increíble y fascinante. Y a pesar de que muchos pensadores latinoamericanos consideran que los españoles seguimos viendo Latinoamérica como los territorios perdidos de nuestro Imperio, personalmente considero que esa visión, por lo menos en mi parte es totalmente falsa; como liberal que soy me alegro enormemente que los diferentes pueblos de América del Sur consiguieran su libertad y la capacidad para independizarse. Pero también considero que esa independencia no debe significar olvido, resentimientos, celos o indiferencia, pues como ya he dicho nos unen unos lazos de cultura latina común de un valor incalculable.

Mi admiración y cada vez mayor atención a esa tierra hace que las noticias que llegan de esa zona del mundo me llenen de preocupación. Hacen que reflexione sobre por qué esa parte del globo no parece encontrar la senda del progreso y la paz que tanto se merece y necesita. Advierto que antes de nada que no impongo una visión paternalista e imperial hacia esos países, como suponiendo que esas colonias descarriadas no saben gestionarse y necesitan de España para hacerlo, al contrario, defiendo que deben ser ellos mismos los que hallen las soluciones a todos sus problemas, pero el consejo de un amigo, creo, siempre es bienvenido y sobre todo si se hace desde el respeto por su independencia y el reconocimiento de su capacidad para gestionarse y la afirmación de que disponen del capital intelectual para poder hacerlo. Repito, como casi hermanos que somos no podemos permitirnos los que estamos de este lado del charco mirar para otro lado e ignorarles, sería la actitud más estúpida e injusta.

Percibo, y puedo estar errado por supuesto, que uno de los grandes problemas de Latinoamérica es su falta de unidad supranacional y proyecto en común. Los diferentes países parecen estar más atentos a su parte del pastel que en considerar que todos y cada uno de los diferentes estados forma un pastel más grande e importante. No entiendo como los diversos gobiernos latinoamericanos no se preocupan lo más mínimo por sus vecinos cuando los problemas les asedian, da igual que Argentina entre en una crisis financiera, que Colombia esté infectada por el terrorismo y los cárteles de la droga, que Cuba siga en manos de una dictadura, que México no sea capaz de mostrar un sistema democrático que supuestamente le corresponde a un país de su calibre, que Venezuela tenga un líder que tire piedras contra el único país vecino con el cual tienen mucho que ganar y que intente dividir Latinoamérica entre los pro-imperialista y los anti-imperialistas creando una separación estúpida a la par que muy peligrosa, que Haití y Jamaica vivan constantes revueltas civiles con sus aterradoras matanzas, etc.

Soy consciente de que muchos me dirán que esos problemas son parte de los asuntos internos de un estado-nación independiente y que intervenir en ellos sería una amenaza a la soberanía nacional; pero una cosa es intervenir y otra cosa hacer mover los hilos de la diplomacia con mensajes altos y claros de apoyo y búsqueda de soluciones. Hablo, al fin y al cabo, de un proyecto común, de meter en la cabeza de sus líderes que comparte una casa común y que su gestión necesita que cada uno gobierne su parte y entre todos gestionen el todo.

Bolivia se encuentra en una fase actual de ruptura social y política seria y preocupante, se habla de una posible guerra civil que causaría graves daños primeramente a la propia Bolivia, pero inmediatamente después a sus vecinos más cercanos para acabar afectado a todos posteriormente. Hablo de un fallo en el suministro energético para Brasil, de un movimiento de refugiados de casi un millón y medio de personas hacia Argentina o Chile, a parte de las presiones en sus respectivas fronteras, el retroceso en el comercio continental, etc. Y este es un ejemplo, pero por desgracia, seguro que ustedes pueden citar muchísimos más.

¿Qué les pasa hermanos? ¿Por qué sus partidos políticos y los respectivos líderes no hacen más que radicalizarse y dirigirse hacia los extremos más peligrosos, independientemente de su signo de izquierdas o derechas? ¿Por qué sus respectivos gobiernos parecen ignorarse entre ellos? ¿Por qué el discurso victimista impregna todos los discursos tanto políticos como científico sociales para explicar su desarrollo? ¿Qué puede hacer su vecino más lejano por ustedes? Tantas preguntas y tan pocas respuestas.

Ustedes, mis queridos y apreciados lectores y amigos latinoamericanos, independientemente de su nacionalidad, como futuro que representan, les motivo a que hagan cualquier cosa, les animo a que se conozcan entre ustedes, a que pasen de sus gobiernos respectivos y creen lazos de hermandad, a que usen esta poderosa herramienta de comunicación para descubrirse, como yo los he descubierto a ustedes, y rompan las fronteras y comiencen a verse como un todo compuesto de muchas partes. A que inicien cualquier cosa que les permita hablar, tratarse como iguales, a emprender proyectos, humildes y de corto alcance seguramente, pero no por ello menos ilusionantes. Son jóvenes, tienen fuerzas, son muy inteligentes y capaces, unan sus fuerzas y cuenten conmigo en todo lo que pueda servirles y ayudarles. Pensemos que podemos hacer y no dejemos vencernos por la idea de que poco podemos aportar.

Y mientras tanto, yo seguiré viendo esa parte del globo increíble y entristeciéndome por cada una de las malas noticias que me llegue.

3 de octubre de 2006

Teorías de lo Complejo y Liberalismo (I)

Lo primero que quiero pedirles es paciencia, se trata de una serie de artículos estos que comienzo muy largos y extensos, muy poco propios de un blog. Pero quiero compartir con ustedes este pequeño trabajo que estoy realizando y necesito de sus opiniones. Gracias por su comprensión.

Este artículo nace con la intención teórica de buscar los puntos de acuerdo, si existen, entre lo que ha venido en denominarse teorías de lo complejo y el liberalismo. Así términos como autoorganización, rizomas, teoría del caos, etc. servirán de contexto teórico para comprobar si el liberalismo se adapta a sus exigencias o, si por el contrario, las ideas liberales de libertad de mercado y libertad política se han quedado anticuadas e inservibles para entender este comienzo del siglo XXI.
Se me presenta por tanto una labor ardua y nada fácil de la cual espero salir airoso, siendo además muy consciente de cometeré multitud de errores y apreciaciones no muy válidas, por lo tanto, aceptaré gustosamente cualquier ayuda, opinión, crítica o aclaración que tengan a bien hacerme llegar.
Comenzaré por ofrecer unas pequeñas definiciones, espero que sencillas y por lo tanto operativas, que permitan al lector saber de qué estamos hablando y a qué nos estamos refiriendo. Para terminar, ofreceré, mejor dicho, intentaré mostrar si es posible seguir con las ideas que propugna el liberalismo tanto económico y político ante las exigencias que suponen las mencionadas teorías de lo complejo, que es al fin y al cabo la intención de este humilde trabajo.

Las teorías de lo complejo han sido definidas de multitud de formas, básicamente se trata de toda una gama de nuevas visiones epistemológicas, metodológicas y teóricas, de claro cariz transdisciplinar, siendo esta característica quizás su peculiaridad más importante, donde ciertas fronteras clásicas en la ciencia están siendo difuminadas e incluso eliminadas. Así se producen una serie de rupturas a niveles epistemológico, metodológico, teórico e incluso disciplinar.
La ruptura se produce en la base misma del conocimiento y la concepción de la ciencia. Se cuestionan las definiciones clásicas de la ciencia, sobre todo en su vertiente más positivista y empirista. ¿Qué significa esto? Antes de la llegada de este paradigma que algunos llaman paradigma de lo complejo, la ciencia estaba definida bajo los postulados del positivismo y el empirismo, aunque tampoco podemos olvidarnos de ciertos posos del racionalismo. El positivismo como corriente primeramente filosófica y posteriormente como visión creadora de ciencia, obligaba al científico a cumplir una serie de requisitos para que su trabajo fuese tildado como tal.
La dimensión epistemológica del positivismo se basaba en:
a) Fenomenalismo: “basado en la confianza derivada de los logros de la ciencia, implica que no hay una materialidad nouménica transcendente, inasequible a la percepción, sino que la realidad es tal como se aparece a los sentidos, que nuestras imagines mentales se corresponden con ella como un retrato académico a su modelo.”[i]
b) Nominalismo: “afirma el carácter artificioso del salto de casos individuales a enunciados universales. Esto implica que los objetos singulares deben ser clasificados y explicados por referencia a entidades teóricas, de las que no existe constancia empírica por ser colectivas (las especies) o intangibles (los átomos). Además, las explicaciones causales de hechos particulares sólo pueden generalizarse si se pueden asimilar a un proceso universal; […].”[ii]
c) Unicidad de método en el saber y en las ciencias: unificación establecida desde un saber o ciencia considerada como modelo.

Posteriormente en el siglo XX, surge el neopositivismo en torno al Círculo de Viena. Se originó en la década de 1920-1930 en torno a Moritz Schlick, siendo sus miembros más destacados Carnap, O. Neurath, H. Feigl (todos ellos filósofos); y Ph. Frank, K. Menger y K. Gödel (físico-matemáticos). Difundieron el positivismo lógico y establecieron vínculos y contactos con la Escuela de Berlín (H. Reichenbach y C. G. Hempel) y los empiristas de Upsala, los lógicos polacos (Lukasiewicz, Adjukiewicz, Tarski), los simpatizantes norteamericanos (Nagel, Ch. Morris, Quine) y los analistas británicos (G. Ryle, A.J. Ayer)[iii].
El neopositivismo lógico se fundamenta en las tesis siguientes:
a) Negación a toda metafísica
b) Fisicalismo y unidad de las ciencias: todo conocimiento científico debe estar basado en los postulados de la física, y es a partir de ahí, de donde deben partir todas las demás ciencias para el conocimiento científico.
c) Verificabilidad empírica: las observaciones realizadas por el sujeto deben ser trasmitidas a los demás para su compresión, y deben ser contrastadas o verificadas empíricamente.

El exponente más claro de este pensamiento es la física clásica o física newtoniana, caracterizada por “la radical separación del científico de la realidad que investiga y, lo que no es menos fundamental, una reducción del ámbito de su estudio a aquello que puede ser medido y manipulado”.[iv] La ciencia newtoniana hizo que durante mucho tiempo, el científico durmiese en la ilusión del orden y la seguridad, “De este modo, la dinámica o mecánica, que ha sido el ejemplo de ciencia clásica por antonomasia, permitía la ilusión de unas leyes universales de la física en las que las trayectorias aparecían como conservativas, reversibles y deterministas. Unas leyes que suponían que el objeto de la dinámica podía llegar a comprenderse en su totalidad con solo conocer la definición de un estado del sistema y la ley que rige su evolución.”[v]
El amargo despertar vino primeramente con la física relativista de Einstein y posteriormente, y de forma definitiva y total, con la física cuántica. De la seguridad y el orden, los científicos se vieron lanzados, de forma dura y amarga, al caos y la incertidumbre saltando por los aires los resortes de la continuidad, la reversibilidad y el orden; pasado, presente y futuro no tienen ya que estar conectados y mucho menos, uno ser consecuencia del otro, se produce la ruptura de la flecha del tiempo clásica: “Según esta nueva caracterización, procesos reversibles serían aquellos a los que no les afecta la flecha del tiempo mientras que procesos irreversibles pasarían a ser aquellos en los que sí tiene influencia dicha flecha.”[vi] Por supuesto, la relación sujeto-objeto se ve también totalmente alterada.
¿Qué es lo que trajo la física cuántica para armar entonces tanto revuelo? Pues algo tan simple y a la vez tan fascinante como la imposibilidad de conocer al mismo tiempo, la velocidad y la posición de una partícula cuántica. “En el mundo de las partículas ya no hay causa y efecto, sino una combinación de posibles, una suma de todo lo que puede ocurrir sin impedimento.”[vii] Esa imposibilidad propia de la física cuántica se conoce como incertidumbre de Heisenberg.
Los físicos se enfrentan por primera vez a algo novedoso para ellos, el azar. El azar significa que no hay determinismo, que la matemática lineal que explicaba los fenómenos de la mecánica newtoniana ya no sirve. Los fenómenos de la física cuántica son no-lineales, es decir, no aceptan las reglas del cálculo diferencial cuyo “campo son fenómenos expresables linealmente, con funciones o curvas simples, periódicas, graduales”[viii]. Es decir, aquellas funciones que permiten en su estudio el uso del diferencial, donde se hace necesario la derivada de la función de estudio y su integral. Sin embargo, “la naturaleza desemboca sin cesar en ecuaciones no-lineales…”[ix].
Las partículas sub-atómicas por tanto parecen no disponer de una ley que explique su comportamiento, el azar introduce un área de libertad, una dimensión de incertidumbre donde, al igual que en el ser humano, la lógica formal no sirve para comprender el fenómeno que pretende describirse. Y es que esa es “una de las principales características de las leyes cuánticas, más allá de estas apariencias, es la de dar libre curso a los posibles. La torre cuántica, cuando se habita en ella, evoca la maravillosa abadía de Thélème, cuya regla había escrito Rabelais: “haz lo que quieras.” Porque ésta es la regla absoluta en el mundo cuántico. Todo es posible y es la única realidad.”[x]
Pero la física de partículas no es la única que se ha visto afectada por la irrupción del azar. De hecho, una de las ramas que más pronto empezó a sentir los efectos de este cambio de paradigma fue la termodinámica, rama en la cual uno de los términos que abordamos en este artículo, la auto-organización, adquiere una importancia capital. Y muy relacionado a nuestro concepto de auto-organización es la transdisciplinariedad. “Si tuviésemos que destacar una de las características más singulares que ofrecen aquellas investigaciones que se han realizado acerca del concepto de auto-organización, sin duda alguna, la primera de estas peculiaridades en reseñarse sería la de transdisciplinariedad.”[xi]
Sobre la historia del termino auto-organización, siguiendo a Livet, encontramos cinco etapas: “La fase cibernética clásica, que tuvo lugar en la década de los cuarenta; la etapa del Biological Computer Laboratory […] y del consiguiente desarrollo de la segunda cibernética, desde 1958 hasta 1976; una tercera fase que contempla dos ramas, la de la teoría de la información (Atlan) y la de la termodinámica de redes (Katchalsky), que cobran difusión en la década de los setenta; la fase de la termodinámica de los fenómenos irreversibles (Progogine y la escuela de Bruselas), igualmente fechable en los setenta por lo que su impacto se refiere; y finalmente, la que comienza en la década de los ochenta conocida con el nombre de neoconexionismo porque en múltiples aspectos retoma los trabajos y reflexiones de Mc Culloch y Pitts en la construcción de redes y que son propios de la primera fase, la denominada como cibernética clásica.”[xii]
El profesor Juan de Dios Ruano Gómez aborda el estudio de la auto-organización en su obra Auto-organización: entre el orden y el caos desde dos puntos centrales de vista, a saber, desde las ciencias de la materia por un lado y por otro desde las ciencias de lo vivo. Posteriormente aplica el concepto de auto-organización al sistema social cuando se enfrenta a cuestiones de pánico colectivo.
La termodinámica clásica se fundamenta en el primer principio de la termodinámica que afirma que la energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. La termodinámica así entendida era una ciencia del equilibrio, una ciencia que defendía que todos los sistemas tendían hacia un equilibrio. El segundo principio afirma que “un sistema aislado evoluciona espontáneamente hacia un estado de equilibrio que corresponde a la entropía máxima, es decir, al mayor desorden.”[xiii] Este importantísimo descubrimiento nos lleva, como dicen Progogine y Stengers, al concepto de entropía y de paso a “distinguir tres amplios campos de la termodinámica, cuyo estudio corresponde a los tres estados sucesivos en su desarrollo. La producción de entropía, los flujos y las fuerzas son todos nulos en el equilibrio; en la región cercana al equilibrio, en donde las fuerzas son débiles, el flujo lineal de la fuerza, […]. El tercer campo de estudio se denomina región “no-lineal”, porque en ella el flujo es una función más complicada de la fuerza.”[xiv].
La termodinámica de los procesos irreversibles, la que se encarga de “los flujos que atraviesan ciertos sistemas físico-químicos y los alejan del equilibrio pueden alimentar fenómenos de auto-organización espontánea, rupturas de simetría, evoluciones hacia una complejidad y una diversidad crecientes.”[xv] Un orden a través del desorden, una auto-organización desde un caos inicial que se produce de manera imprevista, pero que puede ser predicha, “Unas estructuras encargadas de disipar energía, es decir, de hacer evolucionar al sistema hacia el máximo desorden y que, paradójicamente, en ese objetivo, en el cumplimiento de su finalidad entrópica, hacen que el conjunto del sistema muestre una coherencia global hasta entonces nunca vista.”[xvi]
Otra teoría de gran significado dentro del paradigma de lo complejo es la teoría de rizomas. Tradicionalmente se ha considerado que conceptos de estructura y sistemas centralizados servían perfectamente para explicar la realidad, sin embargo, a esta visión se opone el concepto de rizoma, “[…] a estos sistemas centrados, se oponen sistemas acentrados, redes de autómatas finitos en los que la comunicación se produce entre dos vecinos cualesquiera, en los que los tallos o canales no preexisten, en los que los individuos son todos intercambiables definiéndose únicamente por un estado en un momento determinado, de tal manera que las operaciones locales se coordinan y que el resultado final global se sincroniza independientemente de una instancia central.”[xvii]
El rizoma participa de una serie de principios:
a) Principio de conexión y heterogeneidad: lo diverso está conectado entre si.
b) Multiplicidad: “el rizoma no tiene sujeto ni objeto, sino únicamente determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que cambie la naturaliza, no tiene estructura, no hay puntos sino líneas, por eso no se deja codificar.”[xviii]
c) Ruptura asignificante: “Los rizomas están integrados por líneas de segmentariedad y de desterritorialización. Según las primeras el rizoma está estratificado, territorializado, organizado, pero en cualquier momento surgen intespectivamente de las líneas segmentarias líneas de fuga que produce una ruptura y lo desterritorializa, en un movimiento dialéctico y permanente, recomenzando siempre en cualquiera de sus líneas.”[xix]
d) Cartografía y calcomanía: “Los rizomas no siguen un eje genético estructurado reproducible infinitamente a partir de una estructura que codifica, o calcos, sino que constituye un mapa con múltiples entradas, “abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones”, constituyendo esta una de las características más importante de los rizomas.”[xx]

Vemos que el rizoma es algo que sabemos que está pero que no está físicamente, es aquello que nos relaciona a todos pero sin tener que estar presentes en persona en ese contacto. Mientras que el concepto de estructura se nos impone desde arriba, es decir, nos aglutina obligatoriamente a algo a partir de unas características determinadas, nos asimila y hace desvanecer nuestra esencia personal, el rizoma nos une a lo global sin desdibujar nuestro ser personal, nos enlaza por nuestra forma de ser, nuestras acciones, sin perder ni un momento de vista lo individual.
Una vez, eso espero, que tenemos más claro lo que significa la teoría de lo complejo y algunos de los conceptos y cambios que ha introducido este paradigma en la ciencia, pasaré a hablar del liberalismo.

[i] Juan Manuel Iranzo Amatriaín y José Rubén Blanco Merlo (1999): Sociología del conocimiento científico. CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y Universidad Pública de Navarra. Madrid. Pág. 41.

[ii] Juan Manuel Iranzo Amatriaín y José Rubén Blanco Merlo (1999): Sociología del conocimiento científico. CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y Universidad Pública de Navarra. Madrid. Págs. 41-42.

[iii] Manuel Cruz (2002): Filosofía contemporánea. Taurus Pensamiento de Editorial Santillana S.A, Madrid.

[iv] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. A Coruña. Pág. 22. Cursivas de Ilya Progogine y Isabelle Stengers (1990): Entre el tiempo y la eternidad. Alianza Editorial. Madrid citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña.

[v] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 23.

[vi] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pags. 42-43.

[vii] Georges Charpak y Roland Omnès (2004): Sed sabios, convertíos en profetas. Editorial Anagrama. Barcelona. Pág. 68.

[viii] Antonio Escotado (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid. Pág. 70.

[ix] Antonio Escotado (1999): Caos y Orden. Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid. Pág. 70

[x] Georges Charpak y Roland Omnès (2004): Sed sabios, convertíos en profetas. Editorial Anagrama. Barcelona. Pág. 111.

[xi] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 5.

[xii] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 5.

[xiii] Ilya Prigogine (1988): ¿Tan sólo una ilusión?. Una exploración del caos al orden. Tusquest. Barcelona citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág.33.

[xiv] Ilya Progogine y Isabelle Stengers (1990): La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia. Editorial Alianza. Madrid citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 33 nota a pie de página número 24

[xv] Ilya Progogine y Isabelle Stengers (1990): La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia. Editorial Alianza. Madrid citado en Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 39.

[xvi] Juan de Dios Ruano Gómez (1996): Auto-organización: entre el orden y el caos. Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña. Pág. 39.

[xvii] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. págs. 16-17.

[xviii] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. Pág.17

[xix] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. Pág. 18.

[xx] Raiza Andrade et. al.: El paradigma de lo complejo publicado en Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, número 14, septiembre del 2002. Pág.18.

20 de septiembre de 2006

El principio de precaución

Cayó en mis manos de forma fortuita un libro maravillosamente maquetado y diseñado, que aparte de su atractivo estético, reúne otros valores quizás más importantes para decidirse por su compra y lectura. Comenzaré por los personales y los más subjetivos, evitando así que las críticas de favoritismo que pueda mostrar por la recomendación ya las realice yo, dejando aquellos que quieran rebatir algo, la obligación de leerse el libro y dedicar nuestro tiempo de debate a cosas más provechosas. Como decía, existe una clara excusa personal para recomendar este libro, y es que está editado y coordinado por el profesor de la Facultad de Sociología de la Universidad de la Coruña, Juan de Dios Ruano Gómez, ex-docente mío y un verdadero maestro en el sentido clásico de la palabra. Sin embargo, su presencia también tiene una valoración mucho más objetiva, y es reflejo de que su nombre en una publicación es la seguridad de que lo que nos vamos a encontrar no nos dejará indiferentes, para bien o para mal, y que además, nos hallaremos ante uno de los pocos teóricos sociales en Galicia interesado por un tema apasionante como es la teoría de catástrofes y la sociedad del riesgo.
La obra recoge una serie de artículos en torno a un tema común, la catástrofe del Prestige, y un interés determinado que deja muy claro el título de la misma: “Riesgos colectivos y situaciones de crisis: el desafío de la incertidumbre”.
Para este artículo he escogido el capítulo primero, titulado “El principio de precaución” del profesor César Cierco Seira, investigador “Ramón y Cajal” del Ministerio de Educación y Ciencia y docente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lleida. ¿Por qué este capítulo y este tema en concreto? Veámoslo.
Hace unos días atrás Pato me pidió que enlazase un blog de un amigo suyo, Reflex, y así lo hice. Y como no, también leí lo que en dicha bitácora virtual me encontré. Allí el autor hablaba sobre la necesidad de la creación de una institución pública en su país para gestionar el medio ambiente, una especie de Ministerio de Medio Ambiente como tenemos en España. El siguiente artículo y que ahora mismo es el último publicado, tiene como tema la necesidad de una integración entre las dos dimensiones del ser humano: su parte natural y su parte social; intentado desterrar tanto la visión naturalista como antropocéntrica de las ciencias naturales y sociales. Llevaba también implícito, o así creo haberlo entendido yo, como podemos hacer posible esta nueva visión de la dimensión humana en su relación entre el medio ambiente y el sistema económico actual. En esta pregunta es donde el artículo del profesor César Cierco Seira me ha mostrado una posible solución.
El principio de precaución podemos definirlo como una forma de actuar para intentar prevenir resultados no deseados, es decir, una nueva forma de gestión ante los futuros riesgos y las posibles crisis. Nace como consecuencia “de un nuevo sentir colectivo ligado a la voluntad de anticipar la acción del Estado a la concreción de nuevos riesgos o amenazas que ponen en jaque la salud o el medio ambiente…”[1]. Como bien señala el autor, sus orígenes tienen un claro poso en la defensa del medio ambiente, ya que sus referencias se remontan a la Carta Mundial de la Naturaleza, y mucho más claramente, en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.
Dicho principio supone que existen una serie de bienes colectivos como el medio ambiente o la salud pública, que deben ser amparados jurídicamente y protegidos de los posibles males que puedan serles causados, evitando así la posibilidad de un mal mayor o riesgo colectivo serio como fueron la SARS (neumonía asiática) o la llamada crisis de las vacas locas en Europa. Permite por lo tanto, la toma de medidas de anticipación y gestión previas al estallido de una crisis o una catástrofe, a pesar de que en el presente, la mera idea de esas situaciones esté llena de incertidumbre e incluso una explicación científica de la misma sea complicada. “El principio de precaución permite adoptar medidas contundentes, en ocasiones drásticas (piénsese así en el cierre de establecimientos, el sacrificio de animales, sin descartar la compulsión sobre las personas a través de la puesta en cuarentena, el internamiento forzoso, etc.); y no sólo eso, permite hacerlo de manera anticipada, antes de que los eventuales efectos dañinos lleguen a concretarse, con todas las ventajas que porta de suyo la intervención ex ante.”[2]
Evidentemente, como se habrán dado cuenta los lectores más avispados, esto supone también, al igual que señala el autor, un arma de doble filo, pues puede ser usado de forma maliciosa para medidas proteccionistas del libre comercio o la reducción de libertades personales e individuales.
Nos hallamos por tanto ante una serie de dudas y preguntas como quién debe ser en responsable de su aplicación, cuando debe ser aplicado, etc. Líbreme la presuntuosidad intelectual de tener una respuesta clara a estas preguntas, la cual prefiero dejar para los expertos jurídicos y políticos. Sin embargo, si tengo una serie de ideas al respecto, que no son más que meras opiniones al respecto.
La responsabilidad y la legitimidad de acción deberían caer en un organismo público totalmente independiente del gobierno de turno. Se debe evitar en todo momento que las decisiones de dicho organismo, con peligrosas consecuencias si no se aplican correctamente, dependan directamente del color político del Gobierno, de las influencias políticas y del juego por el poder que caracteriza la contienda electoral. ¿Se puede lograr? Quizás no totalmente, pero se debe poner todo el empeño en conseguirlo. Su funcionamiento por otra parte, debería poder contar con las opiniones tanto del lado científico del problema a prevenir como de los posibles afectados y perjudicados por las medidas que se adopten al respecto.
A la hora de su aplicación debe imponerse la razonabilidad, que César Cierco Seira describe como:
a) ante todo medidas pertinentes
b) no discriminatorias
c) coherentes
d) eficientes
e) proporcionales al problema a evitar
f) principio in dubio pro libertatis, es decir, entre medidas iguales de eficientes, elegir aquellas que supongan la menor injerencia o restricción de las libertades individuales.
g) provisionalidad
h) compensación justa.

La posible fricción entre posiciones liberales y este principio de precaución serán objeto de análisis en posteriores artículos, pero de momento, creo que este principio supone una posible respuesta, por lo menos en apariencia, a la pregunta lanzada desde el blog Reflex.

[1] César Cierco Seira: “El principio de precaución” en Juan de Dios Ruano Gómez (ed.): Riesgos Colectivos y situaciones de crisis: el desafío de las incertidumbres”. Servicio de Publicaciones de la Universidad da Coruña. A Coruña. Monografía 108. pág. 17.
[2] Ibid. Pág. 19.

10 de septiembre de 2006

Más técnicos, menos sociólogos

Mi afán polémico adquiere cada día aspectos desconocidos e incluso sorprendentes, pero qué seria de la vida sin un poco de salsa picante. Es así que leyendo “Cuentos Chinos. El engaño de Washington y la mentira populista en América Latina” de Andrés Oppenheimer, me encontré con una pequeña perla que me hizo brillar los ojitos y esbozar una maliciosa sonrisa, cómo dejar pasar un texto con tan sugerente título “MÁS TÉCNICOS, MENOS SOCIÓLOGOS”. De esta forma, aún con el riesgo de exponerme a una demanda por derechos de propiedad intelectual, expongo completo el texto anteriormente citado para que ustedes saquen sus propias conclusiones, yo por mi parte puedo decir que me ha parecido delicioso. Que lo disfruten.

MÁS TÉCNICOS, MENOS SOCIÓLOGOS
¿Qué fue, entonces, lo que hizo progresar tanto a Irlanda en tan poco tiempo? ( el autor repasa el milagro del desarrollo irlandés, intentando buscar sus causas y ver si es posible una extrapolación para copiar dicho modelo a Latinoamérica) Además del Acuerdo Social, Irlanda eliminó las trabas que obstaculizaban el establecimiento de empresas, convirtiendo al país en uno de los más amigables para las inversiones extranjeras. Hoy día, para abrir una empresa en Irlanda hacen falta sólo tres procedimientos legales que se realizan en un promedio de doce días, según las tablas del Banco Mundial. Comparada con México, donde se requieren siete trámites legales y cincuenta y un día, o Argentina donde hacen falta quince trámites burocráticos y sesenta y ocho días, Irlanda es el paraíso para las inversiones extranjeras.
Otros factores clave de las políticas de Irlanda para atraer las inversiones extranjeras fueron el apoyo estatal a la investigación universitaria de productos con posibilidades comerciales y los lazos tendidos por el gobierno a la diáspora irlandesa –sobre todo en Estados Unidos – para atraer empresas al país. Tras desregular la industria de las telecomunicaciones, que hizo bajar enormemente el coste de las llamadas telefónicas internacionales y las conexiones por Internet, y recortar los impuestos corporativos, Irlanda se propuso como política de Estado atraer a las principales empresas de informática del mundo. Y para poder abastecerlas con mano de obra cualificada, los sucesivos gobiernos invirtieron fuertes sumas en las décadas de 1980 y 1990 para estimular las carreras universitarias de ciencia y tecnología, creando dos nuevas universidades y dándoles más dinero a las existentes.
Antes de su entrada en la UE, Irlanda al igual que los países latinoamericanos de hoy, tenía un enorme porcentaje de sus estudiantes en carreras vinculadas a las ciencias sociales. Pero el país resolvió que necesitaba más científicos y técnicos, y menos sociólogos. En la década de 1990 el número de estudiantes que siguen carreras de ciencias y tecnología aumentó en más del ciento por ciento. Los estudiantes de informática, por ejemplo, aumentaron de 500 en el año 1990 a 2.000 en 2003, según cifras oficiales.
“Desde la década de 1970, cuando entramos en la Unión Europea, hemos tenido una política de estado deliberada en el sentido de destinar más recursos a las escuelas de ingeniería y las ciencias – me señaló Dan Flinter, el presidente de Enterprise Ireland, una especie de Ministerio de Planificación del gobierno irlandés –. Lo hicimos mediante la creación de dos nuevas universidades, específicamente destinadas a estas carreras.”
Desde la escuela primaria, los maestros irlandeses –siguiendo las orientaciones del Ministerio de Educación – incentivan al estudio de las carreras técnicas utilizando cualquier excusa, me comentaron varios padres de niños en edad escolar. Por ejemplo, una tarea típica para los estudiantes es analizar un concierto de rock de U2 desde decenas de aspectos técnicos: desde la fabricación del podio donde tocan los músicos, hasta la acústica del local, pasando por los detalles comerciales administrativos del evento. Otra tarea se centra en el estudio del club de fútbol favorito de cada estudiante, incluyendo la construcción de un estadio, su contabilidad y administración.
El énfasis nacional sobre la educación en los últimos años produjo un impacto cultural enorme, al punto de que los principales periódicos del país dedican varias páginas al día a noticias educativas, como debates de expertos en torno de los rankings de las mejores escuelas del país, o críticas de escuelas primarias, secundarias o universidades hechas de forma parecida a las críticas musicales o artísticas.
El gobierno apoyaba fuertemente las investigaciones científicas y técnicas que tuvieran posibilidades comerciales. Según Flinter, el encargado de la agencia de planificación económica irlandesa, una de las principales responsabilidades de su agencia era identificar proyectos de investigación promisorios en las universidades y aportarles fondos para que pudieran concretarse. Como promedio, Enterprise Ireland invierte fondos estatales en unos setenta proyectos en distintas universidades para el desarrollo de productos con posibilidades comerciales, me explicó. Por ejemplo, en ese momento, la agencia acabada de constituir un fondo de inversión con empresas privadas para el desarrollo de un proyectos de informática con aplicaciones para teléfonos celulares. “¿Qué significa eso?”, pregunté. “Significa que, junto otros socios, hemos dado un millón de euros a un equipo de investigadores del Trinity Collage para que desarrolle una aplicación concreta de un programa par que pueda ser usado para juegos en teléfonos celulares – respondió Flinter –. Le damos al equipo de investigadores de seis a nueve meses para que desarrolle la aplicación, luego hacemos las pruebas y después salimos a ofrecer el producto a las empresas de telefonía celular.”
A medida que aumentaba el número de proyectos y varios de ellos resultaban en éxitos comerciales, Enterprise Ireland vendía sus acciones en las empresas y, con suerte, recuperaba con creces su inversión original. En un buen año, la agencia de planificación irlandesa recaudaba cien millones de dólares de la venta de acciones en las empresas embrionarias que participaba. Eso representaba un tercio del presupuesto total de la agencia estatal, que cuenta con novecientos empleados públicos y 34 oficinas comerciales en todo el mundo para la promoción de las exportaciones irlandesas.
[…]

Ahora les toca a ustedes decir que piensan al respecto.

8 de septiembre de 2006

J.F. Lyotard y la postmodernidad:una visión demasiado catastrofista

Jean-François Lyotar es un filósofo y sociólogo francés reconocido a nivel mundial por ser uno de los fundadores de lo que se ha denominado postmodernidad. Una definición de postmodernidad resulta muy difícil, pues se trata de un concepto donde tienen cabida multitud de movimientos, ideologías, opiniones, etc. pero si algo lo caracteriza todo es su crítica a la Modernidad que le precedía. Así que, a riesgo de caer en un simplismo ofensivo para el lector experto, podemos afirmar que la postmodernidad es la crítica a los postulados de la Modernidad del siglo XIX.
¿Qué es lo que se le critica? Pues que todas las promesas y sueños que los ideales modernos auguraban no se cumplieron durante el siglo XX, pero lo que es más, las ideas centrales de verdad, conocimiento científico, razón, universalismo, etc. no pueden seguir siendo usados como legitimadores del devenir social. Lyotard en su libro “La condición postmoderna”, en un discurso con claras referencias a Emile Durkheim, nos dice que en toda sociedad existe un centro legitimador, que se conoce como metarrelatos, que cohesionan y articulan el todo social. Así, en las sociedades premodernas el metarrelato era de origen mítico y religioso, en la modernidad ocupan su lugar los metarrelatos basados en la Razón Ilustrada. ¿Y cuales son esos metarrelatos de la Modernidad?, pues el principio de emancipación de la ignorancia y la servidumbre por medio del conocimiento y la igualdad; el principio de emancipación de la pobreza por el desarrollo técnico y económico del sistema capitalista; y por último, el principio de emancipación de la explotación gracias al discurso marxista. En la postmodernidad estos metarrelatos se han mostrado falsos y ya no tienen capacidad legitimadora. Esa es la principal característica de la postmodernidad.
Lyotard nos dice que todo se debe a que la verdad, el conocimiento, ha pasado por una transformación radical y totalmente destructiva. La TEORÍA, es decir, el conocimiento meramente especulativo, metafísico, el pensar por el pensar ha desaparecido por un tecnicismo radical que nos ha llevado del “sapera audare” al “¿para qué sirve esto?”. Como muy bien indica Manuel Cruz: “Aquellas viejas narraciones, entre autocomplacientes y consoladoras, que integraban la instancia gnoseológicas y la moral en una global historia de la evolución del Espíritu (o de la Humanidad) han dejado paso a la cruda constatación del carácter de fuerza productiva central que ha adquirido la ciencia en las sociedades industriales avanzadas, a la evidencia incontestable de que el conocimiento tiende a ser traducido en cantidades de información, las cuales a su vez, circulan en el mercado como una mercancía más que se compra y se vende. […] Ha roto su vinculación con determinados ideales para abandonarse al sistema productivo: ha sumido de esta forma sus criterios de rentabilidad y eficacia.” En otras palabras, Lyotard habla de una victoria de la tecnociencia capitalista: “No es la ausencia de progreso, sino, por el contrario, el desarrollo tecnocientífico, artístico, económico y político lo que ha hecho posible el estallido de las guerras totales, los totalitarismos, la brecha creciente entre la riqueza del norte y la pobreza del sur, la desculturización general con la crisis de la Escuela, es decir, de la transmisión del saber…”.
Y como las bases centrales de la Modernidad se han mostrado falsas y han perdido capacidad legitimadora, el discurso que sigue a la Postmodernidad es el relativismo extremo. La idea de Occidente de la Ilustración es falsa y no sirve, entendiendo por esto que la ciencia, la política, la sociedad, el pensamiento, el sistema económico, etc. occidental no es válido ni aceptable. Se impone el relativismo extremo. Y es así como se produce lo que yo llamo “la gran confusión”. Explicaré a qué me refiero con esa expresión más adelante, ahora me centraré en criticar la visión que ofrece Lyotard.
El pensador francés nos ofrece en resumidas cuentas la siguiente idea: la Ilustración se ha vendido a su propio cáncer, que no es otro que el sistema de producción capitalista. Así, el conocimiento se ha transformado en comunicación, más en concreto en información, y toda información debe ser útil por su aplicaciones no por su valor intrínseco. Se trata, por lo tanto, de un discurso marxista escondido propio de un marxista defraudado por el propio marxismo. Pero cuidado, las palabras de Lyotard no pierden valor por tener una esencia marxista, sino por aplicar de manera estupenda los postulados de la postmodernidad que defiende.
Cuando Lyotard defiende la Teoría por encima de la praxis, el conocimiento como una metafísica superior de la praxis, cae en el riesgo que supone la mera especulación. Cómo sino explicar la gran mentira que supone decir lo expresado en la cita anterior, afirmando que los problemas del mundo actual son el resultado de la victoria de la tecnociencia. Cómo puede uno afirmar lo afirmado y quedarse tan tranquilo, tan relajado sin aportar pruebas, sin quedarse en la mera retórica. Fácil. El hacerlo supone para Lyotard su propio fin.
Las afirmaciones anteriores no se sustentan bajo la evidencia empírica, porque las guerras totales son algo del presente y del pasado. Acaso, como definiríamos sino los enfrentamientos entre Alejandro Magno y el Imperio Persa, o el Imperio Romano contra Cartago; todo el mundo “conocido” de aquel entonces se encontraba en guerra, se trataban de guerras totales como lo han sido las dos guerras mundiales que asolaron el siglo XX. Algo más difícil es lo referente a la brecha entre la riqueza del norte y la pobreza del sur. El problema que plantea aquí Lyotard padece de simplismo, y así lo haré ver en un artículo que publicaré más adelante sobre un texto de Xavier Sala i Martín al respecto sobre los mitos que existen en torno al tema de la manida brecha entre ricos y pobres. También es un mito la desculturización de la Escuela. Este discurso se lleva oyendo desde que existe la institución. Todas las generaciones anteriores afirman que los contenidos que se imparten en las instituciones educativas son peores que los recibidos por ellos. Que las generaciones futuras no leen a los clásicos, no aprenden latín ni griego, que desconocen la historia antigua y tienen mera idea superficial de la historia posterior, etc. Es decir, las generaciones jóvenes no tienen conocimientos verdaderos ni válidos, desconocen el verdadero conocimiento, que por supuesto, si poseen las generaciones mayores. Pero, entonces cómo es posible la física cuántica, la genética, la bioquímica, la nanotecnología, la informática, etc.
El discurso de Lyotard es un discurso victimista por un lado y peligroso por otro. Victimista porque creo que se trata del pensamiento de un hombre incapaz de comprender el mundo que le rodea, que se encuentra perdido y confuso, que ha sido incapaz de adaptarse o que no ha querido hacerlo, a las exigencias que la actualidad y el futuro nos exigen. Parece la pataleta de un niño que no entiende porque su mundo, el mundo imaginado o deseado por él no se cumple o no se ha cumplido, y ante los problemas de observa, al no disponer de las herramientas necesarias para su análisis, que le impiden una comprensión mejor de ellos, opta por el discurso ideológico y meramente filosófico, que no carente de valor, si debe ser tratado como de lo que realmente se trata: simple discurso metafísico, pero no científico. Peligroso, porque de ese discurso se desprenden ideas como el multiculturalismo, el relativismo radical, el criticismo al quehacer científico, etc.
Aunque la idea central del multiculturalismo pueda ser válida, no debemos olvidar como bien defiende Giovanni Sartori no todas las culturas son válidas, ni todas las prácticas culturales deben ser aceptadas. ¿Podemos permitir la sharia en occidente, o la mutilación del clítoris, etc.? ¿Deben aprender los niños indiferentemente de su credo la teoría de la evolución?. Esas preguntas nunca deben ser contestadas desde el multiculturalismo.
El relativismo pueden hacernos pensar que valores capitales como la libertad y la igualdad, por ejemplo, no son aceptables, que pueden ser discutidos y rebatidos, que no son conceptos universales, pero incluso, podemos llevar ese discurso sobre la vida y la muerte, etc.
El criticismo científico ya lo he tratado hace dos post en este mismo blog, pero diré que cuidado con los demagogos, los charlatanes, los discursistas del mensaje vacío. La ciencia no es la verdad absoluta, desde luego, pero es el camino que más se le acerca. Es por todo esto que el postmodernismo es una visión vacía y alejada de la realidad. Se trata de un pensamiento que todo lo critica pero que es incapaz de demostrar y ofrecer nada, porque su propia esencia es nada. Si no hay nada absoluto, si no hay posibilidad ya de ciencia, de conocimiento, si la praxis ha acabado con nosotros y la teoría se queda en mera especulación, el postmodernismo sólo ofrece lo que ofrece la religión: espíritu. Cómo vamos a pedir a un discurso meramente metafísico resultados, caminos, soluciones prácticas, eso sería como pedir peras a un olmo.

30 de agosto de 2006

Lo complejo no es sinónimo de relatividad

Mi buen amigo Pato ha tenido la amabilidad de recomendarme una lectura sencillamente deliciosa e interesantísima: El paradigma de lo complejo, publicado Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, el artículo está escrito por Raiza Andrade et. al.
Principalmente el artículo sirve como una estupenda guía de orientación para todo aquel investigador que de golpe se ve asediado por conceptos y teorías de lo que se ha llamado Teoría de la Complejidad. Así si uno se pierde y no logra entender por qué todo el mundo habla de caos, orden, atractores extraños, sistemas abiertos y cerrados, autopoiesis, auto-organización, ruido, comunicación, resonancia, redundancia, ruido, incertidumbre, probabilidades y todo un etc. de nuevas propuestas epistemológicas, metodológicas y teorías variopintas no opte por el suicido intelectual, o lo que sería peor, el suicidio físico.
Indudablemente del valor pedagógico y educativo del artículo o del común acuerdo o no con el que uno acepte la revolución del paradigma de lo complejo, una duda me atenazó cuando terminé su lectura: ¿no estaremos confundiendo un cambio de paradigma científico con una destrucción de la ciencia, en los más puros términos postmodernistas, llegando incluso al relativismo más exacerbado?.
Las teorías de lo complejo suponen una nueva forma de hacer ciencia, de lograr conocimiento científico, pero ello no desacredita o no debería desacreditar lo que se está abandonando, en este caso, la física newtoniana o física clásica. Las fórmulas de la gravedad de Newton siguen magníficamente explicando la caída de los cuerpos, aunque si bien es cierto, se ven incapaces de revelar lo que ocurre a nivel subatómico o con cuerpos muy grandes como los astros. Se hace necesario así que para poder explicar el comportamiento de los quarks nazca una nueva teoría como es la física cuántica y que para explicar el espacio-tiempo, Albert Einstein hable de física de la relatividad. Sin embargo esos descubrimientos no desacreditan a Newton, sino prueben a tirarse de un cuarto piso y cuando lleguen al suelo verán que el viejo físico inglés tenía razón el maldito.
Lo que parece que cambia es la forma de hacer ciencia, estamos entonces en una revolución metodológica y epistemológica que nos obliga a replantearnos los conceptos de ciencia y verdad o conocimiento científico, incluso a demostrar si la igualdad aceptada de conocimiento científico igual a verdad. Se produce así un desmoronamiento total de los principios del empirismo y el positivismo, que por lo visto puede llevarnos a un terreno mucho más peligroso: el relativismo. No hay verdad, todo es relativo. Y si bien es cierto que no hay cosas blancas ni negras, que todo es cuestión de matices de grises, no todo camino ni todo pensamiento relativo es ciencia. Entonces surgen las grandes preguntas: ¿qué es ciencia? ¿qué es conocimiento científico? ¿cómo podemos llegar a ese conocimiento si existe?.
No esperen de mi que de unas respuestas claras y contundentes a estas preguntas, pues ni tengo las capacidad necesarias ni los conocimientos mínimos para hacerlo. Pero si me gustaría hacer de Pepito Grillo ante las voces que están surgiendo en respuesta a esas preguntas y a la valoración que se hace de la ciencia y el conocimiento científico.
He leído ya en multitud de lugares que “la ciencia ha muerto, viva la ciencia”, en claro sentido a que hemos enterado un tipo de ciencia y ha surgido otro tipo de ciencia. Aceptable hasta ahora, pero cuidado, ¿qué tipo de ciencia está naciendo?, o lo que es peor, ¿qué tipo de ciencia piensan algunos que está naciendo?. Muchos pensadores y filósofos han llegado al punto de decir que para llegar al conocimiento científico ya no es necesario la experimentación ni la demostración. Este resurgir de lo teórico, de idealismo al más puro estilo de Hegel es peligroso, pues se olvida que aunque una teoría pueda aceptarse sin experimentación y demostración, puede quedarse en mera teoría metafísica y no suponer conocimiento científico. Bajo este supuesto, si yo pienso que el mundo ha sido creado por Dios, la teoría creacionista, no tengo que demostrar ni experimentar nada para validar dicho conocimiento, y por tanto puedo otorgarle el rango de científico y por tanto, que sea aceptada por verdad. Un acto de fe se convierte en condición necesaria. Esto es algo que la ciencia jamás podrá aceptar.
Cuando leemos que rompemos con los esquemas tradicionales de la ciencia, no debemos entender que debemos obviar la demostración y la experimentación. Y quiero dejar claro que es necesario tanto la demostración como la experimentación. Puedo tener una teoría que permita la demostración, como la existencia de Dios de San Agustín o la demostración matemática, pero no puedo decir si ese fenómeno es cierto o no hasta que lo experimente.
Sé que ahora mismo más de uno me estará acusando de positivista radical y empirista burdo, pero no maten al ladrón hasta juzgarlo primero más a fondo. La probabilidad de que ocurra un fenómeno también es experimentación. Puedo determinar que la probabilidad de que un fenómeno ocurra sea de x %. Esto supone dos cosas importantes a la hora de concebir la nueva ciencia: a) la exactitud deja de existir como lo entendían los postulado de la ciencia clásica ; b) el conocimiento científico existe, pero sus resultados son probabilidades.
Yo puedo ofrecer una probabilidad sobre un fenómeno, utilizando diversas herramientas a mi alcance, y eso es lo que me diferencia del teórico puro, del idealista, del metafísico, del conocimiento dogmático o condicionado por la fe. No puedo demostrar las probabilidades de la existencia de Dios, pero si de donde estará una partícula, de una magnitud económica, de cuanto aumentará la natalidad, del número de pobres, del grado de cohesión de un grupo, etc.
Hemos pasado de un estado binario de 0 y 1 a un estado donde existen los intermedios, pero ello no implica que todo sea relativo. La ciencia sigue siendo el único camino válido para el conocimiento científico, aunque sea en términos de probabilidad y no por ello esto debe suponer el fin de ella; al fin y al cabo, lo que pasa es que por primera ciencias como la física, la química, la biología deben enfrentarse a algo que los científicos sociales llevan haciendo toda su historia: la probabilidad, el azar. Pero el azar no es relativo, no es postmodernismo, es simplemente otra forma de encontrar el camino con otros mapas.