16 de marzo de 2012

De la Teoría Monetaria Moderna o la paja mental de algunos economistas.

Envueltos como estamos en un periodo donde los Estados han gastado más de lo que deberían y ahora empezamos a pagarlo todos, están surgiendo nuevas posiciones teóricas que defienden el gasto público y los déficits como herramientas necesarias para el crecimiento económico. En definitiva, se trata de los de siempre pero con otros disfraces y aunque se lleven mal con sus primos keynesianos, neo-keynesianos o post-keynesianos no pueden ocultar los rasgos familiares. Y uno de estos primos recién llegados son los que se han dado en llamar Teoría Monetaria Moderna.

Su origen pueden retrotraerse hasta el economista alemán G.F. Knapp,  las aportaciones de Alfred Mitchell-Innes y sobre todo, las ideas de un sistema financiero fiduciario con pleno empleo y baja inflación de Abba P. Lerner. Hoy en día su "resurgimiento" se debe principalmente a James K. Galbraith, Lord Robert Skidelsky, Randall Stephanie Kelton y Bil Mitchel entre otros. Su desarrollo teórico se ha centralizado sobre todo en las universidades de Texas, Missouri, el Bard College de Nueva York y el Instituto Roosvelt; pero realmente su difusión entre el público mayoritario se ha producido gracias al mundo blogger con páginas como The Daily Beast, New Deal 2.0, Naked Capitalism y Firedoglake.

La Teoría Monetaria Moderna (TMM en adelante), intenta anlizar las economías modernas con una modena nacional de caracter fiduciario establecido y creado por el Estado. El dinero entra en circulación a través del gasto público y los impuestos son empleados, en vez de para sostener dicho gasto, para dar valor vía coacción para establecer como instrumento de pago la propia moneda creada, ya que no podrán pagarse en otra divisa que no sea la nacional. Ya que los gobiernos pueden emitir su propia moneda, sostienen que el nivel de impuestos en relación con el gasto público son un claro instrumento de política económica y no solamente, un medio para financiar la actividad del estado.

La estructura teórica de la TMM se construye bajo dos pilares o relaciones, una horizontal y otra vertical. La relación horizontal es la que se da entre el gobierno, el banco central y los bancos privados mientra que, la relación vertical es la que se produce entre el sistema bancario y el sector privado.

Antes de meternos de lleno en ambas relaciones, se hace necesario establecer  que se cumple la siguiente ecuación: (G-T) = (S-I) - Nx, donde G es el gasto público, T los impuestos, S el ahorro, I la inversión y Nx las exportaciones netas o sector exterior. Que el dinero es creado por el estado y que los bancos centrales ya no son independientes del mismo.

La relación vertical nos dice que el ahorro neto solo es posible si los estados crean déficit. Los bancos privados colocan sus reservas ante el banco central, si el estado gasta más de lo que ingresa por impuestos, creará moneda que colocará en el banco central y éste a su vez, hará aumentar las reservas de los bancos privados. El efecto contrario de reducción de reservas ocurre en caso de superavit.

Este mecanismo de funcionamiento puede llevarnos a pensar que provocará un efecto de crowding out, pero no es así según los teóricos de la TMM, lo único que hace es presionar a la baja el tipo de interés del mercado interbancario, ya que influye en las reservas obligatorias que toda entidad debe depositar en el banco central.

La relación horizontal argumenta que frente a la teoría aceptada del efecto multiplicador del dinero, por el cual son los bancos privados debido a la reserva fracionada los que crean dinero, no son dichas entidades lo que lo hacen, sino el estado debido a la generación de déficit. Las posiciones de reserva son irrelevantes, según esta teoría, ya que lo único que impide a un banco privado prestar más son consideraciones internas de solvencia y rentabilidad.

Lo que subyace detrás de la teoría de la TMM es que el gasto público tiene un efecto positivo en la economía ya que aumenta las reservas monetarias de los bancos privados. Ello permite un aumento del ahorro neto y por tanto de la inversión, lo que conlleva un crecimiento de la economía. Para controlar la inflación que el proceso pudiese ocasionar, se aumentarían los impuestos que son el mecanismo del gobierno para controlar el consumo y por ende, los precios. El objetivo por tanto de pleno empleo es posible si el estado aumenta su déficit hasta conseguir que el ahorro neto y la inversión propicién la suficiente expasión de la economía que permita contratar a los empleados desocupados.

LA TMM no deja ser por tanto, una evolución monetaria de la teoría keynesiana del gasto público. Mientras que los keynesianos defienden que la única política económica válidad para el crecimiento económico es la política fiscal de aumento de la demanda agregada via gasto público y financiación de los déficits via aumento de impuestos. Los defensores de la TMM dicen que los impuestos no financian la actividad pública sino que permiten controlar la inflación y la única forma de crecer económicamente, es mediante una política monetaria expansiva favorecida por el gasto público. Como para ello, el estado debe poder crear dinero sin restricciones, se suprime la independencia del banco central que vuelve a ser parte del Estado, como lo eran hasta antes de la revolución monetaria de Milton Friedman.

Sin embargo, todo el edificio se sustenta en la descripción de la moneda como algo fiduciario, es decir, los agentes privados deben tener fe en el valor de su moneda. Y no solo los nacionales, sino también los agentes privados y públicos internacionales. Cualquier acontecimiento que deteriore la confianza en el valor de la divisa nacional provocaría una preferencia por otra moneda extranjera, devaluando su valor y haciendo que los agentes privados usaran la divisa internacional para su día a día y únicamente utilizarían la nacional para el pago de impuestos.

Otro de los argumentos que sustenta la teoría es que los Estados, los gobiernos, son agentes benevolentes en todo momento y que todas sus decisiones son justas y correctas. Nos encontraríamos ante un caso de Leviathan magnánimo y benevolente donde cualquier proyecto de inversión público sería por obra de magia productivo y rentable.

Considerar que la inflación se puede controlar vía impuestos disminuyendo el consumo es demasiado simplista. No considera al comercio internacional, los costes de producción, los bienes substitutivos, etc. Tampoco tiene en cuenta la relación entre la estructura empresarial instalada y sus costes con el precio de mercado.

Los efectos perversos o lo que Hayek denominó las consecuencias no deseadas de la acción. La intromisión del estado en las reservas y por tanto en el ahorro neto, inciden directamente sobre la inversión. El estado sería el único que dictaminaría cual es la etapa apropiada para invertir, es decir, llevar a cabo proyectos empresariales. Además, cualquier proyecto empresarial sin éxito, no tendría que convertirse en una pérdida económica para el emprendedor, ya que el estado podría asumir el gasto o las pérdidas generadas. No existiría el riesgo ya que cualquier proyecto, viable o no, no supondrá un problema económico para los que lo inicien, ya que el estado actuaría de salvaguarda y para el gobierno no supondría ningún inconveniente, porque via déficit que puede generar al crear toda la moneda necesaria cubriría esas pérdidas.

Además, como empresario tampoco me interesaría emprender ningún proyecto, ya que de lograr encontrar un nicho de mercado que me permitiera obtener grandes beneficios, rápidamente otros me copiarían al disponer de dinero sin problemas. Y en el caso de que nadie lo hiciese, si mis precios son muy altos, el estado los regularía vía impuestos para mantener la inflación reduciendo mis beneficios hasta el nivel que el gobierno considere oportuno.

De hecho podríamos ir más allá. Ya que el estado puede generar todo el dinero que necesite y ningún proyecto es inviable, ¿por qué no puede el estado encargarse de darnos todo lo necesario? Vivienda, educación, sanidad, alimentación, ocio, etc. En cuidadano no necesitaría dinero simplemente consumiría y sería el estado vía el banco central quien pagaría esas facturas a las empresas privadas que ofreciesen sus productos y servicios... lo que me lleva a preguntarme una cosa, ¿quién trabajaría si se lo dan todo ya hecho?...

13 de marzo de 2012

Respuesta a "Bancos a 1€, me los quitan de las manos"

Un amigo y gran profesional del sector, David Pazos, me ha permito gracias a su entrada, "Bancos a 1€, me los quitan de las manos", actualizar el blog ya que mi respuesta a su post creo merece ser publicada aquí. Y no dejen de leer las acertadas opiniones que David escribe en su blog.

Esta es mi respuesta:

Mi percepción del tema es que nos encontramos ante un cambio significativo de modelo. Un auténtico boom que está revolucionando la estructura e incluso la forma de hacer negocio bancario.

Comparto contigo que la actuación del Banco de España no está siendo todo lo profesional que debería ser y muchas de sus decisiones, por llamarlo de alguna forma, no han sido muy claras. Tengo la sensación que hay más prisa por hacer las cosas que por hacerlas bien, ¡que diferente forma de actuar frente a la anterior crisis bancaria de los ochenta!

Lo que ha quedado patente es que un modelo determinado de gestión bancaria, el representado por la alianza político-financiera de las Cajas de Ahorro, no funciona. Y la solución ha ido, por desgracia, en perpetuar ese poder político, de claro matiz autonómico o local, frente una profesionalización del sector. Es cierto que algunos valientes como el Sr. Castellanos en Nova Galcia Banco, han dado un aire nuevo, pero lamentablemente llegaron muy tarde.

Esta época de cambio estructura del sector nos lleva a marchas forzadas a una nueva forma de encarar el negocio bancario. Una estrategia focalizada en el cliente minoritario, con una clara separación entre la banca particular y el resto de banca privada, de empresa e incluso de inversión; con nuevas políticas de comercialización adaptadas de verdad a las exigencias MiFID donde el cliente sepa de una vez por todas que adquiere; el desarrollo definitivo de los nuevos canales como internet y el móvil, etc, etc.

Más que ese temor  lógico por un aumento de los costes de financiación o menor competencia. Lo que a mi verdaderamente me preocupa es si las entidades están adaptando sus estructuras organizativas y de negocio a los nuevos retos que la etapa post-crisis nos va a exigir a todos. Y por lo que puedo ver, creo que ING y Bankinter salen en muy buenas posiciones.