30 de agosto de 2006

Lo complejo no es sinónimo de relatividad

Mi buen amigo Pato ha tenido la amabilidad de recomendarme una lectura sencillamente deliciosa e interesantísima: El paradigma de lo complejo, publicado Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, el artículo está escrito por Raiza Andrade et. al.
Principalmente el artículo sirve como una estupenda guía de orientación para todo aquel investigador que de golpe se ve asediado por conceptos y teorías de lo que se ha llamado Teoría de la Complejidad. Así si uno se pierde y no logra entender por qué todo el mundo habla de caos, orden, atractores extraños, sistemas abiertos y cerrados, autopoiesis, auto-organización, ruido, comunicación, resonancia, redundancia, ruido, incertidumbre, probabilidades y todo un etc. de nuevas propuestas epistemológicas, metodológicas y teorías variopintas no opte por el suicido intelectual, o lo que sería peor, el suicidio físico.
Indudablemente del valor pedagógico y educativo del artículo o del común acuerdo o no con el que uno acepte la revolución del paradigma de lo complejo, una duda me atenazó cuando terminé su lectura: ¿no estaremos confundiendo un cambio de paradigma científico con una destrucción de la ciencia, en los más puros términos postmodernistas, llegando incluso al relativismo más exacerbado?.
Las teorías de lo complejo suponen una nueva forma de hacer ciencia, de lograr conocimiento científico, pero ello no desacredita o no debería desacreditar lo que se está abandonando, en este caso, la física newtoniana o física clásica. Las fórmulas de la gravedad de Newton siguen magníficamente explicando la caída de los cuerpos, aunque si bien es cierto, se ven incapaces de revelar lo que ocurre a nivel subatómico o con cuerpos muy grandes como los astros. Se hace necesario así que para poder explicar el comportamiento de los quarks nazca una nueva teoría como es la física cuántica y que para explicar el espacio-tiempo, Albert Einstein hable de física de la relatividad. Sin embargo esos descubrimientos no desacreditan a Newton, sino prueben a tirarse de un cuarto piso y cuando lleguen al suelo verán que el viejo físico inglés tenía razón el maldito.
Lo que parece que cambia es la forma de hacer ciencia, estamos entonces en una revolución metodológica y epistemológica que nos obliga a replantearnos los conceptos de ciencia y verdad o conocimiento científico, incluso a demostrar si la igualdad aceptada de conocimiento científico igual a verdad. Se produce así un desmoronamiento total de los principios del empirismo y el positivismo, que por lo visto puede llevarnos a un terreno mucho más peligroso: el relativismo. No hay verdad, todo es relativo. Y si bien es cierto que no hay cosas blancas ni negras, que todo es cuestión de matices de grises, no todo camino ni todo pensamiento relativo es ciencia. Entonces surgen las grandes preguntas: ¿qué es ciencia? ¿qué es conocimiento científico? ¿cómo podemos llegar a ese conocimiento si existe?.
No esperen de mi que de unas respuestas claras y contundentes a estas preguntas, pues ni tengo las capacidad necesarias ni los conocimientos mínimos para hacerlo. Pero si me gustaría hacer de Pepito Grillo ante las voces que están surgiendo en respuesta a esas preguntas y a la valoración que se hace de la ciencia y el conocimiento científico.
He leído ya en multitud de lugares que “la ciencia ha muerto, viva la ciencia”, en claro sentido a que hemos enterado un tipo de ciencia y ha surgido otro tipo de ciencia. Aceptable hasta ahora, pero cuidado, ¿qué tipo de ciencia está naciendo?, o lo que es peor, ¿qué tipo de ciencia piensan algunos que está naciendo?. Muchos pensadores y filósofos han llegado al punto de decir que para llegar al conocimiento científico ya no es necesario la experimentación ni la demostración. Este resurgir de lo teórico, de idealismo al más puro estilo de Hegel es peligroso, pues se olvida que aunque una teoría pueda aceptarse sin experimentación y demostración, puede quedarse en mera teoría metafísica y no suponer conocimiento científico. Bajo este supuesto, si yo pienso que el mundo ha sido creado por Dios, la teoría creacionista, no tengo que demostrar ni experimentar nada para validar dicho conocimiento, y por tanto puedo otorgarle el rango de científico y por tanto, que sea aceptada por verdad. Un acto de fe se convierte en condición necesaria. Esto es algo que la ciencia jamás podrá aceptar.
Cuando leemos que rompemos con los esquemas tradicionales de la ciencia, no debemos entender que debemos obviar la demostración y la experimentación. Y quiero dejar claro que es necesario tanto la demostración como la experimentación. Puedo tener una teoría que permita la demostración, como la existencia de Dios de San Agustín o la demostración matemática, pero no puedo decir si ese fenómeno es cierto o no hasta que lo experimente.
Sé que ahora mismo más de uno me estará acusando de positivista radical y empirista burdo, pero no maten al ladrón hasta juzgarlo primero más a fondo. La probabilidad de que ocurra un fenómeno también es experimentación. Puedo determinar que la probabilidad de que un fenómeno ocurra sea de x %. Esto supone dos cosas importantes a la hora de concebir la nueva ciencia: a) la exactitud deja de existir como lo entendían los postulado de la ciencia clásica ; b) el conocimiento científico existe, pero sus resultados son probabilidades.
Yo puedo ofrecer una probabilidad sobre un fenómeno, utilizando diversas herramientas a mi alcance, y eso es lo que me diferencia del teórico puro, del idealista, del metafísico, del conocimiento dogmático o condicionado por la fe. No puedo demostrar las probabilidades de la existencia de Dios, pero si de donde estará una partícula, de una magnitud económica, de cuanto aumentará la natalidad, del número de pobres, del grado de cohesión de un grupo, etc.
Hemos pasado de un estado binario de 0 y 1 a un estado donde existen los intermedios, pero ello no implica que todo sea relativo. La ciencia sigue siendo el único camino válido para el conocimiento científico, aunque sea en términos de probabilidad y no por ello esto debe suponer el fin de ella; al fin y al cabo, lo que pasa es que por primera ciencias como la física, la química, la biología deben enfrentarse a algo que los científicos sociales llevan haciendo toda su historia: la probabilidad, el azar. Pero el azar no es relativo, no es postmodernismo, es simplemente otra forma de encontrar el camino con otros mapas.

27 de agosto de 2006

Consecuencias del populismo en Bolivia

En El País, domingo 20 de Agosto de 2006, un artículo publicado por Jorge Marirrodriga titulado La nacionalización boliviana se tambalea pueden leerse cosas como:
“Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia (YPFB), la empresa estatal encargada de gestionar técnica y económicamente el proceso ha paralizado su actividad en <>. Para el Gobierno boliviano se trata de un problema de financiación que es solucionable, al menos para salir del paso, con un préstamo de 180 millones de dólares que concedería a la entidad en Banco Central boliviano, pero tanto la ley como los estatutos del organismo prohíben este tipo de crétido”.
He aquí como la gran medida propagandística del Presidente de Bolivia el Sr. Evo Morales se encuentra con la primera bocanada de realidad económica; una cosa es el populismo y otra la gestión racional y juiciosa de un recurso económico. Bajo la defensa ideológica de lo mejor para el pueblo esgrimida por el ejecutivo boliviano, nos encontramos con la realidad dura y molesta de que las medidas populistas son todo menos favorables al pueblo que se intenta favorecer. Si YPFB no encuentra pronto financiación, posiblemente el suministro a los bolivianos y a los clientes internacionales como Argentina quede cortado, y si ese coste no fuese suficiente, por encima los propios bolivianos tendrán que financiar, vía impuestos, los 180 millones de dólares que necesita la empresa estatal para seguir funcionando.
Pero la cosa continua, y en el mismo artículo podemos leer: “El pasado mayo, Morales ordenó que el BBVA y la aseguradora Zurich, administradores de los fondos de pensiones en Bolivia, traspasaran – sin indemnización de ningún tipo – a YPFB acciones valoradas en al menos 600 millones de dólares en las empresas objeto de nacionalización.” El motivo de esta decisión es doble: por un lado se consigue una representación accionarial importante por parte del Estado en cualquier sociedad que se forme con empresas extranjeras en el país, aumentando el poder del Estado para intervenir según sus intereses en el mercado. Por otro, el gobierno boliviano consigue una gran base de financiación para llevar a cabo sus ideas y proyectos, los cuáles quizás no coincidan con lo que buscan las empresas encargadas de gestionar esos fondos, financiación para proyectos rentables y devolver a sus pensionistas al cabo de un tiempo, un interés por el uso de ese dinero. En un país altamente endeudado y con necesidades de financiación tan grandes como la vista anteriormente, el ejecutivo puede verse tentado a realizar pagos sin contraprestación a los fondos de pensiones, y haciendo que el ahorro de muchos bolivianos vuele sin dejar rastro. Esperemos que por lo menos en este caso el juicio racional si funcione, pero algo me dice que no creo que sea así.
Y avanzando en la noticia encontramos más despropósitos y malas gestiones de YPFB que acaban afectando a los bolivianos: “la Superintendencia de Hidrocarburos (denunció) un contrato firmado por YPFB que presuntamente ha causado un perjuicio de 3,8 millones de dólares.” Y adivinan quién va a pagar el plato roto.
Cuando un Gobierno toma una decisión del tipo de nacionalizar los recursos energéticos, controlar su producción, gestión y distribución, debe realizar una planificación previa para ver si está capacitado para poder hacer lo que pretende. El gobierno del Sr. Evo Morales tomó una medida populista para cumplir con un programa electoral populista sin tener en cuenta las consecuencias no deseadas de su acción, la cual están pagando y pagarán tanto los bolivianos como las empresas extranjeras. Ahora que la imagen de YPFB está en duda y su capacidad para la gestión le desborda, se abren varias vías de solución: doblar la apuesta, acabar con el proceso o la más jugosa para los que gustamos del análisis, “que el parón en el proceso beneficie a un tercer actor en el escenario…” y a que tampoco adivinan quién es el invitado a la cena. Pues Petrosur, la empresa venezolana estatal, “que está en disposición de otorgar tanto financiación como asistencia técnica”.
Y Petrosur nos lleva a Hugo Chavez, el pupilo más adelantado de Fidel Castro en eso de la economía planificada, el anti-imperialismo, el anticapitalismo, y la idea de una Latinoamérica socialista y de izquierdas. Sin embargo, no chocan esas ideas, por otro lado falsas y peligrosas, un verdadero cáncer en la realidad iberoaméricana, con la posible influencia de Petrosur en el mercado boliviano, o es que cuando la gestión de un producto y su producción se realice por un Estado “amigo” resulta más beneficiosa para el pueblo que cuando lo hace una empresa extranjera, que mira principalmente por sus accionistas y clientes. Chavez desea que la República Bolivariana de Venezuela se erija como la luz que guié a los demás países de la región, no por los intereses comunes, sino para satisfacer los egos narcisistas del presidente venezolano. Y eso, por desgracia, tiene un aire mesiánico que recuerda muy mucho los fascismos y dictaduras europeas tanto de izquierdas como de derechas.

17 de agosto de 2006

Los mitos del liberalismo (y II)

Mito #4: El liberalismo es ateísta y materialista, y desdeña la dimensión espiritual de la vida.

No hay ninguna conexión necesaria entre la adscripción al liberalismo y la posición religiosa de cada uno. El liberalismo puede ser encontrado desde posiciones creyentes de cualquier tipo de credo e incluso desde el más puro ateísmo. Por supuesto, no desdeña la dimensión espiritual de la vida, pero considera que esta dimensión es personal, individual, cercenada al plano más profundo e íntimo del individuo y que él no puede determinar que es lo espiritual y que no lo es.
La crítica del materialismo no es nada nuevo, sobre todo en aquellos que suelen quizás confundir liberalismo con capitalismo cuando quieren acusar al segundo y acaban acusando al primero. La escuela de Frankfurt tomó esta idea del materialismo dominante y la exploto de forma increíble, sobre todo Adorno y Marcase, para acusar al sistema de producción capitalista de vaciar de todo contenido espiritual el arte y convertirlo en simple mercancía. Un breve repaso a la historia del arte demuestra que el arte no sólo ha sido arte en el más puro sentido espiritual, sino también un instrumento del poder, de las clases dominantes y, por supuesto, como mercancía. Cuando la dictadura proletaria de la Unión Soviética empezó a censurar toda creación artística que criticase la Revolución Proletaria o cualquier manifestación extranjera que alabase al empresario burgués, se mostró como un sistema donde también lo material influía muy mucho en el arte, por encima de su valor estético y espiritual.

Mito #5: Los liberales son utópicos que creen que toda la gente es buena por naturaleza y que por tanto el control del Estado es innecesario.

Los conservadores tienden a añadir que, puesto que el hombre es vil por naturaleza parcial o totalmente, se hace precisa una severa regulación estatal de la sociedad.
Por el contrario, la mayoría de escritores liberales sostienen que el hombre es una mezcla de bondad y maldad y que lo importante para las instituciones sociales es fomentar lo primero y mitigar lo segundo. El Estado es la única institución social capaz de extraer sus ingresos y su riqueza mediante coerción; todos los demás deben obtener sus rentas o bien vendiendo un producto o servicio a sus clientes o bien recibiendo una donación voluntaria. Y el Estado es la única institución social que puede emplear sus ingresos provinentes del robo organizado para intentar controlar y regular la vida y la propiedad de la gente. Por tanto, la institución del Estado establece un canal socialmente legitimado y santificado para que las personas malvadas cometan sus fechorías, emprendan el robo organizado y manejen poderes dictatoriales.
Podemos aproximarnos a nuestra tesis desde otro ángulo. Si todos los hombres fueran buenos y ninguna tuviera tendencias criminales, entonces no habría ninguna necesidad de un Estado, tal y como conceden los conservadores. Pero si por otro lado todos los hombres son malvados, entonces el caso a favor del Estado es igualmente débil, pues ¿por qué tiene uno que asumir que aquellos hombres que componen el gobierno y retienen todas las armas y el poder para coaccionar a los demás están mágicamente exentos de la maldad que afecta a todas las otras personas que se hallan fuera del gobierno? Tom Paine, un liberal clásico a menudo considerado ingenuamente optimista acerca de la naturaleza humana, rebate el argumento conservador de la maldad humana en pro del Estado fuerte como sigue: “si toda la naturaleza humana fuera corrupta, estaría infundado fortalecer la corrupción instituyendo una sucesión de reyes, a quienes debiera rendirse obediencia aun cuando fueran siempre tan viles...” Paine añadió que “ningún hombre desde el principio de los tiempos ha merecido que se le confiase el poder sobre todos los demás”[1]. Y como el liberal F.A. Harper escribió una vez:
“De acuerdo con el principio de que la autoridad política debe imponerse en proporción a la maldad del hombre, tendremos entonces una sociedad en la cual se demandará una autoridad política completa sobre todos los asuntos humanos... Un hombre gobernará a todos. ¿Pero quién ejercerá de dictador? Quienquiera que sea el elegido para el trono con seguridad será una persona enteramente malvada, puesto que todos los hombres lo son. Y esta sociedad será entonces regida por un dictador absolutamente malvado en posesión de todo el poder político. ¿Y cómo, en nombre de la lógica, puede emanar de ahí algo que no sea pura maldad? ¿Cómo puede ser esto mejor que el que no haya autoridad política alguna en la sociedad?”[2]
El liberal clásico Friedrich Hayek apuntó: “El principal mérito del individualismo [que Adam Smith y sus contemporáneos defendieron] es que es un sistema bajo el cual los hombres malvados pueden hacer menos daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de que encontremos hombres buenos que lo dirijan, o de que todos los hombres devengan más buenos de lo que son ahora, sino que toma al hombre en su variedad y complejidad dada...”[3]

Mito #6: Los liberales creen que cada persona conoce mejor sus propios intereses.

Los liberales no asumimos la perfecta sabiduría del hombre más de lo que asumimos su perfecta bondad. Hay algo de sentido común en la afirmación de que la mayoría de los hombres conoce mejor que cualquier otro sus propias necesidades e intereses. Pero no se asume en absoluto que todos siempre conocen mejor sus intereses. El liberalismo propugna que cada uno debe tener el derecho a perseguir sus propios fines como estime oportuno. Lo que se defiende es el derecho a actuar libremente, no la necesaria sensatez de dicha acción.


[1] "The Forester's Letters, III,"(orig. in Pennsylvania Journal, Apr. 24, 1776), en The Writings of Thomas Paine (ed. M. D. Conway, New York: G. P. Putnam's Sons, 1906), I, 149-150.

[2] F. A. Harper, "Try This On Your Friends", Faith and Freedom (January, 1955), p. 19.

[3] F. A. Hayek, Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), enfatizado en el curso de su "Why I Am Not a Conservative," The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960), p. 529.

7 de agosto de 2006

Los mitos del liberalismo (I)

El mito era el relato fantástico que se usaba y se usa aún hoy en día, para dar explicaciones a fenómenos de nuestro entorno natural y social que no comprendemos. Como relato, su capacidad científica es mínima aunque no nula, pues muchos antropólogos nos han enseñado que el mito encierra muchas cosas dentro de su narración que deben ser tenidas en cuenta y analizadas. Pero el mito también es lo falso, lo creído pero errado, lo aceptado pero mil veces desenmascarado por la comunidad científica, que, sin embargo, debido a fuerzas misteriosas no es desterrado del pensamiento humano. Ejemplos de ello tenemos a miles, baste tomar uno sólo: el creacionismo, ahora llamado muy de forma políticamente correcta teoría del diseño inteligente.
En este artículo voy a referirme a los mitos que existen en torno al liberalismo, errores disfrazados de supuestas verdades que siguen colándose entre el conocimiento de los individuos, que impiden ver lo que realmente se esconde detrás de esas falsas afirmaciones. Murray Rothbard publicó en Modern Age, 24, 1 (Invierno 1980), pág. 9-15, “Mito y verdad acerca del liberalismo”, basado en una ponencia presentada en abril de 1979 en el congreso nacional de la Philadephia Society de Chicago. El tema del encuentro fue “Conservadurismo y Liberalismo”. (Puede leerse el original en LewRockwell.com).
En dicho texto el autor nos demuestra que en torno al liberalismo existen seis mitos o creencias fundamentadas pero falsas, que son aceptadas por una mayoría de críticos al liberalismo que toman como base de sus argumentaciones. Sin embargo, como sabemos bien, partir de suposiciones erradas supone llegar a conclusiones erradas, por ello, Murray Rothbard intentaba poner algo de luz para que no se crease mayor confusión.
Mito #1 Los liberales creen que cada individuo es un átomo aislado, herméticamente sellado, actuando en un vacío sin influenciarse con los demás.
Aceptar tal postulado supone admitir que no existe un complejo llamado sociedad, y eso es algo que ningún liberal da por bueno. Los liberales son en método y política individualistas, desde luego, pero en ningún momento afirman que los individuos son sistemas cerrados libres de las influencias de su entorno y de los demás individuos.
Hayek mencionó en su notable artículo “The Non-Sequitur of the’”Dependence Effect’”, el asalto de John Kenneth Galbraith a la economía de libre mercado en su best-seller “The Affluent Society“ se cimentaba en esta premisa: la economía asume que cada individuo llega a su escala de valores de un modo totalmente independiente, sin estar sujeto a la influencia de nadie más. Hayek responde que todos saben que la mayoría de gente no produce sus propios valores, sino que es instigada a adoptarlos de otras personas. Ningún individualista o liberal niega que la gente se influencie mutuamente todo el tiempo, y por supuesto no hay nada de nocivo en este ineludible proceso. A lo que los liberales se oponen no es a la persuasión voluntaria, sino a la imposición coercitiva de valores mediante el uso de la fuerza y el poder policial.

Mito #2: Los liberales son libertinos: son hedonistas que anhelan estilos de vida alternativos.
Recientemente Irving Kristol, quien identifica la ética libertaria con el hedonismo, asevera que los liberales “veneran el catálogo de Sears Roebuck y todos los estilos de vida alternativa que la afluencia capitalista permite elegir al individuo”. El hecho es que el liberalismo no es ni pretende ser una completa guía moral o ascética, sino sólo una teoría política, esto es, el significado subconjunto de la teoría moral que versa sobre el uso legítimo de la violencia en la vida social. El liberalismo sostiene que el único papel legítimo de la violencia es la defensa de la persona y su propiedad contra la agresión, que cualquier uso de la violencia que vaya más allá de esta legítima defensa resulta agresiva en sí misma, injusta y criminal. Lo que haga una persona con su vida es esencial y de suma importancia, pero es simplemente irrelevante para el liberalismo.

Mito #3: Los liberales no creen en los principios morales; se limitan al análisis de costes-beneficios asumiendo que el hombre es siempre racional.
Hay liberales, particularmente los economistas de la escuela de Chicago, que rechazan la libertad y los derechos individuales como principios morales, y en su lugar intentan llegar a conclusiones de política pública sopesando presuntos costes y beneficios sociales.
Lejos de ser inmorales, los liberales simplemente aplican una ética humana universal al gobierno del mismo modo que cualquier otro aplicaría esta ética a cada persona o institución social. En concreto, como he apuntado antes, el liberalismo en tanto que filosofía política que versa sobre el uso legítimo de la violencia, toma la ética universal a la que la mayoría de nosotros nos acogemos y la aplica llanamente al gobierno. Los liberales no hacen ninguna excepción a la regla de oro y no dejan ninguna laguna moral, no aplican ninguna vara de medir distinta al gobierno. Es decir, los liberales creen que un asesinato es un asesinato y que no deviene santificado por razones de estado si es perpetrado por el gobierno. Nosotros creemos que el robo es un robo y que no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo “tributos”. Nosotros creemos que la esclavitud es esclavitud incluso si la institución que la ejerce la denomina “servicio militar”. En síntesis, la clave en la teoría liberal es que no concede excepción alguna al gobierno en su ética universal.
Por tanto, lejos de ser indiferentes u hostiles a los principios morales, los liberales los consuman siendo el único colectivo dispuesto a extender estos principios por todo el espectro hasta al gobierno mismo.
La coerción atrofia la moralidad porque priva al individuo de la libertad para ser moral o inmoral, y entonces necesariamente despoja a la gente de la posibilidad de ser virtuosa. Paradójicamente, pues, la moral obligatoria nos sustrae la oportunidad misma de actuar moralmente.
Es además especialmente grotesco dejar la salvaguarda de la moralidad en manos del aparato estatal, es decir, ni más ni menos que la organización de policías, gendarmes y soldados. Poner al Estado a cargo de los principios morales equivale a poner al zorro al cuidado del gallinero.

CONTINUARÁ…