19 de mayo de 2011

Indignados

Mal vamos si fundamentamos, si establecemos como cimiento de nuestro futuro edificio un sentimiento como la indignación. Según la RAE, indignación es "Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos." Si queremos entender por completo el significado, debemos comprender también el significado de "vehemente" y volviendo al diccionario de la RAE, leémos sus tres acepciones:

"1. adj. Que tiene una fuerza impetuosa. Un discurso vehemente.

2. adj. Ardiente y lleno de pasión.

3. adj. Dicho de una persona: Que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos."

Es decir, que frente a los problemas que se nos plantean, debemos optar por una respuesta pasional, ardiente, irreflexiva, llevada por los impulsos, etc. Pues permítanme decir que no, que ese no es el mejor camino.



La indignación es un sentimiento negativo fruto de la dejadez, de la actitud pasiva, la despreocupación y la falta de implicación. Nos indignamos cuando permitimos, como en todo sentimiento negativo, que algo externo nos afecte, y nosotros somos los responsables últimos de ese sentir. Hemos permitido que lo que nos ha indignado nos haya vencido.


Están los indignados así por culpa de la clase política, los banqueros, el sistema y demás, pero realmente los culpables no son los linchados, sino los propios indignados. Durante un tiempo, cada vez que uno de los que ahora están siendo culpabilizados obraron de una forma determinada, y los que ahora se quejan, no hicieron nada, simplemente callaron y asumieron. A lo mejor, alguno se molestó un poco, pero no mucho y pensó, para la siguiente como vuelvan a hacer lo mismo reacciono, pero no lo hizo. ¡TODOS HEMOS SIDO, SOMOS Y SEREMOS RESPONSABLES DE UNA SITUACIÓN!


Las acusaciones de mentirosos, falsos, hipócritas, corruptos, irresponsables, poco profesionales, estafadores, etc. se lanzan y entrecruzan pero, ¿son fruto de ahora?, ¿hemos descubierto hoy que ellos, los supuestos culpables son así? o, por el contrario, ¿les hemos permitido su juego sin molestarlos mucho? Cuantas veces hemos oído en muchos de los jóvenes que ahora están concienciados al cien por cien en Sol y otras ciudades, aquello de que la política no iba con él, que era apolítico, que él pasaba de esos temas y no le preocupaban. Nosotros, con nuestra actitud pasiva, con nuestra falta de compromiso, con una personalidad nada proactiva, es decir, con una ausencia insultante de RESPONSABILIDAD sobre nuestros hechos, hemos sido los mentirosos, falsos, hipócritas, corruptos, irresponsables, poco profesionales, estafadores, etc.


Ayer no y sin embargo, ahora sí, ¿por qué? Porque nos hemos dado cuenta de que nosotros somos los culpables, por eso nos indignamos. El niño pequeño se enfade cuando se sabe culpable, aunque no lo reconozca. El problema está en que seguimos sin querer asumir un hecho fundamental para todo acto, sus CONSECUENCIAS. El Estado del Bienestar en el cual hemos dormitado en sueño de los ilusos, nos ha convertido en seres que esperan que las soluciones lluevan cual maná divino y, sino es así, nos indignamos.


Y las soluciones que estamos dando al problema de raíz de todo, el ESTADO, es crear más estado: queremos más regulaciones, es decir, que nos vigilen más, que nos digan con más fuerza lo que tenemos que hacer; más impuestos para darnos aquello de lo que nos creémos merecedores por algún extraño derecho divino; el igualar por envidia y por abajo, no fomentar el espíritu crítico y la competitividad. Durante años escuché que debería el estado cuidar de los ciudadanos: decirnos lo que comemos, lo que bebemos, lo que debemos o no debemos correr con nuestro coche, lo que es cultura o no. "Deberían prohibir la comida basura para erradicar la obesidad", "prohibir el tabaco", "tener todos lo mismo", etc. Estamos pidiendo más de todo pero menos LIBERTAD, porque en el fondo sabemos que la libertad significa ser CONSECUENTE y aceptar las RESPONSABILIDADES, como bien indica Eduard Punset: "La infelicidad es el peaje de nuestra libertad".

Tengo un sentimiento encontrado, dividido con esta manifestación de malestar social. Por un lado, comparto la ilusión y la esperanza de un despertar hacia la madurez, de alcanzar por fin una cultura política de verdad  pero, por otro lado, temo que este movimiento se esté moviendo sobre aguas pantanosas y peligrosas que deriven hacia soluciones que, en vez de solucionar el problema, lo aumenten.