Mostrando entradas con la etiqueta occidente. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta occidente. Mostrar todas las entradas

16 de abril de 2009

Pensadores liberales franceses II: Raymond Aron. El último de los liberales (II)

En la anterior entrada sobre R. Aron, terminamos la misma hablando de la diferenciación que realiza entre el espíritu reformista y el espíritu revolucionario. Sigamos pues.

La diferencia entre ambos espíritus se debe a que el reformista es consciente en todo momento de que el progreso, el auténtico y verdadero progreso, tiene tres características fundamentales: a) es contingente porque depende en todo momento del individuo y su acción; b) parcial porque los objetivos se consiguen uno a uno, paso a paso; c) e imperfecto, porque la realidad contiene en su seno el error, la frustación.

Asi el reformista es prosaico, es decir, comedido, cauto, precavido y tiene en todo momento en cuenta las consecuencias de su acción. Frente a esa prosa, el espíritu revolucionaro es poético, es envalentonado, incauto, como un torrente sin contro y medida al que nada ni nadie preocupa para alcanzar su meta o metas. De ahí la crítica y el rechazo de R. Aron al comunismo: "El comunismo es una versión degradada del mensaje occidental. Retiene su ambición de conquistar la naturaleza humana y mejorar el destino de los humildes pero sacrifica lo que fue y que tiene que seguir siendo el corazón mismo de la aventura humana: la libertad de investigación, la libertad de controversia, la libertad de crítica, y el voto."

Bajo la óptica de Aron, la poética del comunismo se vuelve una poética inhumana, en una poesía de lo absoluto donde la emancipación no es ya que desaparezca, sino que se vuelve "indistinguible de la omnipotencia del estado." La voluntad individual se diluye frente al abrazo "omni-presente" pero al fin y al cabo, "omni-futuro" del Estado totalitario.

Este futuro que profetizan una y otra vez los espíritus revolucionarios, y que en el marxismo está claramente presente, tiene además un nuevo elemento esencial: la irrefutabilidad. Y como no existe la posibilidad de contrastación, el marxismo se vuelve en opio de los intelectuales. Por lo tanto, dice nuestro protagonista, cuando Merlau-Ponty argumenta "que el proletariado es la única forma de aúténtica inter-subjetividad" o que "el marxismo no es una filosofía de la historia, es la filosofía de la historia, y rehusar aceptarlo es cancelar nuestra razón histórica." No hay posibilidad para refutar esas tesis, ya que la refutación es imposible, sólo queda una "desintoxicación."

Resulta así comprensible la predilección de Aron por la intelectualidad anglosajona frente a la tradicional intelectualidad francesa de la cual era miembro. Dice al respecto: "el arte de los intelectuales británicos es reducir a términos técnicos los conflictos a menudo ideológicos, el arte de los intelectuales americanos es convertir en discusiones morales las controversias que se refieren más a los medios que a los fines, el arte de los intelectuales franceses es el de ignorar y, a menudo, agravar los problemas propios de la nación, por la voluntad orgullosa de pensar por toda la humanidad."

Lo anterior nos lleva irremediablemente a uno de las metas principales de Aron: la lucha contra el fanatismo. Escribe al respecto: "El hombre [...] no está obligado a resignarse a lo injustificable. Es porque le gustan los seres humanos individuales, porque participa en comunidades reales y respeta la verdad por lo que rehúsa entregar su alma a un ideal de humanidad abstracto, un partido tiránico y un absurdo escolasticismo... Si la tolerancia nace de la duda, enseñémosle a todo el mundo a dudar de todos los modelos y todas las utopías, a desafiar a todos los profetas de la redención y a todos los heraldos de la catástrofe..." Acabar con el fanatismo, sin lugar a dudas; pero también, y en esto pone mucha atención R. Aron, a no dejarnos llevar por la enfermedad de la indiferencia.

Después de "El Opio de los intelectuales", Aron publica "Dix-huit leçons sur la société industrielle", "La lutte de classes. Nouvelles leçons sur les sociétés industrielles" y "Démocratie et totalitarisme". En todas ellas se ocupa profúsamente del análisis de la sociedad industrial, del capitalismo y del sistema comunista. Pero eso lo veremos en el siguiente capítulo.

12 de marzo de 2009

Pensadores liberales franceses II: Raymond Aron. El último de los liberales (I)

Comenzábamos esta andadura entorno a los intelectuales y pensadores franceses liberales con J. F. Revel . Hoy nos centraremos en el pensamiento de uno de los sociólogos franceses más originales y brillantes, hablaremos de Raymond Aron. Sobre él han dicho figuras como R. Dahrendorf: "Raymond Aron es el único científico de las últimas décadas que debido a la amplitud de sus intereses, a la combinación de su capacidad analítica y de acción, a su compromiso y capacidad de comprensión y a la mezcla de reserva y capacidad crítica, puede ser comparado con la figura de Max Weber."; Allan Bloom afirma: "el hombre que durante cincuenta años... ha tenido razón en lo que se dijo sobre Hitler, tuvo razón en lo que dijo sobre Stalin y tuvo razón cuando dijo que nuestros regímenes occidentales, con todos sus defectos, eran la única esperanza de la humanidad."

La obra de Aron según José Jiménez-Blanco puede estructurarse en cinco partes:

- primera parte: averiguar las posibilidades de la Filosofía Histórica.
- segunda parte: las RR. II. y la estretegia internacional.
- tercera parte: la sociedad industrial.
- cuarta parte: la pedagogía de la sociología.
- quinta parte: lo que podemos llamar, "espectador comprometido".

Estudiante en el École Normale Superieure de París decide marcharse a Alemania, más exactamente a las Universidades de Colonia y Berlín, donde entra en contacto con el pensamiento social y filosófico alemán. A su vuelta a Francia, decide dar a conocer los conocimientos adquiridos durante su estancia en el país germano; escribe para ello dos obras: "Introducción a la filosofía de la historia" y "La sociología alemana contemporánea".

Es principalmente la segunda obra de las citadas la que adquiere mayor relevancia, pues en ella desglosa una serie de autores como G. Simmel, F. Tönnies, K. Mannheim o M. Weber, que le permiten establecer una diferencia entre una sociología de línea sistémica y otra histórica.

SISTÉMICA --------------------------------HISTÓRICA
Estructuras..........................................Dinámica
Relaciones y Grupos...........................Leyes Sociales
Simmel y Tönnies...............................Mannheim y Weber.

En la segunda parte de la obra se centra especialmente en la obra de su admirado Max Weber, compartiendo su enfoque sociológico, dice al respecto: "Actuar es tomar una decisión, tratar con los hechos de cada día y dirigirlos hacia un fin en situaciones que los seres humanos no escogemos. La filosofía política no es más que un entendimiento profundo de la acción temporal, una reflexión sobre las condiciones en que se expresan nuestros deseos y un análisis de las prioridades políticas en su relación tanto con la realidad como con nuestros ideales". (Cita extraída de JOSEP PICÓ (2003): Los años doralos de la sociología (1945-1975). Alianza Editorial. Madrid. pág. 311). Empezamos a percibir en esta admiración por Weber ese aspecto de "espectador comprometido" que luego desarrollará R. Aron, influenciado claramente por el papel que Weber analiza del político y el cíentífico.

La admiración por el enfoque metodológico del sociólogo alemán más importante comienza ya en su otra obra de corte filosófico histórico, "Introducción a la Filosofía de la Historia". En la cual comparte con Weber los problemas que atañen a las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales en torno al tema de la subjetividad y la objetividad. Recordemos que para Weber la compresión es claramente subjetiva, pero donde la labor científica alcanza status objetivo es en la explicación.

La citada estancia en Alemania le permite conocer también profundamente la obra de un importante pensador: Karl Marx. Con el autor de "El Capital", Aron establece un largo e inteligente diálogo que se ve reflejado muy bien en su obra quizás más conocida: "El opio de los intelectuales".

El tema principal de la obra es "el embrujamiento - el desorden moral e intelectual que provoca adherirse a ciertas ideologías." (cita extraída de ROGER KIMBALL (2002): Lives of the Mind, the use and abuse of intelligence from Hegel to Wodehouse. Ivan R. Dee Publisher. Chicago. pág. 4) Aron establece una distinción en el marxismo separando por un lado un marxismo científico y por otro lado, un marxismo vulgar.

El primero lo hallamos en "El Capital" y sus conclusiones. El segundo en toda la obra filosófico utópico de Marx, es decir, en su materialismo dialéctico. Frente al marxismo más científico, Aron dice que ya no es que las modernas teorías del pensamiento económico hayan demostrado la imposibilidad de la teoría económica de Marx; sino que, frente al Marx más profético, sus augurios no se han cumplido, con lo cual, para Aron, toda validez intelectual de "El Capital" pierde importancia.

La crítica al marxismo vulgar lleva a Aron a exponer la necesidad de diferenciar lo "prosaico" de lo "poético" (ideas que desarrolla en sus Memorias cuando escribe sobre las intenciones de su obra "El opio de los intelectuales"). Kimball recoge muy bien esas intenciones de Aron. "Aron escribió (en sus Memorias) que en El opio de los intelectuales había tratado de "bajar la poesía de la ideología al nivel de la prosa de la realidad." . Lo que Aron llama el "Mito de la Revolución" (como el "Mito de la Izquierda" y el "Mito del Proletariado") resultaba tan seductor precisamente por su atractivo "poético": inducía la ilusión de que "todo es posible", de que todo... puede ser completamente transformado en el fiero crisol de la actividad revolucionaria. Combinar la doctrina de la inevitabilidad histórica -- la monstruosa idea que Marx recogio de Hegel -- con el Mito de la Revolución era una receta para la tiranía política. ¿Qué importa la liquidación de los kulaks frente al necesario despliegue de la Dialéctica?" (cita extraída de ROGER KIMBALL (2002): Lives of the Mind, the use and abuse of intelligence from Hegel to Wodehouse. Ivan R. Dee Publisher. Chicago. pág. 9)

Confronta así un espíritu revolucionario contra un espíritu reformista. Viste al primero de un halo poético, fantástico y cegado por el fanatismo; mientras que el segundo es prosaico, real y escéptico. Temas que desarrollaremos un poco más en la siguiente parte de esta entrada.

21 de enero de 2009

Pensadores liberales franceses I: Jean-François Revel


Tengo el placer de inaugurar en
Reflexiones para perder el tiempo una serie corta de post sobre intelectuales y pensadores franceses liberales. Francia se ha caracterizado siempre por ser uno de los centros más importantes de pensamiento y ciencia en el mundo; sin embargo, y esto es algo que los propios franceses empiezan a admitir, parece ser que poco a poco esa importancia está en declive. Cada uno tendrá sus motivos y explicaciones, yo opino que durante mucho tiempo han vivido bajo el yugo asfixiante de corrientes estructuralistas y marxistas (con todas sus variantes), olvidando a otros pensadores clave como Bastiat, Tocqueville, Raymond Aron, J. F. Revel, Guy Sorman, etc.

Sirva este intento humilde para recuperar la figura y las ideas de estos grandes hombres.


Jean François-Revel

Se pueden decir muchas cosas de Revel pero si hay algo que caracterice su obra y su pensamiento es su intento de hacernos ver la importancia de los hechos, pero sobre todo, del sentido común. Sentido que a pesar de su supuesta generalidad, es como suele decirse, el menos común de todos los sentidos, más si cabe en el terreno de la política.


Revel era un intelectual, un pensador pero ante todo era una persona dotada con la capacidad de hacer claros y evidentes los hechos que de por si eran claros y evidentes, pero que se encontraban ocultos en una niebla de mentiras y servilismos. La demostración de esa virtud comienza ya con su obra “La tentación totalitaria” (1976) donde realiza lo que podía haber hecho cualquiera, una denuncia con datos y hechos que estaban a disposición de todos, del régimen totalitario comunista en la antigua URSS. Revel nos dice que el principal escollo que tiene el socialismo para triunfar es el propio comunismo, ya que bajo el comunismo el socialismo y la izquierda caen en el olvido de la autocrítica, la fascinación por el totalitarismo, el gusto por la crueldad y el servilismo al Partido Comunista. La vía de solución para Revel está en el giro hacia la socialdemocracia (aunque él termine en posiciones liberales).


Sin embargo, es en “Ni Marx ni Jesús” (1970) uno de sus escritos que más revuelo levanta entre aquellos que consideraban a la izquierda y el socialismo como el lugar político originario de los cambios y las revoluciones sociales. En esta obra defiende la tesis de que no son los partidos de izquierdas ni es en los países donde ha triunfado el socialismo ni el comunismo donde se llevan a cabo los cambios revolucionarios. Son los jóvenes de los países capitalistas los que se cuestionan – porque tiene la libertad para hacerlo – instituciones como la familia, el poder, el dinero, la empresa, el sistema político y económico, etc. También es donde se llevan a cabo las revoluciones feministas y la importancia cada vez mayor de la mujer, donde se cuestiona su papel y status social.


La publicación de “Cómo terminan las democracias” (1983) fue una explosión intelectual en las bases ideológicas de las democracias y de Occidente. Su tesis era que el comunismo había triunfado sobre Occidente, destruyéndole psicológica y moralmente, dejándole en un estado de esclerosis avanzada y parálisis profunda. ¿Cómo? Introduciendo unas series de ideas en el imaginario del pensamiento occidental que el propio Occidente no se cuestionó y acabo aceptando sin debate ninguno.


El intervencionismo imperialista de Occidente era mal visto incluso dentro de las propias sociedades occidentales, ya que se acusaba tales intervenciones de favorecer una posible guerra nuclear. Sin embargo, los juegos de poder soviéticos no eran cuestionados e incluso eran vistos como auténticos procesos de libertadores por parte de la opinión pública occidental. Ahí están Afganistán, Angola, Cuba, Etiopía o Vietnam.


Ese movimiento contrario a las intervenciones militares de Occidente era sobre todo llevado a cabo por un movimiento social exclusivo de las democracias: los pacifistas. En la carrera armamentística, la URSS fue siempre mucho más allá que sus rivales y sus inversiones superiores (tanto es así que su declive proviene de no haber podido seguir dedicando cantidades ingentes a la industria militar). Sin embargo, en el seno de su sociedad no tenía que lidiar con un sector de la población descontento con su militarización, ya que no existía un movimiento pacifista.


En 1988 publica “El conocimiento inútil” que no levanta tanto revuelo, pero que no deja indiferente a nadie que lo lea. Defiende que la verdadera fuerza que mueve las sociedades no es la verdad, sino la mentira. En un momento histórico donde la información destaca tanto cuantitativamente como cualitativamente, los dirigentes e intelectuales siguen cometiendo errores y todo ello gracias a un fallo tan absurdo como vital: ignorar la Razón.

Su crítica se centra sobre todo en la “intelligentsia”. En sus páginas acusa a los medios de comunicación de masas y a las élites culturales e intelectuales de atacar todo lo que “oliese” a derecha, sobre todo si estas medidas provenían de figuras políticas como Reagan, Thatcher, Kohl o Chirac. Su batalla ideológica se llevaba a tal extremo que no importaba mentir.


Gramsci llamó a los intelectuales a recoger el testigo de la clase obrera en la revolución. Pero no fue en los países comunistas donde estos tomaron el papel, ya que este papel lo ejercía de forma autoritaria y despótica el Partido y el Estado. Fue en las sociedades que Popper llamó “abiertas” donde más caló el discurso gramsciano.

¿Por qué ese cambio de agente revolucionario? Porque Gramsci y sobre todo los comunistas de libro, se daban cuenta de que las tesis de Marx y el marxismo estaban agotadas y vacías ya de contendido válido. Se hacía necesario que los creadores de ideas e ideologías, los creadores de opinión pública, en definitiva, los legitimadores de verdad, insuflaran nuevos aires al cadáver teórico del marxismo. Era necesario que alguien pensase, y como los pensadores marxistas de la URSS no eran más que marionetas en manos del Estado, era en los países capitalistas donde debía surgir esa nueva clase social. Nuevos revolucionarios cuya misión no era cambiar el estado real de la Unión Soviética, sino continuar la lucha abandonada por los trabajadores en los países libres para conducir a esos mismos países a la situación de la URSS.


Pero no toda crítica de Revel era de contenido político, sino que también dirigió sus ataques contra la cultura y las artes. En un alarde intelectual visionario, criticaba las teorías intelectuales que vaciaban de contenido toda ciencia para llenar ese vacío con un discurso hermético y todavía más vacío. Supuestos intelectuales como Lacan, Althusser, Teilhard de Chardin, Jacques Derrida, Deleuze, Slavoj Zizek, teóricos postmodernistas (Bauman, Lyotard, Vattimo, Baudrillard, Bataille, Laclau etc). Son autores de trabajadas teorías y discursos retóricos llenos de un hermetismo que únicamente oculta banalidad y vacío. Son disciplinas que se visten de ropajes de charlatanería pomposa para convertirse en, como dice Vargas Llosa, “ciencia humada de moda.”


Comprendemos ahora porque Revel fue un faro de luz en la intelectualidad francesa, un “rara avis” en esa hegemonía cultural y científica que el estructuralismo, el post-estructuralismo y el marxismo con todas sus variantes (neo, post y demás sufijos y prefijos) ejerce en Francia. Si ya es difícil encontrar liberales en Europa, la tarea se vuelve ardua en el país vecino, y Revel era un liberal con mayúsculas. Provocador, instigador, polemista pero sobre todo franco y claro con sus ideas, su magisterio sigue vigente más que nunca a pesar de su olvido en las Universidades.