Continuando con las multinacionales, se las acusa también de explotar a los trabajadores de los países en desarrollo mediante salarios bajos y jornadas laborales extensas, además de tener que realizar sus tareas en condiciones vergonzosas. Guillermo de la Dehesa contesta: “La amplia evidencia empírica disponible llega a conclusiones totalmente opuestas. Las empresas extranjeras, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, pagan salarios más elevados que los de las empresas nacionales y sus condiciones de trabajo son siempre mejores que las generales de los países donde se ubican, además de darles a sus empleados más formación y mejores condiciones de retiro.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 285).
Se oyen voces también que acusan a la globalización de ser la culpable de la reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Es un dato contrastable que este hecho es vergonzoso para los países desarrollados, y que deberían realmente pensar que su tacañería y falta de solidaridad son realmente escandalosas. Sin embargo, no culpemos de ello a la globalización, al contrario, los países en desarrollo que necesitan ayuda, “no son víctimas de la globalización como muchas personas, en general poco documentadas y sin ninguna evidencia, argumentan erróneamente, sino víctimas de la falta de globalización, puesto que aquellos países que han podido engancharse a ella y han podido abrir sus economías han logrado crecer a tasas muy superiores a las de los países desarrollados.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 287-288)
La globalización, como fenómeno histórico, social y económico que es, no tiene una forma física a la cual acusar de manera directa, sobre la cual verter la responsabilidad de todos sus males, esa culpabilidad suele recaer de manera casi igual entre las multinacionales, como ya hemos visto, como sobre el Banco Mundial y el FMI. No puede ocultarse de que tanto en FMI como el BM han cometido errores en cuanto a la hora de recetar medidas para el desarrollo de algunos países, al no tratar el tema más específicamente y teniendo en cuenta las particularidades de cada uno; sin embargo, el tan mal nombrado consenso de Washington, “es una realidad que algunos de sus principios siguen siendo absolutamente válidos: la apertura de las economías, la estabilidad macroeconómica tanto fiscal como monetaria, la flexibilidad cambiaria, etc.”. (DE LA DEHESA, G. 2003, 288).
En referencia a las crisis financieras, “éstas han existido siempre y han sido, incluso, más graves que las actuales.” (DE LA DEHESA, G. 2003, 290). Como muy bien indica Carlos Rodríguez Braum, en una serie de artículos sobre la publicación de El malestar de la globalización, de Joseph E. Stliglitz: “Según este economista, la globalización financiera, merced a la libertad de movimientos de capitales, produjo las crisis del Este de Asia, la antigua URSS y América Latina. Pero como han señalado Juan José Toribio y muchos otros, las crisis se desatan cuando las autoridades del país receptor de capitales adoptan un tipo de cambio artificial e incompatible con políticas fiscales expansivas. La crisis, que finalmente acaba con la libertad (hasta el "corralito" argentino), no se deriva de la globalización y es a veces agravada por las interferencias en la libertad de movimientos de capitales. En el Este de Asia muchos Gobiernos promovieron estas trabas, algunos de modo suicida, desalentando la entrada de inversión directa pero no la de capitales a corto.” [1]
La globalización, como hemos visto, quizás no es tan culpable de todo lo que se le acusa. Los verdaderos culpables de el retraso económico en los países en desarrollo son otros, son el proteccionismo imperante entre productos manufacturados y agrícolas en las relaciones Norte-Sur y Sur-Sur; es el miedo a dejar al mercado funcionar libremente; es la corrupción que asola a estos países como jinetes del Apocalipsis; las guerras y enfrentamientos civiles; la falta de educación, etc. Pero no culpemos de ellos a la globalización, sino todo lo contrario, “si no se consigue un mayor grado de globalización en los próximos años extensible a todos los países en desarrollo, a través del comercio, la inversión extranjera y la ayuda al desarrollo, de modo que mejores las condiciones de muchos de esos países, el enorme desequilibrio demográfico entre los países ricos y pobres que se avecina puede llegar a generar una situación muy grave e insostenible a largo plazo” (DE LA DEHESA, G. 2003, 292). Y mientras tanto, nuestros políticos siguen empeñados en reducir y controlar el proceso globalizador por el bien de la humanidad; quizás en el futuro, si consiguen alcanzar sus propósitos, se llevarán las manos a la cabeza y tendrán que mirar las consecuencias que sus actos han originado, entonces y sólo entonces, a lo mejor rectificarán y opinarán que es necesaria más globalización.
BIBLIOGRAFIA
Guillermo de la Dehesa (2003): Globalización Desigualdad y Pobreza. Alianza Editorial. Madrid.
[1] Carlos Rodríguez Braum: “La publicación de El malestar en la globalización” en www.liberalismo.org
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