La noticia: Faro de Ourense, martes 2 de Agosto de 2005, “Verín protagoniza una campaña contra la Organización Mundial del Comercio”.
¡Espectacular!, todo un pueblo con el puño en alto cantando la internacional socialista y vítores en contra de la todopoderosa OMC. Una villa, alrededor de unos 13.000 habitantes, perdida de la mano de dios al sur de la provincia de Ourense, en pie de guerra contra un organismo internacional encargado de fomentar el comercio internacional. Me imagino esa manifestación recorriendo las principales calles de la villa, con pancartas y banderas al viento, toda una multitud de personas con una misma idea, de hecho, todo un pueblo con la misma intención.
Yo emocionado, extasiado por ese clamor popular antiglobalización y anticapitalista, casi desempolvo una bandera de la antigua Rusia comunista; sin embargo, al seguir leyendo el resto de la noticia, la desilusión, el engaño, la amargura y la pena me invadieron al momento, no es todo el pueblo de Verín, como indica la noticia, sino unos pocos los que, valientes y llenos de razón, se erigen como defensores de los pobres y desfavorecidos, esos gallardos héroes modernos son nada más ni nada menos que, atención al dato, el SLG (Sindicato Labrego Galego), la Asociación O Grelo Verde y, aunque parezca sorprendente, el Concello de Verín. Ante tales paladines causas justas, mi sueño de otro mundo mejor es posible se va a pique.
Bromas a parte, pues si nos quitan el humor qué nos queda, no es mi intención aquí dar clases de estilo a los profesionales del diario Faro de Ourense, algo que muy acertadamente hacia Juanjo de la Iglesia en Caiga quien Caiga. Lo que si voy hacer es intentar dejar patente que, frente a la máxima de Descartes cuando proclamaba, al inicio de su obra Discurso del Método: “El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo...” [1]; la estupidez parece algunas veces mejor repartida que la razón y el buen sentido.
Uno puede entender que el SLG y una asociación como O Grelo Verde protesten contra la OMC, aunque con ello no defiendo ni siquiera justifico esa postura, pues como sindicato y como asociación hacen lo que deben de hacer, defender los intereses de sus afiliados, a pesar de no saber hacer esa tarea correctamente. Sin embargo, la presencia y apoyo del Ayuntamiento de Verín en tal acto, está totalmente fuera de lugar. Intentaré explicarme.
Suponemos que los miembros del Ayuntamiento de Verín, de cualquier ayuntamiento del mundo, deben poseer unos conocimientos mínimos de gestión, pues para esos han sido elegidos por sus conciudadanos, para gestionar lo mejor que puedan. Cualquier gestor un poco competente debería conocer unas ideas básicas sobre economía, aunque evidentemente no podemos pedir que sean licenciados en economía, si podemos exigir que sepa algo sobre el tema. Bien, por muy poco que uno conozca sobre asuntos de economía, lo mínimo es saber como funciona un mercado, es decir, eso de la oferta y la demanda. Pues personalmente, creo que en el Ayuntamiento de Verín, no existe ningún gestor o responsable que tenga idea de lo significa eso de mercado, ley de la oferta y la demanda, etc.; sólo así puedo entender que hayan decidido apoyar una manifestación contra la OMC bajo el lema: Precios Justos para Nuestros Productos (sic).
Evidentemente uno ha perdido la inocencia hace ya unos cuantos años y sabe que, al ayuntamiento de Verín, le importa un comino que los precios de los productos agrícolas locales sean justos o no, que los agricultores sean menos competitivos o no (verdadero meollo del problema), lo que busca es lo que buscan todas las formaciones políticas, es decir, permanecer en el poder, y apoyando a un sindicato y una asociación de agricultores, en un municipio como el que estamos hablando con una gran masa poblacional directamente o indirectamente relacionada con la agricultura, supone una suculenta maleta de votos.
Si realmente, tanto desde instituciones públicas locales, como desde sindicatos y asociaciones de agricultores, se pretende hacer frente al problema de los precios en la agricultura local ante la competencia internacional, los caminos van más allá que quedarse en una ineficaz e estúpida manifestación contra la OMC. Se deben buscar medidas que conviertan nuestros productos agrícolas en competitivos en el mercado internacional, y si no podemos competir por precio, debemos hacerlo por otros mecanismos como estrategias de marketing que destaquen la calidad del producto local, potenciar productos competitivos como los ecológicos y sobre todo, modernizar una producción que no es capaz de abaratar los costes de producción.
Para competir en el mercado internacional no basta con rabietas y lloros contra la OMC, sino ser competitivos, ser eficaces. Se imaginan que por ejemplo, que yo soy en dueño de una tienda de ultramarinos, la única de mi calle; pues bien, durante años he puesto los precios que he querido pues tenía el monopolio, pero amigos, hace un par de meses, se ha instalado otra tienda que ofrece mejores precios, más grande, con mejor servicio, etc. Lo que no puedo hacer es pensar que la culpa de que mi negocio este en bancarrota por culpa del competidor, sino de mi falta de previsión, de mi falta de capacidad para competir e innovar. No puedo coger y decir, como no soy competitivo, como no se como mejorar, háganse las subvenciones publicas, defiéndanme los organismos públicos, páguenme todos los ciudadanos con sus impuestos mi mala gestión empresarial.
Los agricultores que quieran oportunidades en el mercado internacional, en cualquier mercado, deben abandonar una visión de la actividad agrícola pasada e arcaica basada en una economía de subsistencia; es obligatorio que empiecen a verse y a pensarse como empresarios, sino nada tenemos que hacer por mucho que hagamos culpable de nuestros males a la OMC, el FMI, el BM, al capitalismo y a la globalización. Por otra parte, también es necesario que se esfume de una vez el nefasto paternalismo del gobernante por la industria agrícola, sobre todo en los países desarrollados. Como ya bien decía Hayek: “Aunque lo irracional y absurdo de la política agraria puede apreciarse acaso más patentemente en los Estados Unidos, tenemos que referirnos a otros países para darnos cuenta del enorme alcance que tales medidas, sistemáticamente aplicadas, (al agricultor) [...] –cuya cerril independencia se suele evocar como argumento para mantenerlo a costa del erario público –, hasta convertirlo en el más regimentado y supervisado de todos los productores” [2].
Además, imponer trabas al comercio internacional mediante aranceles, cláusulas de salvaguardia, medidas proteccionistas, etc. perjudica a todos, desde el productor que se acomoda y no es estimulado para competir e innovar, a los consumidores que sólo podrán comprar a precios de monopolio nacional, e incluso a los países pobres que dependen principalmente de su agricultura para salir de la pobreza.
BIBLIOGRAFÍA
[1] DESCARTES, René (1637): Discurso del método. Biblioteca de los Grandes Pensadores. Pág. 37.
[2] HAYEK, Friedrich A. (1959): Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial. 6ª Edición 1998. Madrid. Pág. 470.
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