Tengo el placer de inaugurar en Reflexiones para perder el tiempo una serie corta de post sobre intelectuales y pensadores franceses liberales. Francia se ha caracterizado siempre por ser uno de los centros más importantes de pensamiento y ciencia en el mundo; sin embargo, y esto es algo que los propios franceses empiezan a admitir, parece ser que poco a poco esa importancia está en declive. Cada uno tendrá sus motivos y explicaciones, yo opino que durante mucho tiempo han vivido bajo el yugo asfixiante de corrientes estructuralistas y marxistas (con todas sus variantes), olvidando a otros pensadores clave como Bastiat, Tocqueville, Raymond Aron, J. F. Revel, Guy Sorman, etc.
Sirva este intento humilde para recuperar la figura y las ideas de estos grandes hombres.
Jean François-Revel
Se pueden decir muchas cosas de Revel pero si hay algo que caracterice su obra y su pensamiento es su intento de hacernos ver la importancia de los hechos, pero sobre todo, del sentido común. Sentido que a pesar de su supuesta generalidad, es como suele decirse, el menos común de todos los sentidos, más si cabe en el terreno de la política.
Revel era un intelectual, un pensador pero ante todo era una persona dotada con la capacidad de hacer claros y evidentes los hechos que de por si eran claros y evidentes, pero que se encontraban ocultos en una niebla de mentiras y servilismos. La demostración de esa virtud comienza ya con su obra “La tentación totalitaria” (1976) donde realiza lo que podía haber hecho cualquiera, una denuncia con datos y hechos que estaban a disposición de todos, del régimen totalitario comunista en la antigua URSS. Revel nos dice que el principal escollo que tiene el socialismo para triunfar es el propio comunismo, ya que bajo el comunismo el socialismo y la izquierda caen en el olvido de la autocrítica, la fascinación por el totalitarismo, el gusto por la crueldad y el servilismo al Partido Comunista. La vía de solución para Revel está en el giro hacia la socialdemocracia (aunque él termine en posiciones liberales).
Sin embargo, es en “Ni Marx ni Jesús” (1970) uno de sus escritos que más revuelo levanta entre aquellos que consideraban a la izquierda y el socialismo como el lugar político originario de los cambios y las revoluciones sociales. En esta obra defiende la tesis de que no son los partidos de izquierdas ni es en los países donde ha triunfado el socialismo ni el comunismo donde se llevan a cabo los cambios revolucionarios. Son los jóvenes de los países capitalistas los que se cuestionan – porque tiene la libertad para hacerlo – instituciones como la familia, el poder, el dinero, la empresa, el sistema político y económico, etc. También es donde se llevan a cabo las revoluciones feministas y la importancia cada vez mayor de la mujer, donde se cuestiona su papel y status social.
La publicación de “Cómo terminan las democracias” (1983) fue una explosión intelectual en las bases ideológicas de las democracias y de Occidente. Su tesis era que el comunismo había triunfado sobre Occidente, destruyéndole psicológica y moralmente, dejándole en un estado de esclerosis avanzada y parálisis profunda. ¿Cómo? Introduciendo unas series de ideas en el imaginario del pensamiento occidental que el propio Occidente no se cuestionó y acabo aceptando sin debate ninguno.
El intervencionismo imperialista de Occidente era mal visto incluso dentro de las propias sociedades occidentales, ya que se acusaba tales intervenciones de favorecer una posible guerra nuclear. Sin embargo, los juegos de poder soviéticos no eran cuestionados e incluso eran vistos como auténticos procesos de libertadores por parte de la opinión pública occidental. Ahí están Afganistán, Angola, Cuba, Etiopía o Vietnam.
Ese movimiento contrario a las intervenciones militares de Occidente era sobre todo llevado a cabo por un movimiento social exclusivo de las democracias: los pacifistas. En la carrera armamentística,
En 1988 publica “El conocimiento inútil” que no levanta tanto revuelo, pero que no deja indiferente a nadie que lo lea. Defiende que la verdadera fuerza que mueve las sociedades no es la verdad, sino la mentira. En un momento histórico donde la información destaca tanto cuantitativamente como cualitativamente, los dirigentes e intelectuales siguen cometiendo errores y todo ello gracias a un fallo tan absurdo como vital: ignorar
Su crítica se centra sobre todo en la “intelligentsia”. En sus páginas acusa a los medios de comunicación de masas y a las élites culturales e intelectuales de atacar todo lo que “oliese” a derecha, sobre todo si estas medidas provenían de figuras políticas como Reagan, Thatcher, Kohl o Chirac. Su batalla ideológica se llevaba a tal extremo que no importaba mentir.
Gramsci llamó a los intelectuales a recoger el testigo de la clase obrera en la revolución. Pero no fue en los países comunistas donde estos tomaron el papel, ya que este papel lo ejercía de forma autoritaria y despótica el Partido y el Estado. Fue en las sociedades que Popper llamó “abiertas” donde más caló el discurso gramsciano.
¿Por qué ese cambio de agente revolucionario? Porque Gramsci y sobre todo los comunistas de libro, se daban cuenta de que las tesis de Marx y el marxismo estaban agotadas y vacías ya de contendido válido. Se hacía necesario que los creadores de ideas e ideologías, los creadores de opinión pública, en definitiva, los legitimadores de verdad, insuflaran nuevos aires al cadáver teórico del marxismo. Era necesario que alguien pensase, y como los pensadores marxistas de
Pero no toda crítica de Revel era de contenido político, sino que también dirigió sus ataques contra la cultura y las artes. En un alarde intelectual visionario, criticaba las teorías intelectuales que vaciaban de contenido toda ciencia para llenar ese vacío con un discurso hermético y todavía más vacío. Supuestos intelectuales como Lacan, Althusser, Teilhard de Chardin, Jacques Derrida, Deleuze, Slavoj Zizek, teóricos postmodernistas (Bauman, Lyotard, Vattimo, Baudrillard, Bataille, Laclau etc). Son autores de trabajadas teorías y discursos retóricos llenos de un hermetismo que únicamente oculta banalidad y vacío. Son disciplinas que se visten de ropajes de charlatanería pomposa para convertirse en, como dice Vargas Llosa, “ciencia humada de moda.”
Comprendemos ahora porque Revel fue un faro de luz en la intelectualidad francesa, un “rara avis” en esa hegemonía cultural y científica que el estructuralismo, el post-estructuralismo y el marxismo con todas sus variantes (neo, post y demás sufijos y prefijos) ejerce en Francia. Si ya es difícil encontrar liberales en Europa, la tarea se vuelve ardua en el país vecino, y Revel era un liberal con mayúsculas. Provocador, instigador, polemista pero sobre todo franco y claro con sus ideas, su magisterio sigue vigente más que nunca a pesar de su olvido en las Universidades.