El Parlamento de Cataluña acaba de prohibir las corridas de toros en toda la comunidad con un resultado de 68 por el SI, 55 por el NO y 9 ABSTENCIONES. Algunos dirán que con ésta resolución los vencedores son los toros, que ven como dejarán de ser "sacrificados" en un espectáculo sangriento de mal gusto. Sin embargo, yo no creo que los más beneficiados sean los toros de lidia, sino los nacionalistas.
En Cataluña los partidos de tendencia nacionalista llevan mucho tiempo, como en el resto de España donde existen estas agrupaciones políticas, intentando borrar todo lo que huela a España como nación. Se busca al fin y al cabo, crear una realidad nueva que no concuerda con el sentir general de la población, llegando incluso a crear conflictos de nuevo cuño entorno a temas donde previamente no existían, generando un malestar social innecesario y desviando la presión de la opinión pública sobre los asuntos realmente importantes.
Sucede así con la rotulación obligatoria en catalán para todo comercio, con multas astronómicas para los que se niegan a hacerlo; la ley de doblaje obligatorio al catalán; la negativa de permitir a los taxistas colocara banderas de España en sus taxis cuando la selección ganó el mundial; y sucede ahora con la lidia de toros.
Porque el verdadero problema no es que Cataluña y su Parlamento hayan descubierto el maltrato en la Fiesta Nacional, no estimados lectores. Lo que han descubierto los grupos nacionalistas es que bajo los argumentos de la dignidad del toro, puede obtenerse una victoria política contra el enemigo que es España y todo lo que representa. Así, no se logra acabar con un acto salvaje en pos del espectáculo, sino prohibir un símbolo nacional tan representativo de España como el toro y sus corridas. Al fin y al cabo, no ha sido el primer político que ha propuesto también prohibir vender muñecas vestidas de flamenco en los kioscos de Cataluña.
A mi no me gustan los toros, jamás podré soportar un espectáculo tan sangriento como el toreo. Por ello, no entraré jamás en una plaza de toros para ver un espectáculo de ese tipo. Sin embargo, que a mi no me guste no significa que aquellas personas que si disfrutan del toreo y el arte que representa su práctica, puedan seguir haciéndolo en libertad.
Si uno es defensor de la dignidad animal, por coherencia ideológica debería serlo en todo caso. Es decir, si uno está en contra de los toros, debería estarlo también de los encierros de San Fermín, la tira de hormigas en Laza, la "festa do boi en Allariz" ( fiesta del buey) o las peleas de gallos en Canarias, que miré usted por donde, prohibió anteriormente las corridas de toros. Pero para ir un poco más allá me pregunto: ¿estarán dispuestos los nacionalistas catalanes, tan defensores de la dignidad del toro, a prohibir también los "bous embolats" que tanto arraigo tienen en Cataluña?
Además, tengo la extraña sensación que la gran mayoría de los que defienden la supresión de la Fiesta usando argumentos pro vida y de respeto al animal, luego jamás serán vistos en manifestaciones y actos contra un auténtico asesinato como es el aborto. Estos ultra defensores de la vida luego se olvidan que se acaba de aprobar una ley en España que permite acabar con una vida humana que es incapaz de defenderse y que aún por encima, debe ser el Estado quien lo financie y permita.
En Cataluña los partidos de tendencia nacionalista llevan mucho tiempo, como en el resto de España donde existen estas agrupaciones políticas, intentando borrar todo lo que huela a España como nación. Se busca al fin y al cabo, crear una realidad nueva que no concuerda con el sentir general de la población, llegando incluso a crear conflictos de nuevo cuño entorno a temas donde previamente no existían, generando un malestar social innecesario y desviando la presión de la opinión pública sobre los asuntos realmente importantes.
Sucede así con la rotulación obligatoria en catalán para todo comercio, con multas astronómicas para los que se niegan a hacerlo; la ley de doblaje obligatorio al catalán; la negativa de permitir a los taxistas colocara banderas de España en sus taxis cuando la selección ganó el mundial; y sucede ahora con la lidia de toros.
Porque el verdadero problema no es que Cataluña y su Parlamento hayan descubierto el maltrato en la Fiesta Nacional, no estimados lectores. Lo que han descubierto los grupos nacionalistas es que bajo los argumentos de la dignidad del toro, puede obtenerse una victoria política contra el enemigo que es España y todo lo que representa. Así, no se logra acabar con un acto salvaje en pos del espectáculo, sino prohibir un símbolo nacional tan representativo de España como el toro y sus corridas. Al fin y al cabo, no ha sido el primer político que ha propuesto también prohibir vender muñecas vestidas de flamenco en los kioscos de Cataluña.
A mi no me gustan los toros, jamás podré soportar un espectáculo tan sangriento como el toreo. Por ello, no entraré jamás en una plaza de toros para ver un espectáculo de ese tipo. Sin embargo, que a mi no me guste no significa que aquellas personas que si disfrutan del toreo y el arte que representa su práctica, puedan seguir haciéndolo en libertad.
Si uno es defensor de la dignidad animal, por coherencia ideológica debería serlo en todo caso. Es decir, si uno está en contra de los toros, debería estarlo también de los encierros de San Fermín, la tira de hormigas en Laza, la "festa do boi en Allariz" ( fiesta del buey) o las peleas de gallos en Canarias, que miré usted por donde, prohibió anteriormente las corridas de toros. Pero para ir un poco más allá me pregunto: ¿estarán dispuestos los nacionalistas catalanes, tan defensores de la dignidad del toro, a prohibir también los "bous embolats" que tanto arraigo tienen en Cataluña?
Además, tengo la extraña sensación que la gran mayoría de los que defienden la supresión de la Fiesta usando argumentos pro vida y de respeto al animal, luego jamás serán vistos en manifestaciones y actos contra un auténtico asesinato como es el aborto. Estos ultra defensores de la vida luego se olvidan que se acaba de aprobar una ley en España que permite acabar con una vida humana que es incapaz de defenderse y que aún por encima, debe ser el Estado quien lo financie y permita.