El día después de unas elecciones uno puede encontrarse con tantos análisis como puntos de opinión. Algunos intentarán explicar el por qué de los resultados, otros justificar las respectivas victorias y derrotas. Yo, como no soy experto en procesos electorales y mucho menos, en sociología electoral, he decido dar mi más personal punto de vista sobre el resultado y lo que éste nos puede traer, que no es otra cosa que la tiranía de la soberanía popular.
Con los resultados ya casi cerrados, si me piden resumir en una frase mi opinión sobre los mismos es que "hemos decido no decidir". En España hemos claudicado de nuestra responsabilidad para otorgársela, una vez más, a otros, a esos que llamamos representantes políticos. Nos hemos inyectado en vena, pero además de forma premeditada y voluntaria, esa droga que tanto nos gusta que es el paternalismo estatal. Y nos encanta.
Aunque como tal el síndrome de Peter Pan no es reconocida como una enfermedad mental, parece que es la verdadera pandemia de las sociedades actuales. Claro que a ello ayuda y mucho, el otro lado de la ecuación que es el propio Estado, que no deja de lanzarnos el mensaje de que sin él, estamos perdidos. Sin voluntad por descubrir lo que por nosotros como individuos libres podemos lograr y cegados por el soma de ese estado del bienestar que, cual Matrix, no deja que despertemos, los resultados electorales no sorprenden tanto. Repito, hemos decidido no decidir, y estamos además, orgullosos de ello.
Hace unos días charlaba con un buen amigo que el eje izquierda derecha heredado de la Revolución Francesa, ya no tiene sentido. A día de hoy, el verdadero eje diferenciador en lo que se refiere a la acción política, es intervencionismo - no intervencionismo, o lo que es lo mismo, libertad - intervención. Hayek ya hablaba de los "socialistas de todos los partidos" cuando les dedicó su obra Camino de servidumbre. Ya en 1944, año de publicación del libro, él veía claro que el futuro de la democracia no iba a estar entre conservadores y socialistas, ni entre laboristas y democristianos, sino entre aquellos que van a defender la no injerencia del estado en todos los aspectos de nuestra vida y aquellos otros, da igual las siglas de su partido, que desean planificar al detalle todo lo que nos afecta.
Sin embargo, hay un pensador que se adelantó a él, Benjamín Constant, que allá por 1818 afirmaba en sus Principes de Politique:
"el reconocimiento abstracto de la soberanía popular no incrementa en nada la libertad de los individuos. [...] si atribuimos a la soberanía una extensión que no debe tener, la libertad puede perderse a pesar de ese principio o incluso en razón del mismo. [...] El error de quienes, de buena fe y por amor a la libertad, han otorgado un poder ilimitado a la soberanía popular deriva del modo en que se han formado sus ideas políticas [...] su cólera se ha dirigido contra los ejecutores del poder más bien que contra el poder mismo. En lugar de destruir este último, han pensado en sustituir a sus poseedores. Ha sido una lástima, pues en ello han visto una conquista. Han entregado el poder a la sociedad en su conjunto. Y de la sociedad en general ha pasado necesariamente a la mayoría, y de la mayoría a las manos de unos pocos y a menudo de uno solo. Y de este modo se han producido los mismos males que antes."
Y por la misma época, otro gran pensador francés, Alexis de Tocqueville, venía a decir lo mismo en su La democracia en América:
"Hasta hoy, nadie en los Estados Unidos ha osado proponer esta máxima: que todo está permitido en interés de la sociedad. Máxima impía, que parece haber sido inventada en un siglo de libertad para legitimar la llegada de lo tiranos"
Disfrutad ahora, de vuestros tiranos.