9 de junio de 2008

DE TRANSPORTISTAS, PESCADORES, AGRICULTORES, UN GOBIERNO PERDIDO Y EL DINERO DE LOS DE SIEMPRE.

Ya tenemos aquí las manifestaciones y las huelgas de los sectores de siempre cuando sube el precio del petróleo y los combustibles. Al igual que todos los años tenemos un pariente que vuelve por Navidad, cada cierto tiempo los MPHCSP (Me Pongo en Huelga Cuando Sube el Petróleo) colapsan nuestras calles y dejan desabastecidos nuestros mercados con sus reivindicaciones. ¿Y qué es básicamente lo qué quieren?, pues que el Estado les subvencione los combustibles para sus actividades, es decir, dinero, es decir, que ustedes y yo les paguemos llenar el depósito de sus camiones, tractores y barcos para seguir trabajando.

Voy a contarles un cuento: Era hace mucho tiempo el dueño de un bar (o de un kiosco, el frutero, etc.) tuvo que subir los precios de los cafés y los refrescos porque la luz para hacer los capuchinos y mantener frías las Fantas subió, porque el carnicero hizo lo mismo con la carne de las tapas que pone, el frutero de las frutas con las que hace el zumo y aún por encima, el chiquillo, un joven normal y corriente, decidió hace unos años estudiar una carrera y se fue a vivir de alquiler y claro, éstos también han subido. Esto es lo que se conoce como inflación, una enfermedad que se contagia a todos los sectores de no poder ser controlada, y la inflación, que no es otra cosa que la subida constante durante un tiempo a tasas elevadas de los precios, a quien más daño hace es a los pobres; Milton Friedman decía que era “el impuesto de los pobres.”

Pero volvamos a nuestro sufrido dueño del bar. La estrategia seguida por él se llama trasladar la subida de costes a precios, es decir, que si me suben los gastos para mantener mis beneficios subo los precios. Claro que nuestro barman no se percató de que sus clientes, ante la subida de precios, iban cada vez menos a su establecimiento, hasta que llegó el momento en que la subida de precios no compensó la subida de los costes debido a la falta de clientela (vendía cada vez menos y a pesar de que había subido los precios, ganaba menos dinero). Llegados a este punto, nuestro intrépido hostelero no se arrugó, bajo los precios al nivel anterior, sabiendo que perdía dinero pues no compensaba costes, pero no se quedo ahí, se puso en huelga junto con todos los hosteleros del país, para demandar del Gobierno que subvencionase la subida de los costes, pues con los precios como los tenía, no podía tener beneficios. Así que durante varios días, en España no se pudo tomar cafés con churros, ni colas, ni nada de nada, porque los pobres hosteleros andaban en piquetes y manifestaciones reclamando lo que consideraban justo para su sector. Ahora cambien bar por transportistas, pescadores o agricultores y verán que el cuento les sale igual.

Soy consciente de que he simplificado el problema, porque los transportistas o pescadores sufren algo que los dueños de un bar no sufren, los intermediarios. Los intermediarios son los contratistas, es decir, los que hablan con el supermercado para oír cuantas patatas necesitan, hablan con el agricultor para que tengan listo el pedido y hablan con el camionero para que transporte las patatas de Xinzo a MercaMadrid. En todo este proceso, a los agricultores les ponen un precio, a los transportistas otro y al supermercado otro, teniendo en cuenta que el supermercado traslada vía precios (sin los problemas de un bar) los costes al consumidor final. Sin embargo, cuando suben los costes al principio de la cadena y en medio (los productores y los transportistas), estos dicen que no pueden trasladar vía precios esas subidas porque los intermediarios del mercado son pocos, están aliados y casi son como una mafia, resumiendo, no hay competencia.

Esta falta de competitividad, que no es otra cosa que falta de mercado, se debe al cuasimonopolio de estos pocos cargadores, que pactan con los transportistas precios a largo plazo, que sin embargo la ley de Transportes Terrestres de 1987, permite revisar en caso de que el buen funcionamiento y beneficio de ambas partes esté en peligro; ¿actúa la ley? Pero vayamos un poco más allá, en el caso de que algunos transportistas acepten trabajar a precios por debajo de costes y los cargadores suban precios en destino (supermercados) se considera una actividad de dumping y está penada por ley; ¿hacen algo los responsables del gobierno en materia de transportes? evidentemente no.

Mientras tanto, los huelguistas dirigen sus críticas al actor equivocado, exigiendo medidas que en vez de favorecerles a ellos, favorecen principalmente a los culpables que la están provocando, pues de concedérseles sus peticiones, los cargadores seguirán imponiendo condiciones y precios en cuasimonopolio; y lo que es peor de todo, lo pagaremos cada uno de nosotros de nuestros bolsillos.

El problema es por supuesto mucho más complejo, y otro de los culpables es el propio gobierno, que establece unos impuestos sobre carburantes que llegan a casi el 41% del precio final del combustible, y esto afecta a los transportistas y a todos nosotros.

Con todo ello, que cada uno saque sus conclusiones, pero si me permiten un consejo, vayan preparando el bolsillo.

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