"Me pagan una miseria. No aprendo nada. Mi jefe no tiene ni idea." con esas palabras comienza un artículo de El País sobre la precariedad laboral y la falta de un plan de carrera para los ingenieros españoles.
Esa frase resumen a la perfección la situación de muchos ingenieros en nuestro tejido productivo actual:
- sueldos bajos para los supuestos años invertidos en la preparación.
- puestos de trabajo mal definidos.
- jefes de cargo, no líderes de equipo.
La obtención de un título de Ingeniería Superior y Técnica en España se encuentra en los cinco y tres años respectivamente, por lo menos así era antes de la reforma de Bolonia. Plazo de tiempo que se cumple siempre y cuando se aprueben todas las asignaturas en un plazo máximo de dos convocatorias y se termine el proyecto de final de carrera en el último año, es decir, trabajo, trabajo, trabajo y dedicación.
¿Se ve premiado ese esfuerzo? En la mayoría de los casos no. Los ingenieros acaban en puestos de trabajo cuyas características ya hemos descrito: bajos sueldos, empleos rutinarios y sin posibilidades de mejora futura. ¿Por qué? Básicamente a dos cosas: a) la sobrecualificación que disponen para las tareas que se les encomiendan; b) la falta un management profesional en las empresas españolas, sobre todo las pymes.
España sufre un síndrome que puede clasificarse como "titulitis". Bajo esa enfermedad, parece ser indispensable para cualquier responsable de RR. HH. de una empresa que todo trabajo deba ser cubierto por una persona con un título, a ser posible univesitario. Ello nos lleva a que trabajos cuyas necesidades hubiesen sido cubiertas con perfiles más bajos, sean cubiertnos con perfiles donde los empleados superan con creces las demandas del puesto, siendo infravalorados.
El origen de esa situación podemos encontrarla en la mala imagen que hasta hace poco, tenían los profesionales provenientes de la Formación Profesional. Muchos de los puestos que debían ser cubiertos por ellos, eran ocupados por titulados superiores. Se imponía el estereotipo de que cuanto más estudiado mejor preparado, independientemente de las condiciones y necesidades del trabajo a realizar.
La falta de una dirección empresarial profesional y de calidad se encuentra sobre todo en nuestras PYMES, pero no es exclusivo de ellas. No puede culparse de ello por completo a los emprendedores y empresarios, ya que aquí es donde nuestro sistema educativo tiene su gran fallo. Nuestras escuelas y universidades no preparan para emprender, sino para crear funcionarios públicos. A ello hay que sumar la lejanía y el desconocimiento de la realidad empresarial en las aulas, y de las aulas en la empresa. La ignorancia es mutua en este terreno.
Sin embargo, quid del meollo, está en la gestión de los responsables de Recursos Humanos en las empresas. Y en este terreno, en España aún queda mucho por hacer para realizar una tarea del gestión del conocimiento y los recursos humanos eficaz, eficiente y de calidad.
Existen buenos profesionales en el ámbito de los RR.HH. pero necesitamos más, pero sobre todo, necesitamos que las diferentes direcciones de empresa vean la utilidad vital del departamento de RR. HH. como algo más allá de los meros encargados de realizar nóminas, contratar gente y despedir empleados. Y para ello, la receta de siempre: formación, formación y más formación.
La situación que por lo tanto viven muchos ingenieros es un factor clave para ver nuestras posibilidades para cambiar nuestro modelo productivo. En ellos y otros profesionales, pero en ellos, está la capacidad de poder dar un giro radical a nuestro modelo de sol, playa y ladrillo. Su mala situación es el reflejo de nuestra mala situación económica desde el punto de vista estructural.
Las políticas de I+D+i, de sociedad del conocimiento y de información, de nuevas tecnologías, etc. no pueden llevarse a cabo si no disponemos de los recursos necesarios y, una parte vital de dichos recursos son los humanos. Todo lo que no sea incentivar los estudios técnicos y científicos, favorecer los valores que caracterizan a un emprendedor, de fomentar la iniciativa, la competencia, la profesionalidad y el afán de superación dejan en el mero intento cualquiera de las políticas arriba mencionadas tan necearias.
¿Significa ello más ingenieros y menos sociólogos, economistas o filósofos? No. Porque todos son necesarios con sus cualidades profesionales, porque todos son igual capaces para la creatividad, para emprender, para crear las empresas del nuevo siglo. Pero reconozcamos por lo menos a los primeros, que en lo que se trata de nueva economía o economía del conocimiento y la tecnología, tienen algo más que decir. ¿Se imaginan que les dejamos, les fomentamos, les oímos y trabajamos juntos? Pues no se lo imaginen, porque es lo que de verdad y con urgencia necesitamos.
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