Pues si. Cualquiera saca ahora la cabeza del tiesto y proclama a los cuatro vientos que sigue siendo liberal. Sin embargo, es ahora, más que nunca, cuando los liberales tenemos que hacer profesión de fe y no dejarnos avasallar por el pensamiento único que nos acusa de ser los responsables de la actual crisis financiera.
Los mismos que ahora rien a carcajada limpia viendo como el Gobierno de los USA, el Tesoro y la Reserva Federal (FeD) intervienen para "salvar" el sistema financiero, arguyen que es culpa del "neoliberalismo" actual (como si muchos supiesen que significa el término), las consecuencias que estamos viviendo. Sin embargo, son los mismos que olvidan fácilmente que el gobierno de Bush dista mucho de ser liberal, que se ha tratado de uno de los más intervencionistas y que parte de la reponsabilidad cae en sus decisiones de política económica.
Es conveniente recordar que tanto Clinton como su sucesor, George W. Bush, tenían claro que para una economía como la norteamericana, era necesario para que funcionara reactivar el consumo de las familias. Este consumo o bien se hace haciendo aumentar sus salarios o bien se les concede crédito. La opción elegida fue la concesión de crédito, aprovechando los tipos de interés bajos.
Pero esta decisión de que todo norteamericano fuese propietario ya formaba parte de los planes Franklin D. Roosevelt y su "New Deal", que contenía la creación de dos instituciones que seguro que nos suenan: Freddie Mac y Fannie Mae. Estas agencias de creación pública, funcionamiento privado y personalidad ambigua fueron las encargadas de asegurar todo crédito hipotecario concedido en los EE. UU. a aquellas personas con dificultades para adquirir un préstamo en condiciones normales de mercado. Así, se creó el riesgo moral de que estas instituciones podían respaldar cualquier cantidad porque detrás siempre estaría el Gobierno Federal dispuesto resolver sus dificultades.
Este riesgo moral, se acrecienta ahora con la decisión de llevar a cabo un "Plan de Rescate" del sistema financiero, defendiendo que de no llevarse a cabo, supondría un serio revés para la economía norteamericana y mundial. Es evidente que el sistema no se encuentra en una etapa fácil y boyante como la que ha vivido, pero ello no debe significar que el Estado deba intervenir para reducir sus consecuencias. Pues debemos recordar que los Gobiernos no tienen dinero, sino que lo recaudan vía impuestos de los ciudadanos, y estos no tienen porque financiar en un futuro la mala gestión de unos directivos. No se puede permitir que los beneficios sean privados y las pérdidas se socialicen, sobre todo porque ello puede originar que las ansias intervencionistas queden justificadas en el momento en que esta actual etapa pase, las aguas vuelvan a su cauce y los defensores del pensamiento único digan: "al igual que antes tuvimos que intervenir para ayudarles, ahora debemos intervenir para que no vuelvan a cometer errores."
Estamos jugando con fuego y parece que no queremos darnos cuenta de que a los estatistas e intervencionistas, la más pequeña justificación les resulta útil para hacer volar los resortes de nuestra libertad.
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