Los presupuestos del 2010 elaborados por el Ministerio de Economía han hecho saltar las alarmas por reducir las partidas presupuestarias que se dedican a las políticas de I+D+i. Ello originó una respuesta de disconformidad entre nuestros científicos e investigadores, que entre las muchas iniciativas emprendidas para dar a conocer dicho descontento, se encontraba el colocar un cartel de protesta en los diferentes blogs y páginas web como muestra de repulsa por la reducción presupuestaria (ver imagen aquí).
Un muy buen amigo mío se hizo eco de la iniciativa en su blog, y opinaba que: "el I+D es el comienzo de todo. Todo en alguna vez fue I+D. Sin I+D no avanzamos, el I+D actual son los estudiosos del ayer, los ilustrados, los enciclopédicos." No voy a ser yo quien le quite la razón, porque además de no poseer la facultad para quitar o conceder la misma, comparto con él su opinión. Lo que si voy hacer es matizar algunas ideas sobre la I+D, a la que considero que se debe añadir algo fundamental, la "i", o lo que es lo mismo, la "innovación".
La Fundación COTEC define en su publicación "Innovación tecnológica. Ideas básicas." (2001) el I+D como "el trabajo creador que, emprendido sobre una base sistemática, tiene por objeto el aumento del conocimiento científico y técnico, y su posterior utilización en nuevas aplicaciones (Freeman, 1975). Es el mecanismo generador de aquellas tecnologías y conocimientos propios con las que la empresa pretende potenciar o desarrollar sus productos, procesos y servicios. La amplitud de este objetivo hace que la I+D, a su vez, deba incluir una serie de actividades que persiguen resultados diferentes aunque conectados entre sí. La I+D comprende dos actividades básicas: la investigación básica, que persigue determinar nuevos conceptos o principios científicos, aunque no posean una utilidad directa; y la investigación aplicada, encaminada a buscar utilidad a los conocimientos adquiridos por la investigación básica, demostrando cuáles pueden ser sus aplicaciones y ventajas sobre soluciones ya conocidas. "
De lo anterior podemos deducir que la investigación y el desarrollo son importantes ya no sólo por las posibles aplicaciones futuras del descubrimiento, sino por el mero hecho del descubrimiento científico. Abarcamos así las dos dimensiones básicas de la ciencia y el conocimiento científico que yo denomino por un lado ciencia clásica, y por otro lado, ciencia moderna.
a) La ciencia clásica se caracteriza por la búsqueda del conocimiento con el fin de avanzar en la compresión de la realidad que nos rodea. Su meta es responder a las grandes preguntas.
b) La ciencia moderna se caracteriza por sumar a la ciencia clásica las posibles aplicaciones tecnológicas de los descubrimientos científicos. Su meta además de responder a las grandes dudas científicas del ser humano, es aplicar dichos conocimientos para logar avances tecnológicos que permitan el desarrollo económico y social de la humanidad.
La I+D es parcela de la ciencia clásica, sin embargo, la I+D+i es terreno de la ciencia moderna. Pero, ¿tiene esto alguna importancia, o se trata de simplemente matices retóricos? La respuesta es clara: tiene una importancia máxima.
Cualquier política que se centre únicamente en la Investigación y el Desarrollo, es coja e incompleta. ¿Por qué?, pues porque el ámbito de la ciencia clásica es elitista, es decir, sus resultados no llegan a las esferas ajenas al mundo de la ciencia. Debo decir en mi posible defensa que ello no es algo que carezca de valor, todo lo contrario. Sin embargo, el progreso que nos rodea se debe a los avances tecnológicos que ha producido y produce la ciencia moderna. Ésta es democrática porque nos hace a todos partícipes de los resultados de la I+D. Gracias a la ciencia moderna, a la innovación, al sumar la "i" en nuestra operación, poseemos todas las maravillas tecnológicas que nos rodean, desde la simple electricidad hasta nuestro más moderno aparato de telefonía móvil. Sólo una política que abarque la expresión completa de "I+D+i" puede producir resultados óptimos.
Ello me lleva a una nueva pregunta: ¿quién realiza la innovación?, pues multitud de personas, pero principalmente dos: los ingenieros y los emprendedores. Sobra decir que la cima se logra cuando nos encontramos con ingenieros emprendedores. Los ingenieros, a pesar de pecar de simplista, pueden ser definidos como aquellos que recojen las telas de los científicos y tejen los hilos de la tecnología dando lugar a mil y un productos. Los emprendedores son seres raros que a pesar de temer al riesgo, no se dejar paralizar por él y se lanzan a realizar proyectos de todo tipo en busca de un fin, por lo general, económico. Ambos comparten una característica en común: la satisfacción de necesidades.
Y esa característica entronca directamente con la definición de innovación que ofrece la Fundación COTEC: "La innovación, consistente en la aplicación comercial de una idea. Para el propósito de este estudio, innovar es convertir ideas en productos, procesos o servicios nuevos o mejorados que el mercado valora. Se trata de un hecho fundamentalmente económico que, incrementa la capacidad de creación de riqueza de la empresa y, además, tiene fuertes implicaciones sociales. Esta definición debe ser entendida en un sentido amplio, pues cubre todo el espectro de actividades de la empresa que presuponen un cambio substancial en la forma de hacer las cosas, tanto en lo que se refiere a los productos y servicios que ella ofrece, como a las formas en que los produce, comercializa u organiza."
Podemos preguntarnos, llegados a esta altura del camino, si el gobierno y por tanto, los presupuestos, tienen en cuenta todo lo expuesto en las líneas anteriores. Básicamente, si las partidas presupuestarias tienen una visión de la ciencia como ciencia clásica o bien como ciencia moderna. Lamentablemente, la dimensión que año tras año domina es la primera. ¿Por qué? Por la situación de nuestros ingenieros (tema tratado anterior mente en esta entrada), y por la dificultad de desarrollar una cultura emprendedora en nuestro país. Pero eso es otro tema.
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