16 de diciembre de 2009

La jaula de hierro de Samuelson

Antes de nada quiero dejar claro que no rechazo el uso de las matemáticas en la ciencia económica, pero si su abuso.

El ingeniero social, obsesionado con el control y el poder, siempre necesitó de una herramienta que diese validez a su discurso. Las matemáticas siempre fueron el instrumento elegido, pervirtiendo muchas veces su uso. No es de extrañar que la Rusia Soviética destacara en la economía planificada y el uso de la matemática en la ciencia económica.

Los economistas vivimos un sueño pensando que nuestros modelos complejos matemáticos nos permiten aprehender la realidad sin fallas. Luego le preguntamos a un matemático sobre nuestros modelos y no pueden evitar una sonrisa maligna, pues saben perfectamente que estamos lejos de usar una matemática para ellos “pura” y no pasamos de manejar con soltura cierta estadística aplicada.

Samuelson debe ser reconocido como un economista brillante, eso sin lugar a dudas. Pero también debemos matizar con cuidado su legado, pues no es oro todo lo que reluce en su obra.

Si bien debemos a él que las matemáticas formen parte de nuestras herramientas habituales, sus aportaciones a la teoría microeconómica, al comercio exterior y su síntesis de la economía neoclásica y keynesiana que todos los estudiantes de macroeconomía hemos “sufrido”. Por otro lado nos ha arrojado a la “jaula de hierro” de un positivismo radical.

Y escribo “jaula de hierro” porque los economistas (por lo menos una gran parte de nosotros), vivimos esclavizados por la dictadura del cálculo y el álgebra. Samuelson desterró para siempre la Política de la Economía, y lo que antes era economía política pasó a ser simplemente economía y posteriormente ciencia económica, como si esa apostilla necesitase para su aprobación el uso de las matemáticas.

El problema es que los modelos matemáticos no son perfectos, pero ese no es el principal y más peligroso de sus defectos. El mayor riesgo es que acabamos aceptando como un dogma de fe los resultados “numéricos” de esos modelos, olvidando que un modelo no es más que una representación más o menos simple de la complejidad que nos rodea.

No es aquí el lugar para desarrollar un discurso sobre los problemas de episteme y método que las matemáticas introducen en la economía, sólo recordar que parte de la crisis que estamos sufriendo parte de un uso abusivo y descontrolado de la estadística y la fe ciega en sus validaciones.

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