11 de febrero de 2010

Verín, su alcalde y el Plan E

Verín no es indiferente a las consecuencias de la crisis que padecemos pero, a mayores, su estructura económica y social propicia que esos males se potencien de manera exponencial. Problemas autóctonos como la falta de suelo empresarial, la demora de la aprobación del plan urbanístico, la emigración hacia núcleos urbanos con mayores demandas de trabajo por parte de perfiles laborales cualificados, las altas trabas y tasas municipales a la creación de nuevas empresas, etc.

Con este peso es normal que la lluvia de euros que supone el Plan E por parte del ejecutivo central parezca mana caído del cielo, sin embargo, no debemos dejarnos llevar por la euforia que parece mostrar el Sr. Jiménez (Alcalde de Verín, que en declaraciones a la un medio escrito provincial afirma: "La creación de puestos de trabajo a través de las 15 obras del plan estatal de inversión local impulsará el empleo en el municipio este año".

La razón de mi escepticismo es que este tipo de inversiones públicas son pan para hoy y hambre para mañana. Se crearan puestos de trabajo, cierto, pero no se emprende ninguna medida estructural que cambie el círculo vicioso al cual, desde hace tiempo, la villa parece abocada. Se trata de una gota de agua a un sediento que aún tiene que atravesar lo peor del desierto.

Aunque el segundo Plan E insiste, según fuentes ministeriales, en que los proyectos presentados deben circunscribirse al Proyecto de Economía Sostenible y cambio de modelo productivo; la realidad muestra que muchas de las iniciativas poco tienen que ver con esa meta. Ocurrió en el primer Plan E, cuyos resultados son muy discutibles en comparación con sus costes (ver análisis).

En términos de empleo, la gran mayoría de los puestos de trabajo creados por el dinero del Plan E ha sido destruido ya. ¿Por qué? Por la naturaleza de la inversión pública que se está aplicando que tiene una perspectiva de retorno a corto plazo. Se busca un retorno de la inversión demasiado pronto y en términos de publicidad y propaganda positiva para el Gobierno, pero no en términos de eficiencia económica.

Si uno acepta los postulados de la economía keynesiana (personalmente yo no los comparto), la necesidad para reactivar la producción nacional y el crecimiento necesita de un impulso de la demanda, y como esta se encuentra débil debido a la crisis, debe ser el estado quien le de energía, y lo hace mediante la demanda agregada vía gasto público. Sin embargo, los proyectos de inversión pública, en términos temporales, no son a largo plazo sino que se caracterizan porque tarde o temprano finalizan. No se puede estar construyendo rotondas, paseos marítimos y embalses eternamente.

Frente a ello, la inversión empresarial tiene un enfoque temporal permanente, pues cuando un empresario crea una empresa desea que este dure toda la vida, por no hablar de los accionistas. ¿Pero son incompatibles la inversión privada y la pública? En un principio puede parecer que no, pero se ha demostrado que una fuerte inversión pública tiene sobre la economía un curioso efecto de expulsión de la inversión privada, conocido como efecto crowding out.

Mientras sea el Estado quien invierta y no el sector privado, por mucho que rompa las ilusiones del Sr. Jiménez Morán, el desempleo seguirá campando a sus anchas. Lo dicho, pan para hoy y hambre para mañana.

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