Hace un tiempo coloqué un vídeo de rap sobre uno de los debates más importantes y actuales que se dan en teoría económica. Ambas posturas, resumidas muy mucho, dicen:
a) Keynes: Cuando una economía entra en recesión, es necesario que el Estado complemente la falta de demanda privada a través de la demanda pública vía gasto. Así, se fomenta el consumo, que redunda en la actividad y evita una caída del desempleo. Para más inri, el Gobierno debe ser muy duro con los ahorradores, pues el ahorro frena el consumo presente, lo cual perjudica la actividad económica. De lo que se trata es de inundar la economía de dinero a través de una política fiscal y monetaria laxa.
b) Hayek: Como todos los economistas de la Escuela Austriaca de Economía, nos dice que la culpa de los ciclos económicos se deben a expansiones crediticias previas, que provocan una valoración irreal de los riesgos que se asumen a la hora de invertir. La economía tiene tanto dinero circulando que llegado un punto, todos los proyectos de inversión futuros parecen rentables. Al cabo de un tiempo, la economía acabará recalentada, donde la subidas de precios deriven en una inflación peligrosa, llevando a los Bancos Centrales a cortar por lo sano el torrente de dinero fácil. Es en ese momento, cuando la falta de liquidez comienza a pasar factura a los proyectos que anteriormente parecían rentables pero que, ahora ya no lo son. El excesivo endeudamiento de la economía comienza a provocar un aumento de ahorro, para pagar las deudas, provocando un descenso del consumo, la productividad y por tanto, un aumento del desempleo.
Para Hayek, las soluciones keynesianas basadas en mayor gasto público, son como dar más alcohol a un borracho con resaca, es decir, solucionamos el dolor de cabeza a corto plazo, pero no erradicamos el problema real que es la adición al dinero barato. Además, los estados tienden a gastar en momentos de debilidad económica por encima de sus posibilidades de recaudación fiscal, lo que origina deuda estatal provocada por ese déficit fiscal. Agravando aún más la situación. ¿Por qué?
Porque esa deuda deberá ser algún día pagada, pues debemos recordar que el Estado no es productivo, sino que se financia básicamente vía impuestos. Si tenemos una política fiscal expansiva con aumentos del gasto público y sin subidas de impuestos, acabaremos con falta de dinero y endeudados.
Ese es el problema español. El Gobierno del Sr. Zapatero sumó a las promesas populistas como los 400€ y el cheque bebé (criticadas en su momento por tener un coste muy alto), un aumento espectacular del gasto público para políticas sociales de toda índole. Tras dos años en recesión, con una caída significativa de la recaudación fiscal y un gasto sin control, el déficit comenzó hacer acto de presencia. Y ese déficit tuvo que ser financiado, ante la negativa de subir impuestos, vía emsión de deuda.
Deuda que compran los fondos internacionales a los que tanto se acusa de especuladores, pero que al fin y al cabo son los que han permitido seguir gastando alegremente a este gobierno en sus medidas tan imprudentes. Ahora, los mismos fondos ven que nuestro Gobierno no hace nada para evitar seguir gastando, y tienen miedo de que no acaben pagando lo que les deben, por eso no quiere saber nada de nuestra economía. Exigen tipos de rentabilidad más alta para hacerse con nuestros bonos de deuda, huyen de nuestras empresas y alejan las inversiones. El problema es de tal magnitud, que hasta el Euro, del que forma parte España, comienza a verse como una moneda que pierde valor, ocasionando que los tenedores de euros deshagan sus posiciones y prefieran hacerse con otra moneda de más valor.
Otra vez más, Keynes parecía ser nuestro salvador del desastre como en los años 30, sin embargo, al igual que entonces, la aplicación de sus medidas nos lleva a una crisis de deuda estatal, desempleo y estancamiento económico como el ocurrido en los años 70. ¿Ahora, quién nos salva de él?
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