Me gusta comprobar la plasticidad ideológica del comunismo para, cual virus, cohabitar con cualquier otra ideología. El que ahora se nos presenta, y representa Alain Badieu en esta entrevista, es un comunismo new age muy característico.
Ya que no es la lucha de clases la que concentra la ruptura con el capitalismo, ni siquiera está ya en manos de la clase intelectual o del conocimiento como lo había argumentado Lukács, no, ahora es el concepto del amor el que marca la marcha revolucionaria del comunismo.
Para ello se afirman axiomas bastante discutibles:
A.- “Se ha establecido un régimen de existencia en el cual todo debe ser transformado en producto, en mercancía”. Para el Sr. Badieu esto ya lo había pronosticado Marx. Lamentablemente, el filósofo alemán no fue capaz de prever que acabaría el comunismo por convertir al hombre en la propia mercancía de su sistema.
Si por algo se caracteriza la economía actual es por su cada vez menor preocupación por el producto y sí por el servicio. Si todos los reproductores mp3 son iguales de buenos o malos entonces, ¿dónde está el secreto de Apple?; si un café es igual de sabroso o no en cualquier cafetería de barrio, ¿por qué triunfa Starbucks?; ¿por qué lo hacen Gmail y Google y no Hotmail e Internet Explorer?; ¿por qué vende más coches BMW que Mercedes? Podría poner mil ejemplos para demostrar que estamos en una economía de servicio y no de producto.
B.- “Una sociedad que no está gobernada por el hecho de que un hombre persigue su interés sino por la idea de la asociación de hombres. Es esa la asociación la que define los proyectos o las metas colectivas”. Pero no se explica cómo van a decidirse o quién va a tomar las riendas por las cuales se van a tomar las decisiones y las metas. Tampoco deja claro que pasaría si un individuo decide no formar parte para de ese colectivo. El principal problema del comunismo es su capacidad para diluir el valor del individuo, de la persona a favor de la masa. Millones de personas han muerto por la idea común de un estado igualitario y proletario, por la defensa de la verdadera religión o la supremacía de una raza. Para poder lograrlo, el primer paso es acabar con la individualidad, la diferencia. La persona no es más importante que el estado, la clase, la fe, etc. y cuando ello ocurre, por lo general, el propio concepto de respeto a la vida se difumina, pues qué valor tiene una vida humana frente al interés del bien común o colectivo.
No debe extrañarnos por tanto el miedo que la tecnología, y sobre todo internet, le dan. La capacidad de disidencia, incoformismo, debate y mecanismo de individualización que tienen las tecnologías de la comunicación, provocan auténtico pavor entre los que difienden a la masa. La libre circulación de conocimiento e información, por lo visto, no agradan a Badieu, que tilda de "falso igualitarismo" a una de las revoluciones más importantes de la historia de la humanidad. En el fondo, es consciente de que esa necesidad del comunismo por la masa obliga a una homogeneización y esa homogeneidad no es posible si en lo fundamental, en nuestra forma de pensar, se permite el debate, el libre conocimiento y la circulación sin restricciones de las ideas.
C.- Debemos tener cuidado en no confundir conceptos en apariencia iguales. Hobbes habla de lucha y no de competencia y aquí, los matices son en estos casos, importantes, sobre todo para un filósofo que dice ser alumno de un destacado intelectual de la filosofía analítica como Derrida. En la guerra se lucha, en el deporte se compite. Quizás ese ejemplo sea la forma más clara de encuadrar el problema. La competencia supone asumir unos valores de superación personal pero respetando al contrario. Eso no ocurre en la lucha.
Pero vayamos más allá; aceptemos el postulado de asumir la asociación como eje principal. El comunismo desde luego no tiene cabida en ese concepto desde el momento en que aceptamos que la disidencia, no se permite. Uno de los rasgos del asociacionismo es el carácter voluntario con el cual ingresan sus miembros. Sin embargo, seguimos sin dar respuesta a la pregunta de quién hará las tareas distributivas de los bienes y servicios necesarios en términos materiales.
Sin embargo, el capitalismo si. Es el interés propio, el egoísmo, el que nos lleva ya a una asociación voluntaria con el otro para logara aquello que no tenemos y necesitamos. El mercado no es más que la libre asociación de oferentes y demandantes que dan respuesta a sus necesidades vía comercio.
D.- Regresando a la necesidad de un elemento aglutinador necesario en toda teoría de masas, en este caso es el amor el que cumple ese papel de atractor. Pero, ¿quién define que tipo de amo?, ¿será válido cualquier tipo de amor?, ¿hablamos de amor independiente del sexo?, ¿se acepta la homosexualidad o la bisexualidad como un amor más, o únicamente el heterosexual?, ¿se permitiría el amor por los efebos como en la Grecia Clásica?, ¿se trata de un amor a lo divino? Una cosa está clara, tiene una concepción de amor particular, ya que lo que para muchos es aceptable, para él no: “Hoy se busca domesticar al amor con una mezcla de pornografía libre…”.
Además, esa competencia que se desdibuja en la entrega amorosa por el otro, ¿cómo encaja en ella el amor de pareja fiel que defiende? Y si nuestra pareja decide tener una relación abierta, ¿no estamos entonces ante un caso de entrega completa a la masa?, ¿no sería una forma de acabar con la competencia, el egoísmo, las luchas y el individualismo la entrega absoluta a todas aquellas personas con las cuales no apetezca mantener relaciones?
Por último, ¿cómo es posible defender el amor siendo maoísta? Esta teoría marxista llegó incluso a decidir el número de hijos que una familia debería tener, provocar un auténtico asesinato y abandono de niñas en China; ¿es ese el amor que defiende Badieu, un amor que el estado puede regular?
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