Este artículo del Catedrático de Historia del Pensamiento Económico Carlos Rodríguez Braum puede ser esclarecedor sobre la ola de proteccionismo que recorre Europa, sobre todo Francia y España, y las diferencias a la hora de ver la realidad que nos rodéa entre el Reino Unido y el resto de países de la Unión Europea. Sólo un dato curioso, el artículo data de hace unos tres o cuatro años, ¿visionario?
En un trabajo reciente (“Between Colbert and Adam Smith, The Cato Journal, Vol. 21 Nº 3, invierno 2002, págs. 359-367), Anthony de Jasay juega con cinco personajes para entrever el futuro de Europa: un nacionalista británico y otro francés visceralmente opuestos; la democracia “agresivamente imperiosa por una sobredosis de corrección política”; Adam Smith, un liberal; y Jean-Baptiste Colbert, un estatista, también rabiosamente antagónicos. El nacionalista pueblo británico no quiere la unión política, aunque sus clases ilustradas la apoyan; es un nacionalismo genuino: lo de afuera es malo. El nacionalismo francés, en cambio, mezcla admiración por lo propio con admiración por lo ajeno, y le frustra no haber podido ser una gran nación y haber sido superado por Gran Bretaña y Estados Unidos, y para colmo ayudado por esos mismos países en las grandes guerras del siglo XX, “una humillación que los franceses parecen incapaces de perdonar y que es la fuente principal de su resentimiento y recelo hacia todo lo anglosajón, en especial lo norteamericano”. Lo que Francia no puede conseguir por sus propias fuerzas, lo intenta mediante la Europa supranacional con liderazgo francés y con ideas francesas: es el famoso “modelo europeo”, es decir, un modelo antinortemericano en política exterior, con economías intervenidas y “justicia social”. O sea, un modelo francés. Según de Jasay hay dos señales de que esta ambición eurofrancesa avanza: una es la influencia gala en Bruselas, y la otra es la Política Agraria Común, “una caricatura de lo que una tecnocracia económicamente analfabeta es capaz de hacer”. En los demás países europeos los nacionalismos fuertes, y por eso no hay muchas protestas antieuropeas en Alemania, Italia o España. Pero si Alemania no paga entonces Francia deberá apoyarse más en la democracia y el socialismo. Antes la democracia podía ser discutida, como cualquier otro sistema para arribar a decisiones colectivas: “todos ellos comparten el fallo moral de los sistemas de decisiones colectivas, a saber, todos exigen que algunas personas se sometan a decisiones que sistemáticamente tienden a favorecer a otros a expensas suyas”. Pero ahora, apunta de Jasay, esta visión relativista ha sido reemplazada por un absolutismo democrático, una universal “corrección política”.
Entonces llegan Adam Smith y Colbert. Para Smith se parte de la presunción de la libertad: todas las acciones factibles son libres salvo que haya una buena razón para que no lo sean, y la carga de la prueba recae en quien plantea dicha razón. Colbert (no por nada una gran figura del mercantilismo) parte de la base de que una acción necesita estar justificada por un gran permiso o derecho; para detener a Colbert hay que demostrar que no tiene derecho a hacer lo que hace, algo difícil, mientras que él puede enseñar su permiso o señalar su derecho; la carga de la prueba recae sobre él y hay presunción de no libertad. Los actos que carecen de permisos explícitos o justificación, que el actor debe brindar: “Debe satisfacer a la sociedad que nada dañino o malo se va a cometer”. Según de Jasay el síntoma más elocuente de que la actitud prevaleciente es la colbertista y no la smithtiana es la “creciente y casi obsesiva preocupación por los derechos”. Otro día hablaremos de estos derechos y de la Europa social(ista).
___________________
Carlos Rodríguez Braum es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico y profesor en la Universidad Complutense de Madrid. Autor, entre otros libros de, Estado contra Mercado.
© Carlos Rodríguez Braum
© Publicado en Expansión
0 comentarios:
Publicar un comentario