Mi buen amigo Pato ha tenido la amabilidad de recomendarme una lectura sencillamente deliciosa e interesantísima: El paradigma de lo complejo, publicado Cinta de Moebio la Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, el artículo está escrito por Raiza Andrade et. al.
Principalmente el artículo sirve como una estupenda guía de orientación para todo aquel investigador que de golpe se ve asediado por conceptos y teorías de lo que se ha llamado Teoría de la Complejidad. Así si uno se pierde y no logra entender por qué todo el mundo habla de caos, orden, atractores extraños, sistemas abiertos y cerrados, autopoiesis, auto-organización, ruido, comunicación, resonancia, redundancia, ruido, incertidumbre, probabilidades y todo un etc. de nuevas propuestas epistemológicas, metodológicas y teorías variopintas no opte por el suicido intelectual, o lo que sería peor, el suicidio físico.
Indudablemente del valor pedagógico y educativo del artículo o del común acuerdo o no con el que uno acepte la revolución del paradigma de lo complejo, una duda me atenazó cuando terminé su lectura: ¿no estaremos confundiendo un cambio de paradigma científico con una destrucción de la ciencia, en los más puros términos postmodernistas, llegando incluso al relativismo más exacerbado?.
Las teorías de lo complejo suponen una nueva forma de hacer ciencia, de lograr conocimiento científico, pero ello no desacredita o no debería desacreditar lo que se está abandonando, en este caso, la física newtoniana o física clásica. Las fórmulas de la gravedad de Newton siguen magníficamente explicando la caída de los cuerpos, aunque si bien es cierto, se ven incapaces de revelar lo que ocurre a nivel subatómico o con cuerpos muy grandes como los astros. Se hace necesario así que para poder explicar el comportamiento de los quarks nazca una nueva teoría como es la física cuántica y que para explicar el espacio-tiempo, Albert Einstein hable de física de la relatividad. Sin embargo esos descubrimientos no desacreditan a Newton, sino prueben a tirarse de un cuarto piso y cuando lleguen al suelo verán que el viejo físico inglés tenía razón el maldito.
Lo que parece que cambia es la forma de hacer ciencia, estamos entonces en una revolución metodológica y epistemológica que nos obliga a replantearnos los conceptos de ciencia y verdad o conocimiento científico, incluso a demostrar si la igualdad aceptada de conocimiento científico igual a verdad. Se produce así un desmoronamiento total de los principios del empirismo y el positivismo, que por lo visto puede llevarnos a un terreno mucho más peligroso: el relativismo. No hay verdad, todo es relativo. Y si bien es cierto que no hay cosas blancas ni negras, que todo es cuestión de matices de grises, no todo camino ni todo pensamiento relativo es ciencia. Entonces surgen las grandes preguntas: ¿qué es ciencia? ¿qué es conocimiento científico? ¿cómo podemos llegar a ese conocimiento si existe?.
No esperen de mi que de unas respuestas claras y contundentes a estas preguntas, pues ni tengo las capacidad necesarias ni los conocimientos mínimos para hacerlo. Pero si me gustaría hacer de Pepito Grillo ante las voces que están surgiendo en respuesta a esas preguntas y a la valoración que se hace de la ciencia y el conocimiento científico.
He leído ya en multitud de lugares que “la ciencia ha muerto, viva la ciencia”, en claro sentido a que hemos enterado un tipo de ciencia y ha surgido otro tipo de ciencia. Aceptable hasta ahora, pero cuidado, ¿qué tipo de ciencia está naciendo?, o lo que es peor, ¿qué tipo de ciencia piensan algunos que está naciendo?. Muchos pensadores y filósofos han llegado al punto de decir que para llegar al conocimiento científico ya no es necesario la experimentación ni la demostración. Este resurgir de lo teórico, de idealismo al más puro estilo de Hegel es peligroso, pues se olvida que aunque una teoría pueda aceptarse sin experimentación y demostración, puede quedarse en mera teoría metafísica y no suponer conocimiento científico. Bajo este supuesto, si yo pienso que el mundo ha sido creado por Dios, la teoría creacionista, no tengo que demostrar ni experimentar nada para validar dicho conocimiento, y por tanto puedo otorgarle el rango de científico y por tanto, que sea aceptada por verdad. Un acto de fe se convierte en condición necesaria. Esto es algo que la ciencia jamás podrá aceptar.
Cuando leemos que rompemos con los esquemas tradicionales de la ciencia, no debemos entender que debemos obviar la demostración y la experimentación. Y quiero dejar claro que es necesario tanto la demostración como la experimentación. Puedo tener una teoría que permita la demostración, como la existencia de Dios de San Agustín o la demostración matemática, pero no puedo decir si ese fenómeno es cierto o no hasta que lo experimente.
Sé que ahora mismo más de uno me estará acusando de positivista radical y empirista burdo, pero no maten al ladrón hasta juzgarlo primero más a fondo. La probabilidad de que ocurra un fenómeno también es experimentación. Puedo determinar que la probabilidad de que un fenómeno ocurra sea de x %. Esto supone dos cosas importantes a la hora de concebir la nueva ciencia: a) la exactitud deja de existir como lo entendían los postulado de la ciencia clásica ; b) el conocimiento científico existe, pero sus resultados son probabilidades.
Yo puedo ofrecer una probabilidad sobre un fenómeno, utilizando diversas herramientas a mi alcance, y eso es lo que me diferencia del teórico puro, del idealista, del metafísico, del conocimiento dogmático o condicionado por la fe. No puedo demostrar las probabilidades de la existencia de Dios, pero si de donde estará una partícula, de una magnitud económica, de cuanto aumentará la natalidad, del número de pobres, del grado de cohesión de un grupo, etc.
Hemos pasado de un estado binario de 0 y 1 a un estado donde existen los intermedios, pero ello no implica que todo sea relativo. La ciencia sigue siendo el único camino válido para el conocimiento científico, aunque sea en términos de probabilidad y no por ello esto debe suponer el fin de ella; al fin y al cabo, lo que pasa es que por primera ciencias como la física, la química, la biología deben enfrentarse a algo que los científicos sociales llevan haciendo toda su historia: la probabilidad, el azar. Pero el azar no es relativo, no es postmodernismo, es simplemente otra forma de encontrar el camino con otros mapas.
Principalmente el artículo sirve como una estupenda guía de orientación para todo aquel investigador que de golpe se ve asediado por conceptos y teorías de lo que se ha llamado Teoría de la Complejidad. Así si uno se pierde y no logra entender por qué todo el mundo habla de caos, orden, atractores extraños, sistemas abiertos y cerrados, autopoiesis, auto-organización, ruido, comunicación, resonancia, redundancia, ruido, incertidumbre, probabilidades y todo un etc. de nuevas propuestas epistemológicas, metodológicas y teorías variopintas no opte por el suicido intelectual, o lo que sería peor, el suicidio físico.
Indudablemente del valor pedagógico y educativo del artículo o del común acuerdo o no con el que uno acepte la revolución del paradigma de lo complejo, una duda me atenazó cuando terminé su lectura: ¿no estaremos confundiendo un cambio de paradigma científico con una destrucción de la ciencia, en los más puros términos postmodernistas, llegando incluso al relativismo más exacerbado?.
Las teorías de lo complejo suponen una nueva forma de hacer ciencia, de lograr conocimiento científico, pero ello no desacredita o no debería desacreditar lo que se está abandonando, en este caso, la física newtoniana o física clásica. Las fórmulas de la gravedad de Newton siguen magníficamente explicando la caída de los cuerpos, aunque si bien es cierto, se ven incapaces de revelar lo que ocurre a nivel subatómico o con cuerpos muy grandes como los astros. Se hace necesario así que para poder explicar el comportamiento de los quarks nazca una nueva teoría como es la física cuántica y que para explicar el espacio-tiempo, Albert Einstein hable de física de la relatividad. Sin embargo esos descubrimientos no desacreditan a Newton, sino prueben a tirarse de un cuarto piso y cuando lleguen al suelo verán que el viejo físico inglés tenía razón el maldito.
Lo que parece que cambia es la forma de hacer ciencia, estamos entonces en una revolución metodológica y epistemológica que nos obliga a replantearnos los conceptos de ciencia y verdad o conocimiento científico, incluso a demostrar si la igualdad aceptada de conocimiento científico igual a verdad. Se produce así un desmoronamiento total de los principios del empirismo y el positivismo, que por lo visto puede llevarnos a un terreno mucho más peligroso: el relativismo. No hay verdad, todo es relativo. Y si bien es cierto que no hay cosas blancas ni negras, que todo es cuestión de matices de grises, no todo camino ni todo pensamiento relativo es ciencia. Entonces surgen las grandes preguntas: ¿qué es ciencia? ¿qué es conocimiento científico? ¿cómo podemos llegar a ese conocimiento si existe?.
No esperen de mi que de unas respuestas claras y contundentes a estas preguntas, pues ni tengo las capacidad necesarias ni los conocimientos mínimos para hacerlo. Pero si me gustaría hacer de Pepito Grillo ante las voces que están surgiendo en respuesta a esas preguntas y a la valoración que se hace de la ciencia y el conocimiento científico.
He leído ya en multitud de lugares que “la ciencia ha muerto, viva la ciencia”, en claro sentido a que hemos enterado un tipo de ciencia y ha surgido otro tipo de ciencia. Aceptable hasta ahora, pero cuidado, ¿qué tipo de ciencia está naciendo?, o lo que es peor, ¿qué tipo de ciencia piensan algunos que está naciendo?. Muchos pensadores y filósofos han llegado al punto de decir que para llegar al conocimiento científico ya no es necesario la experimentación ni la demostración. Este resurgir de lo teórico, de idealismo al más puro estilo de Hegel es peligroso, pues se olvida que aunque una teoría pueda aceptarse sin experimentación y demostración, puede quedarse en mera teoría metafísica y no suponer conocimiento científico. Bajo este supuesto, si yo pienso que el mundo ha sido creado por Dios, la teoría creacionista, no tengo que demostrar ni experimentar nada para validar dicho conocimiento, y por tanto puedo otorgarle el rango de científico y por tanto, que sea aceptada por verdad. Un acto de fe se convierte en condición necesaria. Esto es algo que la ciencia jamás podrá aceptar.
Cuando leemos que rompemos con los esquemas tradicionales de la ciencia, no debemos entender que debemos obviar la demostración y la experimentación. Y quiero dejar claro que es necesario tanto la demostración como la experimentación. Puedo tener una teoría que permita la demostración, como la existencia de Dios de San Agustín o la demostración matemática, pero no puedo decir si ese fenómeno es cierto o no hasta que lo experimente.
Sé que ahora mismo más de uno me estará acusando de positivista radical y empirista burdo, pero no maten al ladrón hasta juzgarlo primero más a fondo. La probabilidad de que ocurra un fenómeno también es experimentación. Puedo determinar que la probabilidad de que un fenómeno ocurra sea de x %. Esto supone dos cosas importantes a la hora de concebir la nueva ciencia: a) la exactitud deja de existir como lo entendían los postulado de la ciencia clásica ; b) el conocimiento científico existe, pero sus resultados son probabilidades.
Yo puedo ofrecer una probabilidad sobre un fenómeno, utilizando diversas herramientas a mi alcance, y eso es lo que me diferencia del teórico puro, del idealista, del metafísico, del conocimiento dogmático o condicionado por la fe. No puedo demostrar las probabilidades de la existencia de Dios, pero si de donde estará una partícula, de una magnitud económica, de cuanto aumentará la natalidad, del número de pobres, del grado de cohesión de un grupo, etc.
Hemos pasado de un estado binario de 0 y 1 a un estado donde existen los intermedios, pero ello no implica que todo sea relativo. La ciencia sigue siendo el único camino válido para el conocimiento científico, aunque sea en términos de probabilidad y no por ello esto debe suponer el fin de ella; al fin y al cabo, lo que pasa es que por primera ciencias como la física, la química, la biología deben enfrentarse a algo que los científicos sociales llevan haciendo toda su historia: la probabilidad, el azar. Pero el azar no es relativo, no es postmodernismo, es simplemente otra forma de encontrar el camino con otros mapas.