Desde el silencio del presidente del Gobierno el primer día, a la llamada de atención de los socios europeos a Zapatero para condenar la muerte de preso político Orlando Zapata, pasando por la respuesta callada de nuestro Ministerio de Exteriores, hemos llegado a la excreción verbal de un actor a sueldo del régimen ditactorial de La Habana como Willy Toledo.
El Sr. Toledo, representate insigne del sindicato de la ceja, resume perfectamente el sentir de los progres de este país y se atreve, con la valentía del que se sabe seguro en un país democrático, a llamar delincuente común a una persona que ha dejado su vida en la lucha por la libertad en Cuba.
Miles de personas sufren por dar una oportunidad a un país bajo las garras de una de las dictaduras más crueles y largas de la historia, personas que mueren por otorgar espacios de libertad a un pueblo oprimido. Y el Sr. Toledo que se cree un salva patrias resulta ser un guardian de la opresión, el asesinato y el sufrimiento.
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