“La educación es un proceso social de mucha mayor complejidad que los anteriores, en cuanto participa de los rasgos de ambos. Se produce de manera informal pero consciente, en la familia y en la sociedad; a su vez, y ya más formalizada, se imparte en las instituciones pedagógicas. Se distingue de socialización e instrucción en que persigue la realización de un tipo ideal de individuo. Comporta una dimensión normativa y por tanto precisa de una escala de valores. No cabe educar sin poseer previamente una visión del modelo de ser humano que se pretenda alcanzar.”[1]
Existe una verdadera dificultad para examinar a fondo y comprender los cambios pasados y los cambios futuros que nos esperan en el entorno de la educación. Educación y sociedad son elementos que se retroalimentan, y muchas veces el sistema educativo muestra a pequeña escala lo que está ocurriendo a gran escala, en la sociedad.
El protagonista del entorno educativo, sin querer volver a repetir ya todo lo dicho anteriormente, es la sociedad. Esta postura se defiende, sobre todo en sociología gracias a la visión del sistema educativo como uno de los focos más importantes de socialización, concepto este que parece haberse convertido en la verdad revelada, reverenciada e incluso algunas veces alabada, como ocurre con el egoísmo en la economía. Como factor de socialización, la sociología demuestra así que si una sociedad desea, en términos demasiado funcionalistas y evolucionistas, sobrevivir ordenadamente, debe hacer ocupar a la educación en un lugar privilegiado de sus necesidades. Por lo tanto, si la sociedad cambia, la educación debe hacerlo también.
La sociedad puede descomponerse en una serie de personajes en los cuales parece haber recaído todo el peso de la educación y su cambio. Podemos enumerarlos como sigue: los padres; la sociedad de la información y más concretamente Internet; los profesores y maestros pertenecientes al sistema educativos y; por supuesto, los alumnos.
En primer lugar me habría que comentar una cierta paradoja: los padres realizan ahora un doble papel; por un lado son los vigilantes de el comportamiento de sus hijos en entornos como amistades, horas de salida y llegada nocturna, etc; sin embargo parecen haber dejado dormido la responsabilidad educativa sobre sus hijos, tarea que recae exclusivamente en los profesionales del sistema educativo.
En segundo lugar tenemos la irrupción y uso creciente de Internet, que sigue un proceso imparable. Estamos ante una fuente de información nueva que trae el cambio según el cual la información ya no está simplemente en los libros.
En tercer lugar, los profesores han tomado papeles nuevos en contraprestación de los padres. Estos ya no son sólo fuentes de comunicación de saber, deben ser también educadores e profesionales en psicopedagogía. Papeles que no les corresponden y los cuales les desbordan. A todo ello debemos unir las continuas reformas educativas que fomentan el descontrol, la desorganización, la sensación de inestabilidad, desmotivación, etc.
Los alumnos constituyen el núcleo central de todo el sistema educativo, o así por lo menos debía de ser. Se acusa continuamente a los alumnos de su falta de motivación, de su incapacidad para el esfuerzo, el trabajo continuo, su pereza por el aprendizaje, etc, etc. Sin embargo, quizás el problema no esté únicamente en el alumnado: “En el anhelo de romper con las injusticias y tratar de dar igualdad de oportunidades a todos, lo que se ha conseguido ha sido una igualación pero por abajo, lo que repercute en los resultados académicos. Tenemos un claro ejemplo de esto en el último informe PISA, que sitúa a España en el vagón de cola en cuanto a la calidad del sistema educativo en comparación con otros países OCDE.”[2]
Ha todo lo anterior debemos añadir un nuevo reto, el multiculturalismo y la interculturalidad presentes cada vez más en la sociedad y por tanto en la escuela. Desafío no pequeño en el cual los métodos que se usen para su solución puedan determinar como se intenta dar, y perdón por la redundancia, solución a los mismos problemas en el entorno global social.
Resumiendo: “Se hace necesario un pacto político sobre educación y no que ésta sirva como elemento arrojadizo entre los partidos. Es preciso unir los contradictorios criterios de integración (bajar criterios) y calidad (subir criterios) y superar de una vez por todas la dinámica reforma- contrarreforma.”[3]
En el cambiante mundo del trabajo, se han observado varios cambios en la organización laboral, por ejemplo:
- trabajo en equipo,
- descentralización de las tareas de apoyo, como el control de la calidad y el mantenimiento,
- diversificación del trabajo, rotación entre puestos y rotación entre departamentos,
- gestión de los conocimientos,
- teletrabajo,
- redes virtuales,
- nuevas formas de distribución del tiempo de trabajo.
Los mercados laborales han cambiado a lo largo de los últimos treinta años. El futuro laboral está en los mercados laborales flexibles. La flexibilidad de los mercados laborales ha permitido la rápida expansión del empleo y la incorporación de un gran número de trabajadores que entran por primera vez o reingresan a ellos. El resultado ha sido nuevos puestos de trabajo y la incorporación de las mujeres a los mercados laborales, pero no necesariamente salarios reales medios más elevados.
Se produce una necesidad de lo que se conoce como Nuevos Yacimientos de Empleo (NYE), centrados en una serie determinada de demandas y servicios: “Respondiendo a estas nuevas necesidades, se plantean cuatro áreas en las que se inscriben los diferentes ámbitos de creación de empleo de los NYE:
1. Los servicios de la vida diaria o servicios de proximidad, como los servicios a domicilio, el cuidado de los niños, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y la ayuda a los jóvenes en dificultad y su inserción.
2. Los servicios de mejora del marco de vida, referidos a la mejora de la vivienda, la seguridad, los transportes colectivos locales, la revalorización de los espacios públicos urbanos y los comercios de proximidad.
3. Los servicios culturales y de ocio, que engloban al sector turístico, el audiovisual, la valorización del patrimonio cultural y el desarrollo cultural local.
4. Los servicios del medio ambiente, referidos a la gestión de los residuos, la gestión del agua, la protección y mantenimiento de las zonas naturales y la normativa-control de la contaminación e instalaciones correspondientes.”[4]
La pregunta se hace evidente: ¿está nuestra educación preparada para esos nuevos yacimientos de empleo? ¿qué pasa con los conocimientos que no pueden aplicarse a los NYE; deben dejar de impartirse? ¿Tiende la sociedad a una cultura de los tecnológico-práctico, olvidándose de que también el arte y las humanidades suponen riqueza social, económica y cultural? Ese es el reto que se nos plantea.
[1] Quiero agradecer aquí la ayuda para la realización de este comentario, del trabajo realizado por Eleder Piñerio Aguiar (2004):
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Revista Valenciana D´Estudis Autonomics: La cuestión de los Nuevos Yacimientos de Empleo en