8 de enero de 2006

Fundamentalismos (III)

Otro hecho destacado es la crisis de 680-692, donde a la muerte del Califa, le sucede su hijo mayor Yazīd, bien visto por los hombres cultivados pero no así por los pietistas; “y de todas formas no dependía de él el que desapareciesen las pretensiones de los que sostenían tener derechos que hacer valer y encontraban que una sucesión era una buena ocasión para ello.

Otro hecho destacado es la crisis de 680-692, donde a la muerte del Califa, le sucede su hijo mayor Yazīd, bien visto por los hombres cultivados pero no así por los pietistas; “y de todas formas no dependía de él el que desapareciesen las pretensiones de los que sostenían tener derechos que hacer valer y encontraban que una sucesión era una buena ocasión para ello. Hasan (hijo mayor de `Alī, comprado por el califa) había muerto, pero en Medina estaba todavía su hermano menor, el segundo hijo de Fātima, Husayn (= el pequeño de Hasan)” (CAHEN, C. 1992: 30). La revuelta fracaso ya que el joven Husayn no tenía dotes de general y llevado más por sus ideales, halló la muerte sorprendido en Kerbela. Actualmente los chiies rememoran el sufrimiento del joven Husayn y toda la familia de ´Alī por la lucha contra los usurpadores, con ritos parecidos a los Misterios de la Edad Media cristiana.

Durante los siglos siguiente, la expansión del Islam se hace imparable, llegan a la Península Ibérica, con el ascenso de los sŷluquíes se consolidan los turcos, sufren el acoso del Imperio Mongol, nace el Imperio Otomano y cae Constantinopla y por tanto el Imperio Bizantino, Europa deja de controlar el Mediterráneo Oriental, con la caída del Imperio Otomano se produce una desfragmentación de los territorios del imperio, hasta que en 1914 cae el Imperio Turco, después de la cruenta Iª Guerra Mundial.

Es a partir de finales del siglo XIX y principios del XX donde los territorios antiguamente musulmanes empiezan a ser colonizados por las potencias Europeas como Gran Bretaña, Francia, Alemania; llevando consigo sus credos e ideas, los avances de la Revolución Francesa y la Industrial, pero sobre todo, la explotación que significó para la población nativa el sometimiento a las potencias de Occidente, que saquearon sus recursos naturales y económicos y utilizaron la mano de obra de forma totalmente esclavista.

Después de la descolonización y el reparto de las colonias como un tablero geográfico perfecto sin tener en cuenta etnias y religiones, ha provocado tensiones internas, luchas étnicas, guerras civiles y sobre todo, un sentimiento de rabia, impotencia y dolor entre la población que observa que cualquier influencia extranjera se convierte siempre en algo negativo.

El mundo bipolar de la Guerra Fría convirtió Oriente Próximo y la Península Arábiga en el tablero de ajedrez de los Estados Unidos y la URRS por la supremacía mundial.

“Los años setenta estuvieron marcados por la irrupción de los movimientos islamistas militantes en la mayor parte de los países del mundo musulmán, y culminaron con el triunfo de la revolución iraní, en febrero de 1979, destruyendo el Estado impío del sha y edificando sobre sus ruinas una república islámica que aplicó los preceptos establecidos por el ayatolá Jomeinei a principios de la década. Los acontecimientos que tuvieron lugar en Irán trastornaron las representaciones comunes del Islam en su conjunto: lo que se consideraba una religión más bien conservadora y retrógada, cuya pertenencia social y política estaba en declive al tiempo que progresaba la modernización, súbitamente se convirtió en el punto de mira de todas las atenciones, todas las esperanzas y todos los temores. El propio movimiento islamista, cuya existencia era desconocida para mucha gente, fue asociado a una revolución de un perfil impreciso pero cuya naturaleza parecía tan radical como anti-occidental.

Ahora bien, la politización del Islam durante esta década no se redujo a la revolución iraní, aunque ésta fue el caso más espectacular de ésta. Cinco años antes, en la época que siguió a la guerra de octubre de 1973, se consolidó el poder financiero saudí, lo que permitió que la corriente wahabita-islamista, puritana y socialmente conservadora, se extendiera por todas partes y conquistara una posición de fuerza en la expresión internacional del Islam. Su representación era menos visible que la del Irán jomeinista, pero era más profundo y podía tener una vida más duradera. Esta corriente aventajó al nacionalismo progresista que había triunfado en la década de los sesenta, reorganizando el ámbito religioso favoreciendo las asociaciones y a los ulemas que se inscribían en su obediencia y, al inyectar unos flujos financieros considerables en el ámbito islámico, se ganó a una gran parte de adeptos. Aunque se oponía claramente la virtuosa civilización islámica a la corrupción de Occidente, Arabia Saudí, de donde procedía la mayor parte de los fondos, siguió siendo aliado esencial de Estados Unidos y de Occidente frente al bloque soviético. En el mismo año 1979 se inició en Teherán la victoria de la revolución islámica al grito de ¡Abajo América! y se acabó con la invasión soviética de Afganistán, que tuvo como consecuencia la implicación masiva de la CIA en el bando de los luchadores de la yihad afgana. La ayuda americana y saudí a los muyahidín pasó en gran parte por el Pakistán del general Zia ul Haqq, ferviente admirador de Mawdudi, del que varios colaboradores suyos fueron ministros en Islamabad.” (KEPEL, G. 2001, 87-88)

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