La iglesia se siente atacada porque por fin se ha corregido una injusticia, porque al fin los homosexuales pueden casarse y equiparar sus derechos con una pareja casada heterosexual. Humildemente me pregunto: ¿no puedo sentirme yo ofendido y atacado por la doctrina moral de la iglesia?. Sus defensores me dirán que la doctrina de la iglesia no puede ofenderme y atacarme, pues está basada en el amor y el respeto al prójimo, que soy un hijo más de Dios y que por tanto soy amado y respetado. Entonces yo a estos les pido que me expliquen las declaraciones de Rafael Termes, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, realizadas en el diario El País el día de hoy.
Tengo la necesidad de que alguien me razone comentarios tan llenos de amor como: “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y nada puede justificarlos...”, “la homosexualidad, en sí misma, es condenable, y el homosexual curable”. ¿Curable?, ¿significa eso que estoy enfermo?, ¿qué tengo que acudir a un especialista médico a curar esta terrible dolencia que es amar a otro hombre?. Si con estas grandes perlas uno no puede sentirse ofendido y atacado, que venga alguien más inteligente que yo y me lo explique, modestamente, como yo estoy enfermo y tengo mis sentidos aturdidos por el virus de la homosexualidad no puedo quizás ver la realidad del tema.
Pero tengo que estar tranquilo, quizás me he alarmado demasiado, el propio Rafael Termes para consolarme ha acudido a un gran especialista como Aquilino Polaino, sabio entre sabios, que me explica que la razón de mi enfermedad puede encontrarse por dos vías: genética, (vaya, entonces quizás no es tan antinatural como intentan algunos demostrar); o adquirida por el entorno social. A este sabio iluminado, genio del pensamiento y mente privilegiada le pregunto: ¿Conoce algún padre o madre que fomente la homosexualidad entre sus hijos? ¿A escuchado alguna vez a un padre o una madre decir: “¡Uy!, mi Pedrito es todo un homosexual, en la guardería no hace más que tener novios, los trae a todos locos por él”. Claro que no, nadie desea tener un hijo maricón o lesbiana, ningún padre quiere tener uno bicho raro de esos porque es una desgracia para la familia, pero claro, si viene que le vamos hacer, habrá que respetarlo y quererlo igual (eso en el mejor de los casos). El “profesor” Aquilino Polaino no ha tenido que luchar primero para aceptarse a si mismo, a tragarse el orgullo y aguantar todo tipo de chanzas e insultos sobre maricones, mariquitas, bolleras, marimachos; no ha tenido que dar esquinazo y mentir a unos padres cuando le preguntan a uno sobre sus novias; no ha tenido que luchar contra sus sentimientos cuando un amigo empieza a ser más que un amigo y las dudas asaltan, el miedo te asedia y lo único que quieres es que nadie note que estás enamorado. Es cierto que con el tiempo estas cosas se superan, uno va ganando confianza y empieza a percibir que no todo es tan negro, y que si uno es gay o lesbiana, no tiene la culpa de nada; entonces llegan otras pruebas igual de duras, llega el momento de coger a unos padres y decirles eso de “papa, mama, soy gay” y escuchar los llantos de una, los por qué de otro, el ver la incomprensión y el miedo en sus ojos, el asombro y el sentimiento de rechazo y negación hacia tu persona, si ya sabemos que al final todo se aclara (para aquellos que tienen esa suerte, pues otros muchos ya no vuelven a ser respetados y aceptados); llega el momento de explicarle a tus amigos porque nunca te han visto con chicas, a dar por ciertos esos rumores que durante tanto tiempo has negado, algunos se marcharán y otros se quedarán, sin embargo, nada volverá a ser igual, por mucho que ellos intenten decir que no es así.
Así que cuando después de muchos siglos de injusticia, de purgas, de condenas, insultos, ofensas se percibe una pequeña luz al final del túnel, la iglesia dice que se pare el mundo, que eso no puede ser, que a estos enfermos no podemos darle derechos, que hacerlo es un insulto para todos los considerados normales.
La iglesia no se siente atacada porque se casen dos hombres o dos mujeres, se siente atacada porque pierde otra parcela de poder, que se suma a otras muchas que ha ido perdiendo y no es capaz de asimilar. Y a todos aquellos que me respondan que la iglesia no aspira al poder terrenal les diré que deben repasar un poco de historia, que deben preguntarse porque ese intento por su parte de controlar todas las etapas del ser humano.
Yo me siento atacado y ofendido por una institución que es capaz de influir en miles de personas, sino, imagínense a la iglesia negando la existencia de alma a las mujeres y considerándolas poco más que animales de compañía del varón, pues no se lo imaginen, eso ya sucedió y forma parte de la historia de la iglesia; por todo eso y por un Dios vengativo que no mueve un dedo por el hambre en el mundo, pero sin embargo castiga a Sodoma y Gomorra simplemente por prácticas homosexuales, yo me siento insultado y vilipendiado.
Con aprecio y cariño para todos aquellos amigos que saben de lo que hablo. Gracias a vosotros he conseguido ver una realidad que permanecía oculta ante mis ojos.
Tengo la necesidad de que alguien me razone comentarios tan llenos de amor como: “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y nada puede justificarlos...”, “la homosexualidad, en sí misma, es condenable, y el homosexual curable”. ¿Curable?, ¿significa eso que estoy enfermo?, ¿qué tengo que acudir a un especialista médico a curar esta terrible dolencia que es amar a otro hombre?. Si con estas grandes perlas uno no puede sentirse ofendido y atacado, que venga alguien más inteligente que yo y me lo explique, modestamente, como yo estoy enfermo y tengo mis sentidos aturdidos por el virus de la homosexualidad no puedo quizás ver la realidad del tema.
Pero tengo que estar tranquilo, quizás me he alarmado demasiado, el propio Rafael Termes para consolarme ha acudido a un gran especialista como Aquilino Polaino, sabio entre sabios, que me explica que la razón de mi enfermedad puede encontrarse por dos vías: genética, (vaya, entonces quizás no es tan antinatural como intentan algunos demostrar); o adquirida por el entorno social. A este sabio iluminado, genio del pensamiento y mente privilegiada le pregunto: ¿Conoce algún padre o madre que fomente la homosexualidad entre sus hijos? ¿A escuchado alguna vez a un padre o una madre decir: “¡Uy!, mi Pedrito es todo un homosexual, en la guardería no hace más que tener novios, los trae a todos locos por él”. Claro que no, nadie desea tener un hijo maricón o lesbiana, ningún padre quiere tener uno bicho raro de esos porque es una desgracia para la familia, pero claro, si viene que le vamos hacer, habrá que respetarlo y quererlo igual (eso en el mejor de los casos). El “profesor” Aquilino Polaino no ha tenido que luchar primero para aceptarse a si mismo, a tragarse el orgullo y aguantar todo tipo de chanzas e insultos sobre maricones, mariquitas, bolleras, marimachos; no ha tenido que dar esquinazo y mentir a unos padres cuando le preguntan a uno sobre sus novias; no ha tenido que luchar contra sus sentimientos cuando un amigo empieza a ser más que un amigo y las dudas asaltan, el miedo te asedia y lo único que quieres es que nadie note que estás enamorado. Es cierto que con el tiempo estas cosas se superan, uno va ganando confianza y empieza a percibir que no todo es tan negro, y que si uno es gay o lesbiana, no tiene la culpa de nada; entonces llegan otras pruebas igual de duras, llega el momento de coger a unos padres y decirles eso de “papa, mama, soy gay” y escuchar los llantos de una, los por qué de otro, el ver la incomprensión y el miedo en sus ojos, el asombro y el sentimiento de rechazo y negación hacia tu persona, si ya sabemos que al final todo se aclara (para aquellos que tienen esa suerte, pues otros muchos ya no vuelven a ser respetados y aceptados); llega el momento de explicarle a tus amigos porque nunca te han visto con chicas, a dar por ciertos esos rumores que durante tanto tiempo has negado, algunos se marcharán y otros se quedarán, sin embargo, nada volverá a ser igual, por mucho que ellos intenten decir que no es así.
Así que cuando después de muchos siglos de injusticia, de purgas, de condenas, insultos, ofensas se percibe una pequeña luz al final del túnel, la iglesia dice que se pare el mundo, que eso no puede ser, que a estos enfermos no podemos darle derechos, que hacerlo es un insulto para todos los considerados normales.
La iglesia no se siente atacada porque se casen dos hombres o dos mujeres, se siente atacada porque pierde otra parcela de poder, que se suma a otras muchas que ha ido perdiendo y no es capaz de asimilar. Y a todos aquellos que me respondan que la iglesia no aspira al poder terrenal les diré que deben repasar un poco de historia, que deben preguntarse porque ese intento por su parte de controlar todas las etapas del ser humano.
Yo me siento atacado y ofendido por una institución que es capaz de influir en miles de personas, sino, imagínense a la iglesia negando la existencia de alma a las mujeres y considerándolas poco más que animales de compañía del varón, pues no se lo imaginen, eso ya sucedió y forma parte de la historia de la iglesia; por todo eso y por un Dios vengativo que no mueve un dedo por el hambre en el mundo, pero sin embargo castiga a Sodoma y Gomorra simplemente por prácticas homosexuales, yo me siento insultado y vilipendiado.
Con aprecio y cariño para todos aquellos amigos que saben de lo que hablo. Gracias a vosotros he conseguido ver una realidad que permanecía oculta ante mis ojos.