Para Steve Bruce el fundamentalismo tiene su origen en lo que podíamos denominar el triangulo del fundamentalismo, veámoslo gráficamente:
Steve Bruce mantiene que los fundamentalismos (sobre todo el islámico actual), mantiene el anterior esquema, típico de las sociedades feudales de la Edad Media europea; pero mientras Europa encontró una salida al triangulo fundamentalista, que fue la creación de un Estado laico y la democracia, producto de la sustitución de la religión por la razón: en el Islam, este proceso se encuentra aún en vida.
Las características de la historia pasada del Islam provocan la supervivencia de la religión como centro fundamental de cohesión de la sociedad islámica, siendo esta el lazo para el nacionalismo y la etnicidad; es decir, la idea de nación y etnia para el mundo islámico viene determinada por la pertenencia a una religión común, la pertenencia del grupo de los Imān (creyentes). Hagamos una breve referencia a la historia del Islam para comprender mejor este papel de la religión.
El Islam se encuentra relacionado en sus primeros momentos con el contexto histórico de la Península Arábiga.
Arabia estaba constituida en su principal mayoría por nómadas (camelleros que recorrían en desierto en largas marchas) y núcleos de población asentada, en zonas agrarias unas y comerciales las otras.
Los beduinos se organizaban en tribus, cuyo poder recaía sobre un šayj (jeque) elegido, rodeado de notables, los beduinos amaban la libertad, pero ello no era problema para demostrar una solidaridad tribal que los lanzaba pequeñas guerras tribales, por necesidades de venganza o de necesidad alimenticia. Su religión, “muy pobre, tenía vagas relaciones con las viejas creencias semíticas: su rasgo más destacado era el temor a toda clase de demonios; el culto, que era elemental, incluía algunas reuniones en torno a piedras sagradas, peregrinaciones que podían combinarse con ferias, como en el caso de las que se hacían entorno a la Ka´ba, en La Meca.” (CAHEN, C. 1992, 4)
Sin embargo, en las zonas costeras de Arabia existían pequeñas comunidades situadas en lo que hoy es el actual Yemen; o el nabateo de Petra, al este del Mar Muerto; o el de Palmira, al oeste del Eúfrates; más tarde podemos hablar de los gassaníes y los lajmies, que desarrollaron una actividad comercial en Siria con Constantinopla el primero y con Ctesifón el segundo, la capital sasánida situada sobre el Tigres. Sin embargo, lo más destacado fue que “el hecho de que la tribu de Kinda hubiese logrado en la misma Arabia en el siglo V, agrupar bajo su égida una verdadera federación, primer signo de un cambio. Por otra parte, en algunas ciudades existían «repúblicas» aristocráticas rudimentarias de grandes mercaderes ambulantes; en particular en La Meca, donde estaba establecida la tribu Qurayš.” (CAHEN, C. 1992, 4)
En este contexto nace Mahoma (Muhammad), cuyos datos biográficos se conocen principalmente por el Qur´ān (Corán) y los hadīt, la tradición; palabras o hechos del profeta transmitidos por sus compañeros.
Mahoma logra gracias a su principal meta, dotar a la religión de una mayor estado sagrado, la unificación de las tribus y la primera idea de un estado del Islam, cohesionado por las creencias reveladas de Ala.
A la muerte de Mahoma, cogen su testigo los denominados jalīfa (califa), los cuales tienen el poder religioso y político, pero ya no son profetas ni mensajeros de la Revelación, lo cual provoca unos pequeños intentos por parte de algunas tribus de volver a su amada libertad, pues el pacto de unión había sido realizado con Mahoma; estas distensiones iniciales son pronto resueltas.
Un hecho fundamental para el Islam surge con el asesinato de `Umar, que provocará una crisis interna debido al nombramiento de `Utmān, de descendencia directa con el Profeta, perteneciente a la aristocracia qurayší.
`Utmān se vio enfrentado a una serie de problemas de fidelidad entre sus lugartenientes más alejados, opto por una política de concesiones familiares, lo cual provocó disidencias entre las familias cada vez más ricas gracias al comercio y la expansión, que acusaban al califa de nepotismo. “Entre sus enemigos se encontraban en Medina, Ayša, la viuda aún joven del Profeta, y el primo y yerno de éste, `Alī; en Egipto, `Amr y otros. Una coalición se formó entre los emisarios de unos y otros, que concluyó, sin que sea posible separar la parte de responsabilidad, intención o azar que en ello hubo, con el asesinato, en condiciones bastante sombrías del viejo califa mientras rezaba” (CAHEN, C. 1992, 22)
`Alī se presenta por tanto como nuevo califa, sin embargo los problemas no van a parar de surgir, pues había sido impuesto por un partido, el de los victoriosos contra el anterior califa, por lo tanto no era aceptado por todos, de este ruptura proviene la primera fitna de la comunidad. Se producen revueltas tanto por parte de los que no aceptan al nuevo califa como por parte de los que antes le habían apoyado, como la viuda del Profeta, al cual no caía nada bien la persona de Àlī. Después de las batallas del Camello y la que tuvo lugar en el Medio Eufrates, se produce un hecho curioso. Las parte beligerantes deciden ver si el asesinato podía ser admitido, lo cual provoco más divisiones en torno al Islam: “De este modo se perfilaban los tres partidos que, durante siglos, debían compartir el Islam: los šī`íes (partidarios de `Alī), los jāriŷies (los salientes, descontentos con la idea de dudar sobre la legitimidad o no del asesinato del califa, pues ello implicaba romper la ley del Corán), y aquellos, por el momento agrupados detrás de Mu`āwiya (el caudillo familia del anterior califa y dirigente de Siria), son en cierta medida los antepasados de los que, más tarde se denominaran sunníes.” (CAHEN, C. 1992, 24)
Con el período de los califas comienza una expansión del Islam de manera fulgurante por todo el Medio Oriente, llegando en su máximo esplendor con el denominado califato Omeya, en el cual se produce un cambio estratégico-geográfico pues Damasco comienza a adquirir poder frente a las ciudades de Arabia, que si bien no pierden su significado religioso, sino lo hacen económica y políticamente. Este cambio se debe a las necesidades que tiene el califato de contar con el comercio que se desarrolla en el Mediterráneo, sobre todo con el Imperio Bizantino.